lunes, diciembre 24, 2007

Estrés prenavideño

Intentar rozar la perfección es agotador. Son las cuatro y media de la tarde y ya tengo todo listo para esta noche, Nochebuena (9 personas), y para mañana (14 personas), Navidad. Mi estrés prenavideño me ha obligado a abandonar el blog y demás actividades. Porque la perfección requiere su tiempo, su mimo. A ver, a qué humano inteligente se le ocurre decorar la casa con angelitos súper elaborados (y divinos, para qué negarlo) en vez de ir a una tienda y comprarlos; a quién se le ocurre hacer tarjetitas personalizadas para cada comensal informando sobre dónde debe sentarse y cuál es el menú que va a degustar; comprar más de 30 detallitos para todo el mundo en vez de instaurar el amigo invisible... Exacto, a la petarda de Emma. ¿Y quién lo sufre?: mi Alonso, que ajeno a esta vorágine flipa con cada cosa que hago. Él se duerme tranquilamente, cuando se despierta ve que la casa esta plagada de angelitos (divinos, repito) y atónito me pregunta que cuándo los he hecho. Antes de contestarle le imploro como una niña pequeña que elogie mis artes y me pongo súper pesada: ¿te gustan?, a que son súper monos, fíjate en el detalle de las alas... Y él que me aguanta desde hace años, asiente, elogia con serenidad y me fulmina con la mirada. Pero Emma, ¿cuándo los has hecho?. Uff, pues anoche. Y se puede saber a qué hora te dormiste. Sobre las cuatro y media, mentí para no decir las cinco y media. Tú estás loca, remata la conversación mirando los angelotes y esperando que ellos asientan.
Es un drama que nadie te entienda y, además, aguantar el cansancio para no deslucir la perfección. Ay, como siga así me voy a tener que tomar un lexatín. Me voy a cortar el fiambre, preparar la tabla de quesos, darme un baño relajante, realizar la restauración de mi rostro, alisarme el pelo, vestir a los niños y, cómo no, gritar un poco a mi Alonso que aún no ha puesto la mesa y está durmiendo la siesta.
¡Felices fiestas! y que no falte un brindis por mi abuela.

miércoles, diciembre 12, 2007

Cumpleaños de Álvaro (4 años)


¡Cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz!

La fecha del cumpleaños de Álvaro pasó desapercibida en mitad del caos y tristeza familiar. Pero él merecía soplar sus velas y que todos sonriéramos. En la imagen, junto a sus primos y en la tarta, los coches de Cars.


¡Otra vez, mamá!, gritó el cumpleañero. Y la madre estropeó la foto con su brazo y el mechero

martes, diciembre 04, 2007

Adiós, abuela

Querida abuela:
Te imagino en el cielo revolucionando con tu alegría a los ángeles, leyendo la prensa local y enterándote de todas las actividades culturales que tienen programadas. Mientras, aquí, tus hijos huérfanos de ti sueñan con tus besos, lloran tu ausencia y anhelan tus abrazos. Tus nietos y biznietos suspiramos por tu cariño, por tus risas, por tus coplas... Sabías que te queríamos, aunque no sé si eras consciente de toda la ternura que nos diste. Te has ido y gran parte de nuestro corazón se ha quedado vacío pero rebosante de tu amor.
No hay espacio para describir tu carácter alegre, cariñoso, optimista... Y no sé cómo despedirme de ti. Tal vez, como diría un tango: “Adiós, abuela, compañera de mi vida”

viernes, noviembre 23, 2007

La quiero

La imagen que tengo frente a mí empaña mis ojos de lágrimas y de tristeza: el suero se introduce en su cuerpo a través de un vía en la muñeca, un tubo en la nariz le permite que el oxígeno entre en su nariz y sus ojos cerrados la llevan a un mundo misterioso. Percibimos sus sonrisas oníricas y sus labios gesticulan palabras incomprensibles que no acertamos a descifrar. Ella duerme, un sueño extraño y profundo. Alrededor, nuestro dolor.
De pronto, la mente te bombardea con instantes maravillosos vividos junto a ella: la primera vez que vi el mar, en Oropesa de mar, los paseos por Rosales, las noches amenizadas por sus coplas, sus explicaciones en los distintos museos de Madrid (Emma, soy como un libro abierto de Historia:, he vivido la monarquía de Alfonso XIII, la República, la Guerra Civil, la Guerra Mundial, la dictadura, la democracia...), las risas en los teatros, sus fantásticas cenas cuando éramos pequeños de sopa y tortilla de jamón serrano, sus besos y abrazos a los niños, su imagen presumida (venga, abuela, que nos vamos a dar un paseo por el pantano, le decía mientras preparaba a los niños. Ay, Emma, espera que me pinte los labios y me ponga los pendientes, suplicaba, porque ella siempre tenía que ir divina), sus trampas para dar de comer a Kaos a escondidas, sus elogios ante una buena tortilla de patata o un gazpacho, sus besos, su ternura... No hay espacio para contar todo el amor y el cariño que nos ha dado. Y también, porque no decirlo, nuestros pequeños enfados que eran solucionados entre risas...
Y ahora está allí, en una fría cama de hospital, rodeada de toda su familia, de todos a los que ha querido y de todos los que la hemos amado. Y estoy enfadada, dolida con la vida... Encolerizada por ver cómo una persona que tanto ha deseado vivir, que tanto ha disfrutado tenga ahora que depender de la morfina para no sufrir dolores, de nuestros cuidados, del suero... Abuela, te quiero y no sé qué voy a hacer sin ti..

domingo, noviembre 18, 2007

Los Alonso-Peña y los Peña-Calle en Sª Cruz del Valle Urbión



¡Cuidado con los troncos!, gritamos los cuatro adultos a la vez, pero ellos sólo sonrieron de felicidad



Hojas, colores, frío... El otoño esconde los grandes tesoros de los niños




Una escena bucólica: un castaño otoñal rescatado de una antigua película romántica



