viernes, junio 30, 2006

Antz

Hace más de dos años, sentada en el escritorio de casa a la hora de inspiración literaria, es decir, a las dos y media de la mañana, sentí un leve cosquilleo por los dedos de los pies. Di un manotazo y maté al mosquito invasor. Al cabo de tres minutos, percibí de nuevo el cosquilleo, pero esta vez multiplicado por diez. Brinqué de la silla y aterrada vi como mis pies estaban ocultos bajo una multitud de hormigas voladoras. Grité como una histérica (lo que soy, lo reconozco) y subí dando saltos hasta mi cuarto. Alonso dormía, me abalancé sobre él y seguí gritando.
-¿Qué ocurre?- dijo con voz somnolienta.
-¡¡Juan Fran, el cuarto de estar está invadido de hormigas voladoras!!- exclamé.
-Emma, son las tres de la mañana. Déjame dormir. No pienso bajar por una hormiga.
-¡Pero es que son cientos de hormigas! Y dentro de dos días es el bautizo de Álvaro y va a venir toda la familia a casa y...
-Tú siempre tan histérica. Anda, duérmete, que ya es hora.
Le miré con cara de odio y despotriqué de lo lindo, pero él ni se inmutó. Así que me metí en la cama y dejé encendido el cuarto de estar, el ordenador y la televisión (¡no iba a bajar yo sola a enfrentarme con la invasión hormiga voladora).
A la mañana siguiente me desperté con un grito Alonso.
-¡¡¡Emma!!!- vociferó desde la planta baja.
Abrí un ojo.
-Alonso, ya sé que me dejé todo encendido. Lo siento, pero no me atreví a bajar sola con la invasión.
-No es eso, Emma. Baja, por favor.
Me arrastré por la escalera y al ver su cara lívida me espabilé de golpe.
-¿Qué ocurre?- pregunté intrigada.
-No soy capaz de describirlo- susurró Alonso.
Bajé y casi me desmayo. Las hormigas se habían multiplicado y cubrían el dintel de la puerta, la alfombra y la mitad del ordenador.
-Ahhh!!!- grité como una loca- ¡¡Mátalas, mátalas. Ves como no soy una histérica. Dios mío, esto es una invasión. Se van a comer la casa!!
Alonso, con una frialdad pasmosa, se vistió rápidamente.
-Ahora vuelvo, no bajéis al cuarto de estar- ordenó mientras cerraba la puerta.
-No pensaba, Alonso, no pensaba.
Al cabo de un rato, apareció con un matainsectos profesional y bombardeó toda la casa.
El bautizo fue perfecto y nadie se percató de la matanza que se había vivido dos días antes en la calle Olimpo.
Sin embargo el trauma aún sigue en mí.
-Mamá, hormiga- dijo Álvaro al llegar del cole.
-¿Dónde hay hormigas?- le interrogué con palpitaciones aceleradas de corazón.
-Yo, hormiga- contestó dándome un papel- en la fiesta del cole.
-¿Y no puedes ir de mariposa?
-Hormiga, mamá, hormiga- vociferó indignado.
Y fue de hormiga. Y fue la hormiga más bonita que he visto en mi vida. Y yo sí que puedo comparar.

viernes, junio 23, 2006

Robo, móvil y otras historias que contar

Día de estrés. A primera de hora de la mañana me manda Alonso un escueto mensaje: "Esta noche han robado a Escuer". Presa de intriga y preocupación le llamo rápidamente.
-Escuer, ¿qué ha sucedido?
-Nos han robado. Esta noche me he despertado a las cinco de la mañana con el piar de los pájaros. Al ir al baño me he percatado de que la luz de la escalera estaba encendida. Extrañado, me he acercado y de pronto he oído unos gritos. "Policía local, no se asuste. ¿Están todos bien?". Imagínate qué susto. Las legañas se me han caído de golpe. "Señor, acaban de robar en su casa. En breves momentos llegara la policía científica para comprobar si hay huellas. Por favor, certifique qué le han sustraído".
-¡Qué miedo!
-Sí, ha sido un buen susto. He corrido a la habitación, he despertado a Montse y casi me da algo al ver que los chorizos habían abierto los cajones de las mesillas, del armario. Vamos, que se habían paseado tranquilamente por el cuarto mientras nosotros dormíamos.
-¿Os han robado muchas cosas?
-Más que cosas, dinero. Ayer traje a casa el dinero para el viaje a Estados Unidos y se lo han llevado. Si no han sustraído la tele de plasma y demás artilugios electrónicos es porque les ha pillado la policía, aunque han huido en un súper BMW y no los han podido alcanzar.
-¡Menuda putada, Escuer! Si necesitáis cualquier cosa contad con nosotros. Un besazo para los dos e intentad tranquilizarlos.
A media tarde llamé como siempre a casa para ver cómo estaban los niños. Nadie cogía el teléfono, así que lo intenté de nuevo con el móvil de Ana.

-¡Hola, mamá!- gritó Diego -estamos en la piscina. Hace un calor horrible.
-Perfecto, cielo- contesté -Anda, pásale a Ana el télefono.
Pero la conversación se cortó. No, no es que me colgaran, es que al gracioso de mi hijo se le había caído el móvil a la piscina.
La mala leche y el ataque de nervios se estaba apoderando de mí. ¡Qué día!
Me acerqué a la sección de Juan Fran.
-Alonso, a Diego se le ha caído el móvil de Ana a la piscina. Tendremos que comprarle otro- susurré con tierna voz.
-Estoy harto. Cinturón y móvil.
-¿Qué dices?
-Que tu amado hijo ha roto en menos de tres meses el cinturón del coche y un móvil. Esta noche le abro la hucha y pago todos sus desperfectos.
Sigilosamente volví a mi sitio de trabajo.
-Emma- me sugirió Patricia al ver mi desesperación- desmonta el móvil se sécalo con el aire frío de un secador. Hay veces que funciona.
La miré un poco extrañada y agradecí su sugerencia.
Al llegar a casa, abrí las tripas del móvil y les di con el secador. Seguía sin funcionar. Diego me miraba atemorizado.
-Mamá, lo he hecho sin querer- musitó desde el fondo de la piscina.
-Ya me imagino, bonito. Pero es que no hay día que no hagas alguna trastada...
Le di a Ana mi móvil y empecé con la rutina: baños, cena y a la cama.
Durante más de una hora mis desesperantes retoños subieron y bajaron la escalera alegando que no tenían sueño, que querían agua, que les tapara, que les leyera otro cuento, que les diera un beso, que les diera un beso su padre, que ahora un abrazo, que tenían de nuevo sed, que...
-¡¡¡¡A dormir!!!!- grité como una loca- Como os vea de nuevo salir de la habitación os llevo a dormir al colegio. Os la estáis jugando.
A las once, cayeron agotados. Alonso estaba a punto de explotar.
-Qué pesados. Ya ni siquiera puedo ver mi serie. Hoy están para empaquetarlos y mandarlos unos días fuera.
No puede rebatir sus palabras.
A las doce, Diego apareció en el cuarto de estar.
-Mamá, me he despertado y no puedo dormir.
Ganó la batalla.
-Anda, túmbate aquí conmigo hasta que te venga el sueño.- comenté con dulce voz.
A la una, todos estaban dormidos.
Mañana será otro día... Y el móvil funcionó.