Bicicletas, maletas, nevera, cámara de fotos... Todo listo para abandonar la ciudad y disfrutar del puente lejos de la gran urbe. Chicos, nos vamos, exclamó Alonso con optimismo. Arrancó y al segundo el atasco nos abdució. Imité a mis niños, cerré los ojos y confié en la buena conducción de mi marido. Al cabo de dos horas, los coches desaparecieron (cuestión que nunca he entendido y que he analizado con asiduidad) y el paisaje se modificó. Cogimos el desvío de Pradoluengo y el verdor con tonos ocres nos invadió. El agua rebosaba en un pantano, los ríos fluían con gran caudal y las hojas del otoño revoloteaban por el entorno que rodeaba las curvas de la carretera.
-Papá, para que voy a vomitar. -suplicó Álvaro rompiendo la imagen idílica.
Al abrir la puerta nos pegó con fuerza el frío de Burgos, Álvaro despejó su malestar y al poco rato llegamos a nuestro destino: Santa Cruz del Valle Urbión , en la sierra de la Demanda (Emma, no te emociones, que ocupa más el nombre que el pueblo, me explicó Roberto por teléfono).
Recorrimos una larga calle. Pues no parece tan pequeño, comenté a Juan Fran, que creo que no me escuchó porque estaba hipnotizado por las montañas
La panda Peña-Calle nos esperaban en la puerta de casa. ¡Pimos, pimos!, gritó Manuela y no se lo pensó dos segundos: cogió a Álvaro de la mano y le llevó a ver los patos que nadaban por un caz (o acequia) cercano.
La casa nos recibió con el calor de la calefacción. Rápidamente colocamos los equipajes y nos fuimos a recorrer las callejuelas del pueblo. En el bar de la Ceci nos tomamos unas coca-colas y volvimos a casa a comer. Y ahí comenzaron los problemas con la cocina. La vitro de inducción (es que funciona con imanes, repitió mi hermano un mínimo de siete veces al día) nos desesperó. Oye, Virginia, que se ha apagado. Ay, Emma, es que como la vitro es inteligente en cuanto quitas la sartén se apaga, me explicaba muerta de risa...
Por la tarde, preparamos la expedición: Cayetana abrigada hasta las orejas colgada de la mochila de Roberto, Manuela en la sillita empujada por Virginia por si se cansaba, Diego y Álvaro en bicicleta y nosotros cargados con la mochila con merienda y ropa de abrigo. Anduvimos poco, pero tardamos mucho porque los niños son así: mamá, espera que me voy a subir a este tronco, decía por ejemplo Diego, y detrás suyo subían Álvaro y Manuela; y ahora nos metemos en ese prado, ordenaba Álvaro, y Diego y Manuela obedecían... Hasta que llegamos al río. Paramos en el puente de granito y los niños se acercaron a la orilla. Elemental, Diego se cayó, se empapó los pantalones y las botas y rápidamente tuvimos que volver. Como aún era pronto aprovechamos para ir a comprar a Pradoluengo algo de embutido (todo ahumado, que es lo típico de la zona).
En la cena descubrimos que si encendiamos a la vez la vitro de inducción y el microondas saltaban los plomos, pero como somos tan listos no hallamos la solución hasta que saltaron tres veces los plomos. Roberto histerizó a los niños con sus canciones. Es que así cenan, explicó emocionado por su repertorio musical. Juan Fran, Virginia y yo descartamos asesinarlo, pero estuvimos a punto de encerrarle dentro de la chimenea.
Una vez que las cuatro fieras se durmieron, cenamos, jugamos al "Quiere ser millonario", tomamos unas copas y reímos con nuestras historias.
El sábado, excursión por la idílica sierra de la Demanda y el frío burgalés. En la comida batallamos de nuevo con la vitro de inducción (que funciona con imanes) y por la tarde, mientras los chicos admiraban en la plaza las piezas de la cacería, nos fuimos Virginia, las niñas, Álvaro y yo a conocer el Palacio de la familia, del siglo pasado.
Esa noche estuvo más revuelta. Sobre todo por el estómago de Álvaro que vomitó por todas las habitaciones. Mientras, la chimenea crepitaba en el salón y las risas y buenhumor nos acompañaron hasta altas horas de la madrugada.
El domingo, tras degustar los sabrosos pinchos de Paul, cargamos los coches con los equipajes, los cuarenta kilos de patatas, los membrillos y el recuerdo de un fantástico puente en Santa Cruz del Valle Urbión. Habrá que repetir.



Diálogo de primos: "Pimo, espérame, que yo voy". "Sí, Manuela, pero date prisa"




Soy toda una campeona



¿Dónde está Yeye?




Por Dios, ¿por qué me habrá tocado esta familia de chalados?


PD: Roberto, ¡el cestillo!, que no puedo hacer arroz. ¡Cachis!

lunes, noviembre 05, 2007

HALLOWEEN 2007



El sábado el terror invadió el Olimpo. Brujas, esqueletos, locos, piratas fantasmas, vampiros... se apropiaron de la casa. El pánico se adueñó de cada estancia y los gritos se sucedieron. Las arañas extendieron sus telas por todo el salón y el temor se coló por los ojos de las calabazas. Uuuuhhhhh, uuuhhhhh!!!!!



Las brujas se unieron para lanzar sus conjuros.



Un loco atemorizó a los más pequeños...



Los diablillos disfrutaron comiendo rabos de lagartijas, dedos ensangrentados y cerebros de mosquitos...

Rugidos de motor

Todo se junta: Alonso, de viaje en Portugal y a mí me toca trabajar el fin de semana. Pregunta del millón: ¿qué hago con los niños? Solución: mi madre. Así que por la mañana me dirijo con los niños hacia su casa. ¡Mamá, ahí está la abuela!, gritan los peques. Aparcó en el primer hueco que encuentro y bajamos del coche. Kaos ladra emocionado y arrastra a mi madre hasta nosotros mientras la barra de pan se aferra a la bolsa para no caer al suelo.
Beso a los niños, doy las instrucciones pertinentes e innecesarias a mi madre y me despido para ir al periódico. Me siento en el coche, meto la llave y el motor no se inmuta. Repito la operación y el mutismo continúa. ¡Mierda!, grito. Salgo del coche. ¡Mamá, mamá!, vocifero en mitad de la calle. Todo el mundo mira menos ella. ¡Mamá, mamá! Por fin se gira, me despide con la mano y sigue caminando. ¡Mamá, que se me ha roto el coche! Pero ¿qué te ha ocurrido?, pregunta extrañada. No sé, pero no arranca, rujo indignada. Bueno, Emma, tranquila, coge mi coche y vete a trabajar.
Al volver de mis horas de tedio en el periódico compruebo que el coche sigue sin dar señales de vida. Media hora después de llamar al seguro aparece la grúa. El operario revisa con sus cables al batería y sentencia: señora, se le ha descargado la batería. En cinco minutos arranca el coche y se despide desde la grúa.
Mi madre, que es más terca que una mula, decidió acompañarme a por la batería nueva. ¡Y menos mal! porque según íbamos por el túnel de Cuatro Caminos el coche se paró.


¡¡Mierda!!, grité como una loca alzando los brazos y moviendo las manos desesperadamente para que el conductor de detrás no nos embistiera. Y los gritos se sucedieron;
-¡Mamá, abre la guantera y dame el chaleco, tengo que poner rápidamente los triángulos!
-Emma, ¡esto es peligrosísimo!
-Ya, dame el chaleco, que no tenemos luces de emergencia.
-No salgas por tu puerta, los coches van embalados. Nos van a matar.
-¡Mamá, no me des tantos ánimos!
El sonido atronador de los coches pasando a nuestro alrededor era horrible. Salí como pude, abrí el maletero, saqué los triángulos y los puse temiendo por mi vida.
-Mamá, déjame le móvil para llamar al seguro. Ay, no escucho nada.
-Voy a llamar a la policía.
-Espera que llame al seguro.
-No, Emma, que los coches no nos ven y nos van a matar.
-Ahora mismo te vas con los niños y cogéis un taxi.
-Emma, tú estás tonta, no podemos salir del coche. Nos atropellan seguro.
-Ay, es verdad, mierda, mierda.
Un loco metido en un Mercedes se acercó hacia nosotros embalado.
-Emma, por Dios, mira ese loco, ay, que nos embiste.
Paró antes, a dos metros del coche, y atropelló uno de los triángulos. Los niños nos miraban aterrorizados desde el asiento de atrás.
-Buenos tardes, por favor les llamo porque necesitamos que algún agente venga a socorrernos. Estamos en mitad del túnel de Cuatro Caminos, se nos ha roto el coche, no tenemos batería, ni ningún dispositivo de luz para indicar nuestro estado de emergencia, han estado a punto de colisionar contra nosotros varios coches... Por favor, que acuda alguien hasta que aparezca la grúa -explicó mi madre al telefonista del 112.
Desesperada salí del coche con mi chaleco fosforito, me coloqué pegada al maletero y, ejerciendo de guardia de tráfico, empecé a indicar a los coches que cambiaran de carril para que no nos atropellaran. Al cabo de diez minutos vislumbramos las luces azules de la policía.
-Buenos días, señora. ¿Qué le ha ocurrido?
Expliqué rápidamente todas nuestras desgracias.
-Esté tranquila, esperaremos hasta que venga la grúa.
Los coches al ver la policía disminuyeron la velocidad, pero el peligro seguía latente. A los dos minutos el policía volvió a nuestro coche.
-Esta situación es peligrosísima, su automóvil está detrás de la curva y los coches casi no nos ven. Hay que salir de aquí como sea. ¿Me puede dejar un momento su coche?
Los niños miraron atónitos como el policía se subía al coche.
-Mamá -susurró Diego- si hoy no morimos recuérdame que no salgamos ningún sábado de casa.
El policía soltó el freno de mano, dejó que el coche cayera hacia atrás y misteriosamente logró que el focus arrancara.
-Muchas gracias -expresé con lágrimas en los ojos mientras recogía el triángulo atropellado.
-Es nuestro deber, señora, les seguiremos un rato para comprobar que el coche no se para.
Subí al coche y noté como la tensión destrozaba mi cuerpo.
-Mamá no tengo fuerzas, estoy agotada.
-Yo tampoco, Emma, qué tensión, qué miedo, pero no un miedo cualquiera, te juro que he sentido miedo físico, estaba aterrorizada. Y encima los pobres niños detrás. ¡Qué pesadilla!
Por fin cambiamos la batería y, como premio por haberse portado tan bien, invité a los niños a cenar al Burguer King mientras mi madre y yo desahogábamos los nervios con una cervecita.