sábado, junio 17, 2006

Mañana de desmayos



"Chico", el perro de mi tía, la despertó con sus lametones. No aguantaba más, tenía que dar su paseo matutino. Ángeles se calzó sus zapatillas de deportes, se puso la camiseta y los pantalones y salió a regañadientes a la calle. Como todas las mañanas la efervescencia del día aún no había comenzado. Sin embargo, al girar por la calle Vallehermoso, detectó movimientos inusuales. Distintos furgones con distintas siglas invadían la calle. SALUR, SAMUR, ambulancias, policía y bomberos abarcaban la acera. Mi tía, atónita, se despejó de golpe.
-¿Qué ocurre?- preguntó Ángeles a un transeúnte que pasaba por su lado.
-¿No se ha enterado?- contestó.
-No, acabo de salir.
-Resulta que en ese edificio ha habido un escape de gas. Nadie se había dado cuenta, hasta que la gente que pasaba por la calle se ha empezado a desmayar. Por ahora, van siete inconscientes, así que yo que usted pasearía al perrito por otro lado.
-Claro, claro.- comentó mi tía con gran ataque de risa. Miró al perro y le susurró al oído: "Chico, date prisa en hacer tus necesidades o te suelto por la calle Vallehermoso". El perro en cuestión de dos minutos desahogó su vegiga y ladró como un loco por volver a casa.

miércoles, junio 14, 2006

Dopada

Me voy a tomar un lexatín. Aún me queda alguno y creo que éste es un buen momento. Mis oídos escuchan unas palabras que me van a volver loca. Alonso no sabe que estoy en casa, ni sabe que le estoy oyendo. No sé con quién habla, pero sus frases le delatan.
-Sí, hacía tiempo que no disfrutaba tanto- susurra al auricular.
-...
-Ha sido impresionante. No recuerdo algo así desde hace muchos años.
-...
-¡Qué excitación!
-...
-Me he vuelto loco con esos toques.
Decidido, me tomo el lexatín para ver si dejo de notar el dolor de los cuernos.
-Sí, yo también espero que se repita.
-...
-La próxima vez superamos los cuatro o reviento.
¡Qué fuerte! Me va a dar un ataque de histeria. ¡Dios mío, qué va a ser de mi vida! Pues Alonso se va enterar. Ahora mismo le tiro la ropa por la ventana y que se olvide del chalet, de los niños, del gato y vaya preparando la cartera para pagarme una cuantiosa pensión. Tengo que llamar a mi abogado. ¿Dónde está el mechero para prenderle fuego a su ordenador, su cámara de fotos y demás artilugios? Mira que se lo he dicho mil veces: "Alonso cuando soy buena, soy muy buena; pero cuando soy mala, soy mejor". Este tío se va a enterar. ¡Menudo cabrón con pintas!
-¿Y el niño?
-...
Que alguien me pare que le mato. Ahora entiendo que no quiera tener un tercero. ¡Claro, lo ha tenido con su amante! Localizado, ya tengo el mechero ahora sólo debo encontrar un poco de alcohol y organizo la cuarta guerra mundial. Mucho te quiero, muchos regalitos... Mentira, todo mentira. Tanto viajecito. Seguro que se va con la otra. Ay, a ver si la conozco. Yo le mato.
-Estoy desatado.
-...
-Creo que esta noche no voy a poder dormir.
Seguro que no, Alonso, ya me encargaré yo de que no duermas. De patitas en la calle, bonito.
-He comprado un fantástico vino de crianza para brindar.
-...
-Sí, claro que no pienso beberlo solo. Esperaré.
-...
Como encuentre la botella se la estampo en la cabeza.
-Claro, con Emma
-...
-Esta noche lo celebro por todo lo alto.
¡No me lo puedo creer! Piensa organizar un ménage à trois y quiere que yo participe. Más que matarle, le voy a torturar con calma y con dolor.
-El lunes, más.
-...
Ya, eso te lo crees tú. Esta noche pienso ver los mejores capítulos de CSI y el lunes nadie podrá localizarte. ¡Cerdo!
-¡Menudo subidón!
-...
¡Mierda! Se me ha caído el mechero.
-Espera, creo que ha llegado.
-...
-Sí, es ella.
Osea que me conoce.
-¡Emma!- grita mi ex-marido tapando el auricular- ¿Eres tú?
Menos mal, me está haciendo efecto el lexatín. Aún puedo actuar con cinismo.
-Sí- contesto un poco agilipollada y con dolor de cuernos.
-Baja, por favor (ahora me va a contar su infidelidad). Tu hermano quiere hablar contigo.
-¿Quién?- respondo aturdida.
-Tu hermano. Está tan emocionado como yo con el partido de España. Cuatro golazos a Ucrania y el Niño Torres se ha salido.
-Entonces no me has puesto los cuernos.
-Roberto- dice Juan Fran al auricular- Ahora te llama Emma. Creo que viene de celebrar el partido y se ha tomado una copita de más.
Aunque las piernas me temblaban y las lágrimas rodaban por mis mejillas, logré bajar al cuarto de estar.
-¿Qué te ocurre?- preguntó Alonso con cara de preocupación.
-Nada, cielo.
-Pero por qué lloras.
-Tonterías mías (cómo le iba a contar mi película fantástica).
-¿Qué decías de unos cuernos?
-No, te he preguntado que dónde has puesto los huevos. Es que quería hacer una tortilla y no los encuentro.
-Venga, tontorrona, anímate y vamos a celebrar la victoria de España.
-Pues va a ser que no. Me he tomado un lexatín y estoy dopada.
-¿Por qué te has tomado un lexatín?
-Desajuste hormonal.
-Vaya, has elegido un mal día... Yo que estaba dispuesto a ir a por el tercero... ¡Incluso a por el cuarto como España!
¡Mierda, mierda y más mierda! ¡Seré gilipollas! ¡Quién me manda a mí ver tantas películas y series que hacen flipar mi mente! Espero que el lunes España marque cinco goles.