viernes, octubre 19, 2007

Un jueves cualquiera

¡Chicos que no llegamos!, grité a primera hora de la mañana. Bolsa de gimnasia, mochila con libros... Por fin a las nueve y diez salimos escopetados de casa. Ellos todos monos y yo con un chándal rosa y sin duchar. Por suerte no había atascos. Besos, abrazos; hasta luego, chicos, concentraros mucho, tú sobre todo Diego y recuerda que esta tarde te vas con Marta, la mamá de Daniel, que tienes catequesis. Vuelta a casa, ducha rápida y de nuevo al coche para ir a comprar unos pantalones a Alvarete, y de paso, me regalo un jersey y unos sujetadores. Me siento a trabajar cansada. A la una y media me voy a recoger a Álvaro al colegio y de allí, al logopeda. Durante los cuarenta y cinco minutos que dura la clase voy a casa y como. Con el postre atragantado rescato a Álvaro y le devuelvo al cole. Me siento frente al ordendor, lo miro y me aburro. A las seis menos diez llamo a Ana. ¿Dónde estáis? En el parque de detrás del colegio. Esperadme que voy a buscaros. Entre medias hablo con Marta y me pide que pase a por los niños. No te preocupes, ahora mismo voy. Abandono el periódico. Recojo a Daniel y Diego y los dejo en catequesis. Dirijo el coche hacia el parque y me como a besos a Álvaro. Hasta luego, Ana. Hasta luego. De nuevo, al parque de la iglesia. A la hora sale Diego. Llegamos a casa, siete y cuarenta y cinco, ¡Diego, los deberes!, vocifero mientras coloco las mochilas. Jo, mamá, si los he hecho en casa de Daniel, sólo me falta terminar las matématicas. Sí, cielo, pero mañana tienes examen de conocimiento del medio. Jo.
Mientras hace los deberes de mates, preparo la cena. Álvaro, vete quitándote la ropa que te vas a duchar. Ducha rápida de Álvaro. Diego termina. Encienden la tele y cenan viendo "Patoaventuras". Antes de que Diego se tome el último gajo de la mandarina le suplico que sé dé prisa, que tenemos que repasar "cono". Mamá, estoy cansado. Ya lo sé, pero tienes que repasar un poquito, además te he hecho este esquema en el ordenador para que no confundas la funciones con los órganos, aparatos o sistemas.
Subo a Álvaro, le leo un cuento, me tumbo cinco minutos con él y siento su respiración dormida. Salgo sigilosamente. Diego me espera en su cuarto. Repasamos el aparato digestivo, el excretor, el reproductor (entre risas nerviosas de Diego por el "pene" y los "ovarios"). A las once todos duermen.
Bajo al cuarto de estar con mi bandeja con la cena y me pongo la serie grabada de "Shark". Antes de terminar el primer capítulo noto como me invade el sueño. ¡Qué pereza moverme!, pienso adormilada. Bueno, cierro un momentito los ojos y me subo. Abro los ojos, ¡dios mío, son las seis de la mañana!, la tele, las luces, el vídeo... todo sigue encendido.
Me tumbo en la cama, el despertador suena a las siete, lo apago, cinco minutos, abro los ojos, ¡las nueve menos diez!
¡Chicos que no llegamos!, grité...

jueves, octubre 18, 2007

Injusticias

Empieza el curso escolar y, por supuesto, los viajes de mi Alonso. Esta mañana se ha ido a Portugal y no vuelve hasta el lunes. La pena es que me ha pillado en una época un tanto antisocial. En principio tenía preparada una cena con mis compis del periódico, pero la he cancelado. El ámbito laboral cada vez está más revuelto y mi mal humor e ira crecen segundo a segundo. Cada vez hay más gente que hace horario continuo y sin reducción de jornada se van a casa a las seis o incluso a las cuatro. Es injusto. Las que estamos con reducción perdemos dinero y encima en mi caso la reducción es partida. Ante tales injusticias prefiero alejarme de todo el mundo, no oír hablar del tema y así evito trasladar mi desánimo a casa. No sé cuánto tiempo aguantaré. Prefiero esperar un tiempo, ver como se resuelven algunas demandas que han planteado y, como siempre, confiar en un golpe de suerte. Los rumores sobre mi jefe se acrecientan y espero que ocurra como en el fútbol: los jugadores se quedan y los entrenadores se van. Visto el panorama el viernes tengo cena con mis compis del cole.
Ayer, aprovechando que Ana se quedó a dormir en casa, y después de terminar los deberes con Diego nos fuimos mi Alonso y yo al cine. "El orfanato" fue la elección. Todo el mundo comenta que es una película de miedo, de terror... Falso. Mi sensación final fue de mucha pena, salí muy triste y con ganas de llorar una hora más.

domingo, septiembre 30, 2007

Cumple y excusas

Posted by Picasa



Por fin saco unos segundos para escribir en el blog. Este año parece que mi tiempo se encoge y los minutos desaparecen. Las causas son muy variadas. Por un lado, tercero de primaria, curso que estudia Diego (bueno, Diego, Juan Fran y yo) nos tiene desesperados. Los deberes se multiplican y nuestro nivel de inglés aumenta día a día. No exagero. Por ejemplo esta última semana nos hemos tenido que aprender de memoria la siguiente parrafada:

WE ARE LIVING THINGS
We are different from plants and other animals
Because: We can think and talk
We can write and draw
We can play music and paint
We can invent many things to make our lives better.