lunes, junio 12, 2006

Mamma mia

Hay momentos en que me siento italiana y admiro muchas de sus tradiciones. Por ejemplo, me apasiona la Mafia. No debería confesarlo pero hay días que actuo como la matriarca del padrino. Oculta, muy oculta, tengo preparada una lista enumerada con las personas que deberá ejecutar mi asesino a sueldo. El primero es fácil de adivinar y el resto varía según el instante, mi ánimo o mi cabreo. La pasta (espaguetis, tallarines, macarrones...) también es mi perdición. Y, lo que más me enloquece, es el concepto FAMILIA (así, con mayúsculas). Este fin de semana he vivido esta sensación. El jardín de casa lo he convertido en un centro de ocio veraniego: tumbona ergonómica, sombrilla de dos por dos y, lo último, una súper piscina con depuradora (inestimable tu ayuda, papá) que es la locura de lo más pequeños . Fiel a mi orden, he colgado de manera artesanal varios percheros para dejar el sinfín de toallas y albornoces necesarios para socorrer el frío morado de los retoños. El sábado me sentí en la gloria. Bajo la sombrilla leía mi abuela el periódico, yo la acompañaba enganchada a mi coca-cola light (me faltaba el cigarrito, pero delante de mi abuela no fumo) y observaba el jolgorio infantil que me rodeaba: Diego chapoteaba como una serpiente en la piscina y Manuela y Álvaro jugaban y peleaban con los cubos, palas y cacharros de cocina. Un grito me sacó de mi estado de trance feliz.

-¡¡¡Emma!!!- gritó mi abuela- ¿dónde está Manuela?
Aturdida miré alrededor.
-!!Emma!!-volvió a vociferar mi abuela- ¿Quién es esa negra que juega con Álvaro?
La risa me invadió.