Y ahí estamos todas las noches repitiendo y repitiendo. Repasando las unidades de millar, las centenas, el aparato digestivo... Y encima Álvaro ha empezado a ir al logopeda porque no pronuncia bien la "s invertida" (por ejemplo, en la palabra cesta), la "d" y la "l". Así que todos los martes y jueves le llevamos de dos a dos y cuarenta cinco minutos por el módico precio de... (mejor no contarlo). Al principio me asuste, pero al ver que casi la mitad de la clase tiene que ir me tranquilicé. Incluso he pensado que quieren potenciar los estudios de logopedas y envían a los niños con cuarto de pipas. ¡Pero si Álvaro sólo tiene tres años! Menos mal que cuando yo era pequeña no había logopedas.
Pero hay más. Desde hace más de un mes me han salido varias colaboraciones para hacer en casa. Antes aprovechaba mis horas de insomnio para escribir los blogs, hacer montajes fotográficos... Ahora, trabajo y encima me pagan.
La foto que ilustra este pequeño post es del cumpleaños de Diego. Tras barajar varias opciones: sitio de bolas, burguer king, bolera... Me decanté por una fiesta de toda la vida. Preparé una suculenta merienda de sandwichs de nocilla, foie gras y jamón y queso; compré bebidas, sacos, golosinas... Y me fui con los veinte niños al parque Juan Carlos I. Por suerte, varias madres se quedaron a ayudarme. Fue genial: carreras de sacos, el pañuelo, pisa globos atados al pie, fútbol... Los niños disfrutaron como enanos, nosotras incluso nos tomamos una cervecita y no me mancharon la casa.

jueves, septiembre 20, 2007

Empacho de felicidad

Hay días de optimismo y felicidad que te invaden sin pasión, y se agradece. Hoy, por ejemplo, cumplo un año más. Los regalos me han bombardeado: plancha princess, colgante de oro, zapatos de tacón negro, zapatos granates, botas de montaña, plancha de pelo... Y un regalo más del que hasta dentro de quince días no podré presumir. Aparte, la multitud de llamadas para felicitarme.
Dos llamadas me han hecho sonreír más de lo habitual.
A Roberto, mi querido hermano, le he notado una risa floja mientras me felicitaba. "Emma, tengo una historia genial para tu blog -me ha empezado a explicar-. Acabo de recoger a Manuela de la guardería, la he sentado en el coche, le he puesto el cinturón y me ha quitado las llaves para jugar un poco con ellas. Mientras me dirigía a mi asiento he oído un clic, clic. ¡No!, he pensado aterrorizado. Y mis temibles pensamientos se han cumplido: Manuela había cerrado el coche y tenía las llaves en su poder. Manuela, corazón, vuelve a dar a la llave e intenta abrir el coche, he suplicado con voz dulce. Pero Manuela no me hacía caso. Tras diez minutos de desesperación he optado por la vía rápida: romper un cristal. Cuando estaba con la piedra en la mano ha aparecido un operario de seguridad y me ha sugerido que en vez de tirar la piedra al centro de la ventana lo hiciera en una esquina, que así el daño sería menor. Le he mirado perplejo por su dominio de rotura de cristales y he acatado sus órdenes. ¡En qué hora! Al lanzar la piedra sobre la esquina del cristal ha rebotado y además de romper la ventanilla ha destrozado el retrovisor. Manuela al verme tirar la piedra y sentir como el cristal delantero se hacía añicos ha empezado a llorar lastimosamente. He abierto a toda velocidad, la he cogido en mis brazos y la he mimado. ¿Verdad que es una buena historia?"



Entre medias he recibido el mejor e-mail del verano: "Todo en orden. Está en una habitación desde ayer a las 15.00 h." Un mensaje tan corto ha disipado la tensión vivida durante estos últimos meses.
Stella nació con 25 semanas. Montse y Escuer anhelaban tener hijos. Después de un tiempo Montse se quedó embarazada. La sorpresa llegó en la segunda ecografía: ¡eran gemelos! La ilusión se multiplicó por dos. Pero el día que fueron a realizar la eco en cuatro dimensiones la felicidad se tornó en preocupación. Por favor, acudid a urgencias, algo va mal, les dijo el ecógrafo. En el hospital les comunicaron que una de las niñas, Sarah, había fallecido. Montse fue ingresada. Tras dos días de reposo les explicaron que la situación había empeorado, que la única opción era practicar una cesárea, salvar la vida de Stella y evitar que Montse estuviera en peligro. Los amigos intentamos apoyarles anímicamente sin saber qué hacer. Stella pesó seiscientos gramos. En la incubadora de la UCI le pusieron todo lo necesario para que saliera adelante: sondas, oxígeno... Los padres durante meses acudían cada tres horas para poder ver a su niña. Los pediatras les daban esperanzas relativas. De la alegría pasaban a la desesperación. Del optimismo a la duda. Pero Stella con su pequeño peso venció en todas las batallas. Hoy está en una habitación, en una cuna individual sin cables, ni sondas. Montse y Escuer comienzan a disfrutar de las noches agotadoras de los bebés y la ilusión invade sus caras. Por fin, puedo hacer su presentación oficial.

martes, septiembre 18, 2007

Y nada mejor que soñar con lo maravilloso...

Álvarete en un momento de calma, sin lloros, con mamitis
y batallando con su bacteria

Diego, capitán del barco, se emocionó al ver
las ballenas y los delfines

Mi amado Alonso, portador de maletas y niños
Una reina rodeada por sus pequeños amores

ESTO SÍ QUE ES VIDA

La mayor horterada

Tras más de dos meses de baja y uno de vacaciones me ha tocado volver a trabajar. Me siento fatal, más que fatal me siento una hortera y una vulgar. Esto de trabajar es una auténtica ordinariez. Sí, muchos venden el rollo de que el trabajo es la liberación de la mujer, la independencia... ¡Mentira! Yo que he nacido para ser rica, pero por desgracia no lo soy, llevo muy mal lo de trabajar. Si mi cuenta superara los dos millones de euros viviría como una auténtica reina y, por supuesto, no se me caería la casa encima (¡qué absurdo para eso pago a alguien que me la tiene súper cuidada y organizada). Los lunes y miércoles acudiría a clases de salsa para mover el esqueleto. Los martes y jueves, a pintura. En mis ratos libres diseñaría los logos, invitaciones, carteles... de amigos, familiares y, como no, las empresas que de vez en cuando me lo solicitan. Mantendría actualizado mi blog, escribiría mi libro... Luego, las tardes, estaría con mis niños y su agenda de actividades y vida social. Entre semana invitaría a comer a mis amigas (periódico, colegio...). Los fines de semana cenitas con familia y amigos. Una vez al mes, como mínimo, organizaría un viaje de cuatro o cinco días con mis hombres. Ah, y cada seis meses un viaje de placer con mi Alonso -Kenia, Thailandia, Australia..., serían algunos de los destinos-. Realizaría todas las obras que mascullo en mi mente. Me construiría una gran casa de estilo rural en Saldaña, Segovia, con un mínimo de dos habitaciones para invitados con baño incluido, la buhardilla de casa, el jardín... También haría un curso de jardinería y... Y mil sueños más, porque yo no sé lo que es aburrirse. Siempre tengo mil cosas que hacer, mil proyectos por realizar, mil ideas por aprender. Pero soy una jodida hortera, vulgar y ordinaria que necesito trabajar para pagar mi hipoteca y concederme mis caprichos. Jodido euromillón, ¿por qué no sacas nunca mis números en el sorteo?

jueves, septiembre 13, 2007

Intento de enmienda

Si sé que no tiene perdón ni excusa el haber abandonado tanto tiempo el blog. Pero es que no he sacado ni un minuto para escribir. Ya está Emma con sus exageraciones, pensaréis, pero no, es real. El mundo infantil, familiar y vacacional ha inundado todos mis segundos. Hoy parece que respiro y las tensiones van abandonándome. Los peques iniciaron ayer el curso escolar: Álvaro lloró un poquito porque quería quedarse conmigo y Diego me besó rápidamente para irse a abrazar a sus amigos, a su segunda familia como dice él. Al salir del cole me bombardearon las imágenes del verano: Guadarrama con toda la tropa Tojo, Tenerife con sus playas y las magníficas suites; y Saldaña, mi descanso real porque al ser un auténtico pueblo los niños disfrutaban de verdaera libertad y, encima, para sorpresa de todos, Álvaro aprendió a montar en bici sin ruedines, ¡un fiera! Y yo, ay, qué suerte, sigo de vacaciones. Por hoy no escribiré más (tengo que abastecer la nevera, comprar material escolar, visitar a mi abuela Mary, comprar el regalo de Diego...), pero prometo enmendar mi abandono del blog.

viernes, agosto 10, 2007

Energías y tensiones

Las reservas energéticas de mis hijos son infinitas. Desde primera hora de la mañana Alonso y yo planeamos mil planes para desgastarles, aunque no siempre lo conseguimos. Por ejemplo, el miércoles al comprobar que el tiempo no era muy bueno para ir a la piscina y que la bacteria aún persistía en el cuerpo de Álvaro nos fuimos a Segovia, a La Losa, a visitar el palacio de Riofrío. Tras hacer la visita al palacio y a su museo de caza nos insertamos por sus bosques para contemplar los ciervos y gamos. Los peques gozaron en plena naturaleza, gritaron al divisar los distintos animales y llegaron a casa con un apetito voraz. Por la tarde, paseo con bicis por los parajes guadarrameños... Pese a todo, sus energías seguían intactas. Ya eran las nueve de la noche y botaban por el jardín. Baños, cenas... Y nuestras dosis de paciencia comenzaron a flaquear. A las once los gritos volaban por el salón: "a dormir", "chicos, haced pis y a la cama"... Infructuoso. A las once y media reíamos desesperados al verles subir y bajar por las escaleras. Alonso, ponles una película en el cuarto a ver si se relajan un poco, rogué con desesperación. A las doce les obligamos a meterse en la cama. Diego mostraba cansancio en sus ojos pero Álvaro seguía espídico. Los adultos nos tumbamos en el salón y decidimos disfrutar de la nueva televisión extra plana y extra grande que había comprado mi madre viendo una película del videoclub. Los gritos de Diego era puramente cinematográficos: "¡Qué vida tan cruel! Por favor, que se calle Álvaro", "¡odio a mi hermano!", "quiero dormir en otra habitación. Por Dios, qué tortura"... sollozaba mientras Álvaro vociferaba un villancico navideño. Alonso y yo ocultábamos nuestro ataque de risa. A la una el silencio dominó su dormitorio y la calma nos envolvió. La película "Buenas noches, buena suerte" era acompañada por los ronquidos de mi madre. Al cabo de una hora, en plena oscuridad y con Alonso y yo concentrados en la trama del film, mi madre se levantó y casi tropieza con la mesa de centro. Me voy a tomar los antibióticos, dijo con voz somnolienta. De pronto un ruido de bandejas alteró nuestra paz. ¡Mamá, mamá!, grité desde el salón. El silencio era preocupante. Salté del sofá y me fui a la cocina. Allí no había nadie, Alonso y Diego (que se había levantado al comprobar que Álvaro estaba dormido) siguieron mis pasos. Bajé la vista y contemplé a mi madre tirada en el suelo. ¡Mamá!, grité asustada, ¿qué te ocurre?. Lentamente abrió los ojos desde las baldosas. Me he desmayado, dijo con rostro pálido. Poco a poco se fue reanimando, la mojamos la frente y el cuello y la trasladamos al jardín para que tomara un poco de aire. Su tensión era de 7-4. Mamá, qué susto, ¿estás mejor?, pregunté al notar que ya había vuelto en sí. Sí, ya estoy mejor, me ha debido dar un bajón de tensión entre los antibióticos por el flemón, los nervios de estos últimos días... No sé qué habrá sido... Menudo susto que os habréis llevado, se quejo con tímida voz.
Resumiendo: durante el día los niños acaban con nuestras fuerzas y por la noche mi madre nos mata a sustos. Divinas vacaciones.

martes, agosto 07, 2007

Ataque invasor


Hace tiempo que escribo en el blog, que relato los aconteceres de mi desastrosa y divertida familia. El humor se escapa en cada relato y la sonrisa o la risa hacen su aparición casi todas las veces. Sin embargo, hay veces que la vida golpea con fuerza, que desbarata el optimismo y elimina las energías de escribir. O, más bien, me resulta más difícil contar los problemas sin mis dosis de humor. Y esto es lo que me ha sucedido este verano. El jodido cáncer ha vuelto a resurgir de sus cenizas y ha invadido a mi abuela. Hace cuatro años pudimos con él: cuando insistió en acomodarse en su pecho. Y le vencimos. Pero ahora la situación es más complicada, el cáncer ha diseminado sus tropas por el ovario, el peritoneo, el pulmón... El muy capullo ha cambiado de estrategia y sus efectos secundarios cada vez son más visibles. El cansancio poco a poco está dominando a mi abuela. Y claro, quien no la conozca podrá pensar que a sus casi noventa y un años es normal que esté en casita descansando, pero ella jamás ha sido así. Sus inquietudes siempre la han mantenido despierta e inquieta. "Huy, Emma, esta tarde no puedo ir a tu casa porque tengo que acudir a ver una película japonesa que emiten en el Centro Cultural Galileo", me comentaba todos los jueves después de terminar de ver su adorada serie "Tiempos difíciles", de la que siempre se queja por la cantidad de anuncios que ponen en los intermedios. Y ahora se deja mimar. Nos mira con cara de felicidad y aunque no le hayamos dicho nada ella sabe lo que tiene. La semana pasada estuvo ingresada en el Ramón y Cajal porque la disnea no la dejaba dormir, ni moverse y su corazón sufría innecesariamente. "Espero irme pronto, con los niños, con vosotros, aquí me miman mucho...pero prefiero estar en casa", suspiraba a los cuatro días. Y por fin está de nuevo en la residencia estival: descansando, comiendo escasamente y disfrutando de sus biznietos.
En la puerta del jardín cuelga un cartel advirtiendo de la peligrosidad del perro (Kaos) y me estoy planteando sustituirlo por uno que ponga "Hospital de campaña". Parece una exageración, pero no lo es: mi madre tiene una infección en la boca que le ha generado un terrible flemón que trata con antibiótico; Álvaro ha sido invadido por una bacteria, tiene las piernas en carne viva como si fuera un leproso y, encima, no puede ir a la piscina porque es muy contagioso; Diego toma un jarabe para eliminar su tos seca; Alonso sigue enganchado a su aspirina plus que alivia sus jaquecas; yo tengo un herpes invasor en el labio y mi abuela observa con cautela el cajetín que le ha preparado mi madre con las distintas y numerosas pastillas que debe tomar cada día (¿seguro que todo esto son vitaminas?, pregunta con cara de incredulidad) .
¿Verdad que tendría que poner el cartel de "Hospital de Campaña"?