-Abuela, debajo de esa negrura está Manuela. La tapa el barro, pero ella no se ha movido de su sitio.
-Pues si que se ha puesto sucia...- comentó y volvió a sumergirse en su lectura de la hija de Capmany.
Despeloté a mi sobrina, la lavé en mi megapiscina y la vestí de nuevo como una princesa.
Al cabo de un rato, llegaron mis padres, Roberto y Virginia. Y viví otro instante FAMILIA.
A Alonso, como habréis comprobado, ni lo he nombrado. No, no está de viaje como es habitual en él, sino que hemos llegado a un pacto de no agresión. Durante este mes está liberado de toda responsabilidad y tiene la posibilidad (Mike, para que luego digas que soy mala con él) de ver todos los partidos del mundial que quiera.
Mi padre, emocionado por el pacto, se coló el domingo en casa. Aún no sé a ciencia cierta si estuvo porque entre la carrera de Fernando Alonso, la final de Roland Garros y no sé que partido no les vi el pelo en todo el día. Aunque según me confesó mi señor esposo, mi padre habitó todo el día en casa. Resumiendo: mi marido y mi padre son como las brujas gallegas, "haberlas haylas"... Incluso cuando no les ves.

jueves, junio 08, 2006

Complot familiar

Pasa el tiempo en un suspiro. El 3 de junio, nuestro once aniversario. La ocasión merecía una gran celebración (bueno, yo encuentro motivo para una fiesta hasta debajo de las piedras)y mi fin era claro.
Lo preparé todo con mucho mimo y organización. Llamé a mis suegros y con dulce voz les rogué que se trasladaran a casa para cuidar a los peques la noche del viernes y el sábado. A las nueve: niños cenados, duchados y dormidos. Era mi momento. Me metí en el baño y comencé la reconstrucción: mascarilla hidratante para la cara, mascarilla de pelo, alisado de melena con las puntas hacia fuera (esto me costó, ¡menuda carnicería me hizo el otro día la peluquera!, ¡con lo mono que tenía yo el pelo), base de maquillaje, rímel... Esos potingues de mujeres.
Por fin llegó Alonso y nos fuimos a un restaurante noruego del centro de Madrid, "Olsen". El bullicio de gente, el aire acondicionado a todo trapo y la música demasiado elevada no favorecían mis planes. Rauda y veloz pedí un buen vino y empezamos a beber y a reír. Después, unas cuantas copas y más risas. "De esta noche no pasa", pensaba yo en mi interior "esta noche, a por el tercero". Mi ilusión y emoción iban en aumento.
A las tres de la mañana, Alonso me susurró al oído:
-Emma, ¿nos vamos a casa?
-Claro, cielo, estoy como loca- constesté socarronamente al notar el brillo ebrio de sus ojos.
Al aparcar en el Olimpo me desmoroné y la líbido desapareció. Toda la casa estaba encendida.
-¡No puede ser!- masculló Alonso.
Pues sí pudo ser. Al abrir la puerta mi suegro se llevó las manos a la cabeza.
-Chicos, qué nochecita. Se ha despertado Álvaro y al ver que no estábais ha empezado a llorar.

Subí corriendo. Mi suegra agotada miraba desde la distancia a Álvaro, que no quería saber nada de ella. Diego, somnoliento, abrazaba a su hermanao y le consolaba.
-Álvaro, no llores, papá y mamá se han ido a trabajar. Ahora vuelven- le decía a su hermano tiernamente.
El pequeño al verme se abalanzó sobre mis brazos y en un segundo desaparecieron los lloros y empezó la juerga.
-Mamá, a dormir a tu cama- dijo con la sonrisa que me desmorona.
Alonso, mientras acurrucaba a Diego, me miró con cara de espanto.
-No, Álvaro, tienes que dormir en tu cama.- argumenté agotada.
-¡¡¡Nooo!!!!- gritó con pucheros y lágrimas.
-Jo, yo también quiero- comentó Diego apoyando la gran idea de su hermano.
Al final, mi aniversario, mi noche loca y apasionada, mi plan de engañar a mi marido e ir a por un tercero, terminó con todos los infantes en mi cama y mi señor marido en la habitación de los niños.
-Emma, los niños son cojonudos. ¿Verdad?- dijo Alonso con risa burlona.
-Tú siempre tan gracioso, Alonso.