P.D.: Las mascotas están estupendas.

viernes, julio 27, 2007

Momentos de felicidad

Hay días donde la felicidad te invade un segundo y te emocionas. Intenté no mostrar mi cara de satisfacción al oír a la doctora decirme que como mínimo tendría que estar de baja hasta el siete de agosto. Sonreí y aguanté la tentación de comérmela a besos. Encima ahora ya no debo llevar la férula, sólo un separador de dedos de silicona que estropea el romanticismo de cualquier noche. Tanta adrenalina debía apaciguarla y nada mejor que darle un viaje a la Visa. Al final me decidí por un colorido bañador que marca, si cabe, aún más mis orondeces, y los uniformes de los niños (¡qué dineral!). Esta tarde me pasaré por la zapatería porque debo renovar todo mi calzado ya que es perjudicial que utilice zapatos deformados por mi antiguo juanete. ¡Alonso, por mi cumple, zapatos!, exclamé al enterarme. ¿Pero no te ibas a hacer la depilación láser de diodo?, contestó perplejo. Me quedé muda. Bueno, pues entonces zapatos y depilación, no vaya a ser que me quede traumatizada, expliqué tranquilamente. Mi emoción fue tal que al llegar a casa preparé con "el bicho" un delicioso arroz con leche y la tortilla de patata que le habían adjudicado a Diego para la fiesta del campamento. Diego, la próxima vez a ver si tienes más suerte al sacar el papelito de la chistera y te toca la latita de aceitunas, ¡que menuda gracia lo de la tortillita!, rugí mientras pelaba las patatas.
Esta mañana me he arrastrado como todos los días hasta la piscina, he estirado la toalla, me he preparado mi coca-cola light, he puesto los manguitos a Álvaro, nos hemos untado de crema de protección 30 y he sonreído al broncear mi ya bronceado cuerpo. Ay, qué suerte estar de baja aunque a veces tenga dolores...

lunes, julio 23, 2007

Maruja guadarrameña

Esto de llevar vida de maruja me tiene emocionada. No paro. Estoy siempre liada y con cien mil actividades. Los niños absorben gran parte de mi tiempo, bueno, la mayor parte. Esta mañana, por ejemplo, me he ido con Álvaro a hacer la compra a Mercadona, luego, a buscar a Diego y a su amigo Alejandro (¡consiguieron plaza la segunda quincena de julio en el campamento!). Tras la comida, aprovechando que se habían quedado abducidos por la Nintendo y el último juego de Harry Potter, he aprovechado para rematar la limpieza del jardín (lo de tener residencia estival es agotador) y arreglar una mesa. A las cuatro y media, toque de corneta y puesta en fila. Chicos, ¿queréis ir al pantano?, les pregunté con tono autoritario. ¡¡¡Sí!!!, gritaron los tres emocionados. Guau, guau, ladró Kaos. Pues os dejo diez minutos para que recojáis y coloquéis el cuarto y los juguetes que están desperdigados por el jardín. No es justo..., musitaron con ojos de cordero degollado. Bueno, si cuando vuelva no está todo perfecto no vamos al pantano... A los diez minutos su "orden" lucía en sus dependencias y nos fuimos al prometido pantano de la Jarosa. Hace quince días descubrimos en la barbacoa que organizan todos los años Mayte y David, y a la que este año hemos asistido más de cuarenta personas (prometo fotos), un pequeño riachuelo en el que los niños disfrutaron como si estuvieran en el Acquopolis. Decidí repetir la aventura y allí me fui con todas mis fieras: Diego, Álvaro, Alejandro y Kaos. Gozaron tirándose por los toboganes de granito y retozando en el barro de los charcos cercanos. Kaos se esmeró en destrozar un tronco de cuatro metros de largo y yo dejé que mi pie descansara un poco de tanto estrés y disfrutara de su baja laboral.
Pero lo que me tiene loca, loca, loca es el préstamo de mi hermano y Virginia. No, no es un préstamo económico que este mes hemos cobrado paga extra, je, je. Es un préstamo que están degustando todos nuestros amigos residentes en Guadarrama. Y es que estoy enviciada, aunque mi primera experiencia fue catastrófica. Resuelvo la intriga: me han prestado la Thermomix. Un súper robot de cocina que hace de todo y del que todo el mundo me hablaba maravillas. Ahora ya puedo presumir de mi catálogo de comidas: purés, gazpachos, setas al ajillo, granizado de limón... Pero el primer día fue terrorífico. Llegué con el súper robot a casa y entre la emoción y las ganas de hacer alguna maravilla con la Thermomix me abstuve de leer con detenimiento el manual de instrucciones. Puse los ingredientes básicos del gazpacho, los trituré, añadí el agua y justo antes de dar al botón leí en el libro de recetas que el agua debía incorporarse más tarde. En fin, no creo que afecte mucho, pensé tranquilamente. Giré el botón de potencia y vi elevarse la tapa del robot, y sentí como mis camisa y mis tetas eran bombardeadas por gazpacho a presión, y la cocina varió su tono blanco por un tono rojo tomate, y desenchufé a toda velocidad la thermomix, y grité con risa histérica a Ana para que me ayudara a limpiar el desaguisado de casa. ¡Qué desastre! -pensé al mirar mi pie operado todo lleno de gazpacho-, pero ganaré la batalla. Ahora estoy encantada con "el bicho" (nombre familiar y cariñoso que he adjudicado al robot), ayer lucí mis artes con un delicioso granizado de limón que duró un suspiro en los paladares de Javier, Do, Isabel, Pablo, mi abuela, mi madre... Y mi Alonso, cuyas dotes culinarias tras doce años de matrimonio aún son desconocidas por mí, está pensando en aprender a utilizar "el bicho".
Y encima mi madre ha contratado el Adsl en Guadarrama ya que el vecino al que pirateábamos la línea ha desaparecido del mapa o la ha codificado para que no tengamos acceso (¡será idiota!). Así que ahora ya no debo desplazarme hasta el centro del pueblo para acceder a internet. Resumiendo: ahora gorroneo a mi madre la línea Adsl y de paso su ordenador portátil; a mi hermano y a mi cuñada, la Thermomix; y a... Bueno, será mejor que calle no vaya a ser que me quiten privilegios. Besos.

martes, julio 03, 2007

Sigo viva

Aunque parezca mentira sigo viva. Sí, ya sé que como estoy de baja tendría que haber escrito con mayor frecuencia que antes, haber generado montajes fotográficos merecedores de un gran premio o haber relatado paso a paso todo lo que me ha sucedido, ¡pero no he podido! Y no es que esté tumbada en un lecho de dolor, ¡es que tengo a mis hijos de vacaciones! Bueno, más que hijos son lapas porque están todo el día a mi alrededor mimándome, mareándome y organizando mi vida: mamá, hoy al cine; mamá, hoy se viene Daniel a dormir a casa; mamá, a la piscina; mamá, vamos a pintar; mamá, al cumpleaños de Mónica... Así que cada vez que escucho "mamá" me pongo a temblar, aunque para temblores los de Alonso que este mes se ha ganado cielo ejerciendo de taxista y cumpliendo estoicamente mis órdenes (incitadas por los niños): Alonso, llévales al cumple, llévales al cine.... Y os preguntaréis (esto me lo digo yo a mí misma) ¿Y cómo es que hoy escribes en el blog? Tatatachánnnn!!!! Hoy escribo en el blog porque mis hijos, mis adorados hijos, han comenzado a ir al campamento y, aprovechando mi tiempo libre, me he colado en la sala que ha habilitado el ayuntamiento de Guadarrama (¡que ya me he trasladado a mi residencia estival!) de acceso gratuito a internet. Oye, que tiene mucho mérito, que me he venido a paso tortuga con mi muleta y mi pie ya está quejándose y martirizándome con sus latigazos de dolor. Aunque sufra, necesitaba un contacto con mis lectores o con mi persona. Seguiré colándome en esta sala, relataré mi caseras experiencias y, cómo no, volcaré fantásticas fotos. Besos y felices vacaciones a los que ya las estén disfrutando.

jueves, junio 14, 2007

A por ellos, oé...

Los nervios no son por el post operatorio, ni por el dolor de dedos, ni por los músculos de mis brazos cansados de tantas muletas. No, los nervios son por el partido de fútbol de esta tarde. La competición comenzó el lunes, pero el equipo de Diego no jugó hasta el martes. En mi situación de reposo era difícil acudir, pero cuando Diego me rogó por la mañana que fuera a verle tocó mi fibra sensible y planifiqué cómo ir. A media tarde vino la madre de Rubén, Asún, a buscarme con su coche. Me desplacé torpemente con mis muletas y le agradecí infinitamente su gesto. Llegué al colegio y los compañeros de Álvaro me bombardearon con cien mil preguntas: ¿te han cortado el pie?, ¿te has caído?, ¿por qué llevas muletas?, ¿nos las dejas un poquito?... Álvaro, detrás, explicaba a todo el mundo, emocionado, que yo era su madre y se fue al cumpleaños con la madre de Cristina. Me arrastré por el patio, entré en el colegio y me enfrenté a las escaleras que debía descender para llegar al campo de fútbol sala. Sin gran arte bajé escalón a escalón y llegué hasta la grada. El pie cada vez estaba más inflamado. Todo el mundo me ayudó y me interrogó sobre mi percance. Una que es imperfecta, fue la frase que más dije. El partido comenzó y los gritos atronadores invadieron el recinto. Al poco, la desilusión, un gol, dos goles, tres goles... Al final, perdieron cinco a cero. Los niños sudaban como pollos. Chicos, tranquilos, que lo habéis hecho fenomenal, les animábamos todos los padres abrazándoles y contentos por ver como habían intentado defender su honor.
El miércoles mi pie se resintió y me quedé en casa con Álvaro que no paraba de chapotear en la piscina. Ana ejerció de representante familiar y acudió a ver el partido. A mitad de partido la llamé por teléfono. Van ganando tres a cero, la escuché gritar en medio del alborozo. Y el partido mejoró. Resultado final: 8-0. Diego llegó pletórico, excitado de victoria, gritando "¡¡¡ooooocho a cero, ooooocho a cero!!!". Y esta tarde es la semifinal. Y allí iré yo en taxi, para gritar como una loca, para animar a mi niño, para vociferar a todos sus compañeros y calmar un poco mis nervios.

P.D. Hoy me han retirado el vendaje. Externamente el pie sólo muestra unas pequeñas y mínimas incisiones. Sin embargo, la cirugía interna ha sido bastante compleja y agresiva: además del juanete y del dedo gordo, me han tenido que intervenir en todos los dedos para cortar los tendones y evitar que se agarroten más. Ahora tengo que llevar una férula y mentalizarme a vivir mi baja laboral. ¡Con lo que me gusta a mí ir a trabajar al periódico!

martes, junio 12, 2007

Un juanete menos

¿Te han operado alguna vez?, me preguntó la anestesista mientras comprobaba en qué vena me iban a poner la vía. Y una que es imperfecta por naturaleza sonrió. Bueno, alguna vez, dije con media sonrisa: me han operado del pie izquierdo, me han extirpado un ovario, el apéndice, ah, también me han quitado un cornete, un polipo kilian, más dos epidurales para los partos... Y creo que no se me olvida nada más. La anestesista elevó las gafas que se escurrían por su nariz. Osea que no estás nada nerviosa, me interrogó con simpatía, veo que te han operado en casi todas las extremidades de tu cuerpo.
Al cabo de unos minutos mi imperfecto cuerpo descansaba sobre la camilla del quirófano. Sentí el dolor de los pinchazos de la anestesia local en mis tobillos y el sedante causó efecto y me adormecí. No sé cuánto tiempo paso. Mis ojos se abrieron y escuché el traqueteo de una sierra o un martillo, me incorporé e intenté cotillear. Observé como mi dedo gordo estaba cortado de un extremo a otro. Una enfermera me empujó levemente para que siguiera tumbada y decidí que no iba a volver a curiosear la carnicería de mi pie.
Subí a la habitación en silla de ruedas y allí estaban mi amado Alonso y mi madre. ¿Qué tal?, preguntaron con intriga a mi pie vendado. Todo bien, al final ha sido con anestesia local, expliqué tumbándome en la cama. Al rato aparecieron mi abuela y Pepe. El teléfono no paraba de sonar y mi pie seguía adormecido. Poco a poco el sedante me fue adormeciendo y sucumbí en un profundo sueño.
Mi madre apareció a primera hora de la mañana. Aún no sentía el pie y tenía deseos de irme. La enfermera nos confirmó el alta, bajé con mis muletas y mi madre cargó con todos los bultos. Alonso nos esperaba abajo. Mis muletas me trasladaron hasta casa. Mis suegros iniciaron el proceso de visitas matutinas. Luego, por la tarde, mi abuela Mary, mi prima María y Víctor. El sábado, mi madre. Y el domingo, Roberto, Virginia, Manuela, Cayetana, Escuer, Montse, mi abuela Avelina y mi madre. Y siempre, mis niños, que me han mimado, me han pisado si querer el pie, han jugado con mis muletas y, sobre todo, se han bañado en la piscina mientras yo leía tranquilamente un libro.
Poco a poco, parece arreglo mis innumerables imperfecciones. Y para que veais que no miento os ilustro con unas horribles imágenes no aptas para cualquiera. Je, je

domingo, junio 03, 2007

La casa invadida

"Estoy en el castillo de Disney", leí en el mensaje de Alonso desde Alemania. "Pues yo estoy a punto de montar un parque infantil en casa", contesté al ver el follón que se me venía encima. Miré por el retrovisor y comprobé a toda la tropa que llevaba en el coche: Álvaro, David, Alejandro y Diego. Al llegar a casa les puse en fila, como hago siempre, y les solté las instrucciones: lo primero que vais a hacer es ducharos, poneros el pijama, cenar y, según como os portéis, os pongo luego una película. Todos asintieron y sonrieron de emoción. Se ducharon entre risas y dejaron el baño como si fuera un pantano, se vistieron dando saltos de cama en cama y me amenizaron la cena contando todas sus aventuras infantiles. Álvaro intentaba seguirles el ritmo, pero tras el cumpleaños que había tenido esa tarde sus párpados empezaban a flaquearle. ¿Podemos ver una película?, me preguntaron con cara de no haber roto un plato. Sí, pero antes vamos a hacer un poco de teatro para ver si Álvaro se duerme, susurré para que no me escuchara el peque. Al cabo de cinco minutos, Álvaro estaba en la cama de Diego rodeado por todos sus amigos. Apagué la luz, les rogué silencio e intentaron que se durmiera, pero fue imposible. Bajamos al cuarto de estar y les puse en el DVD "Men in black". Álvaro cerró los ojos a las once y media. A las doce y media le cogí en brazos y le llevé a su cama. Chicos, subid que ya es hora de dormir, dije al apagar la tele. ¡¡Jo!!, se quejaron los tres mientras obedecían mis órdenes. La locura llegó al meterse en la cama. Brincaron de una a otra. Alejandro y David reían histéricamente porque era la primera noche que dormían en casa de un amigo. Y Diego reía a carcajadas de emoción por compartir su cuarto con sus amigos. A la una y media de la mañana seguía escuchando sus cuchicheos desde mi cama. Por Dios, no se van a dormir, pensé intentando despejar mi sueño que por una vez hizo pronto su aparición. A las dos cayeron en un profundo sueño.
Les oí gritar por la mañana y sentí que mi cuerpo aún no había descansado, salté de la cama y me fui a verles. ¿Queréis desayunar?, pregunté con legañas en los ojos. ¡¡¡Sí!!!, contestaron totalmente despejados y animados. Bajé a la cocina y se me cayeron de golpe las legañas al ver la hora que era: ¡las siete de la mañana!. Yo les mato, rugí al poner las tostadas en la tostadora. Álvaro se despertó con los gritos de la tropa. "Mamá, haz que se haga otra vez de noche", suplicó Álvaro con su carita de sueño. Intenté que se durmiera, pero la excitación al ver tantos niños en casa se lo impidió. A las diez de la mañana me los llevé al parque Juan Carlos I, y treparon por el castillo pirata, se tiraron en tirolinas, hicieron carreras.... Y yo empujé la bici de Álvaro. Esto es para ti, me dijeron los tres mayores. Y observé el maravilloso ramo de flores silvestres que me habían hecho. Chicos, es el ramo más bonito que me han regalado, exclamé emocionada y a punto de comérmelos a besos. Agotaron sus fuerzas y a la una y media dejé a Alejandro en su casa. Luego, a David. Yolanda, la madre de David, me invitó a comer en la terraza de su ático porque ambas compartíamos la misma situación: teníamos al marido de viaje. Y los niños aún fueron más felices. Y se pasó la tarde y por la noche me entró el cansancio y llevé a mis Alonso a cenar al Mc Donald´s y cayeron en la cama agotados y con cara de felicidad.

viernes, junio 01, 2007

Propósitos imperfectos

Si me asesinaran, decapitaran mi cabeza, me extrajeran la dentura y me arrancaran las uñas, no habría problemas para mi identificación. El resultado de la autopsia sería revelador. Mujer blanca, de unos treinta y picos años, europea. Observaciones: le falta un ovario, el apéndice, un cornete, tornillo en el pie izquierdo e incisiones varias en ese miembro. Resumiendo: un desastre de mujer. Así que tanta imperfección tiene su lado positivo. Animada por mis pensamientos macabros y consciente de mis dolores de pie, he decidido igualar las imperfecciones, aumentar mis marcas de identificación y el próximo jueves acudiré al quirófano para que me eliminen el juanete derecho y me implanten otro tornillo (¡con todos los que me faltan!). Mis aparejos de inválida descansan en el maletero del coche: un par de muletas, un férula, un zapato anatómico horroroso… Ay, qué pena no rozar la perfección.
Los nervios me están atacando por momentos, y no por la operación en sí, sino por todo lo que tengo que solucionar antes de la intervención: ropa de verano de los niños, disfraces para la fiesta de fin de curso, bañadores… Para no estresarme, y aprovechando que mi Alonso está en Alemania, he invitado esta noche a dormir a dos amigos de Diego y una amiga de Álvaro. Sí, ya sé que me meto yo sola en los follones, pero en el fondo me encanta. Ahora me iré corriendo a comprar la chuches de los niños, las palomitas y demás chuminadas.
Pensando, pensado, he decidido que debo aprovechar mis días de baja. Me planteo varias opciones. Primera, pedirle a mi hermano la Thermomix e iniciarme en ese mundo culinario, pero este plan perjudicaría a mis kilos de más que aumentarían estrepitosamente. Segundo, aprender a coser (no es que me tiente mucho, pero el disfraz que le ha hecho a Ana a Álvaro es una maravilla y me ha dado envidia). Tercero, revisar todo el blog e imprimirlo para la familia. Cuarto, pintar la casa. Quinto, organizar todos los papeles y libros. Sexto, hacer la obra del jardín. Séptimo, pintar camisetas y zapatillas para los niños… Muy bonitos mis planes, pero conociéndome seguro que dentro de un mes me lamentaré por no haber cumplido ninguno de mis propósitos. ¡Y esta imperfección no se puede operar!

lunes, mayo 28, 2007

Sangre, sangre y más sangre

Esta mañana, lunes, día odiado por mí, he abierto los ojos y he exclamado ¡por fin ha pasado el fin de semana! Y todo tiene su explicación. La noche del viernes salí a cenar con mis amigas del cole: cena en un italiano, unas cuantas cervecitas en un bar cercano y a las tres, para casita. El sábado me levanté cansada, pero ejerciendo de madre ejemplar, me fui con mis fierecillas a comprar a la galería comercial y después al parque Juan Carlos I a jugar al fútbol y dar de comer a los patos. Tras la comida, me posicioné en el sofá y me quedé dormida. Alonso percibió mi cansancio y se fue dar un paseo en bici con los niños. Al cabo de hora y media me llamó: "Emma, ven a buscarnos al colegio, los niños se han metido por cientos de charcos y están empapados". Fui a por mi tropa y noté como el dolor de cabeza se iba acentuando. Tras los baños y las cenas, Álvaro se quedó dormido y Alonso y Diego aprovecharon para ir a la sesión de noche a ver "Piratas del Caribe 3". Como soy muy apañada y me molesta que por una bolsa de palomitas me cobren seis euros, preparé la mochila de Diego con sus palomitas de microondas y su botellita de agua. Mamá, qué emoción, voy a ver otra vez a Jack Sparrow, exclamó mientras se colocaba su pañuelo de pirata. Al verles salir por la puerta, me tumbé en el sofá e intenté sofocar mi dolor de cabeza. A las doce me levanté a por un vaso de agua y el horror y las nauseas me golpearon con fuerza. Lucas, mi gato lesionado, se estaba desangrando (o eso pensaba yo) y había manchado toda la casa con charcos enormes de sangre. En la cocina, en el lavadero, en el sofá del salón, en las escaleras... No había lugar limpio de sangre. Desesperada preparé la fregona con un litro de lejía y me dispuse a limpiar a toda velocidad, consciente de que si venían los del CSI me detendrían por asesinato. Una hora después logré borrar las huellas del homicidio fallido y me metí un Nolotil en vena para ver si así apaciguaba mi tremendo dolor de cabeza y las asquerosas nauseas. Alonso y Diego llegaron emocionados. Bueno, Emma, has disfrutado de tu soledad, dijo Alonso con sonrisa tierna. Calla, Alonso, calla, que no sabes el suplicio que he vivido, comenté mientras le relataba mi aventura felina.
Pero ahí no acaba la historia. El domingo Álvaro me despertó porque quería tomarse el biberón. Abrí un ojo, intenté abrir el otro, pero la inflamación me lo impidió. ¡No!, grité desesperada. Corrí al baño, me acerqué al espejo y vi mi temor hecho realidad: el Nolotil me había dado alergia y se me había hinchado todo el ojo. Bajé a preparar el biberón y me recibió de nuevo una cocina plagada de sangre. Me senté en el sofá e intenté dominar mi ataque de nervios. En un par de horas vendrían por casa Javier y Mary Luz y el espectáculo era dantesco. Desesperada corté una botella de trinaranjus y se la coloqué a Lucas en la cabeza para que dejara de herirse, preparé el biberón y el desayuno de Diego, limpié de nuevo la sangre y Alonso colocó la planta de arriba. A la una votamos, a las dos olvidamos las penas y en el aperitivo abrimos una botella de vino tinto para alegrar la comida y disfrutar de la compañía de Javier y Mary Luz. La tarde se esfumó velozmente. A última hora salí a dar un paseo con los niños y al volver comprobé como la sangre de Lucas volvía a tomar posiciones en la cocina. ¡Por Dios, que se acabe este suplicio y llegue el lunes!, rogué al tirarme con mi cansancio, mi ojo inflamado y mis nauseas a la cama.

viernes, mayo 25, 2007

Ataque felino

Huy, mira qué mal está Lucas, comentó Alonso al ver que el gato elevaba el rabo y no encontraba postura para tumbarse. Observamos al felino y el lunes lo llevé al veterinario. Tras una radiografía y otras cuantas pruebas diagnosticó. A Lucas le ha mordido otro gato en el inicio del rabo y tiene una infección interna, dijo Agustín, el veterinario que en dos días me ha sableado 180 euros. Le inyectó unos antibióticos, un antiinflamatorio y me explicó los medicamentos que debía administrarle. El martes, al llegar a casa, mi preocupación fue en aumento. Lucas tenía parte de la piel del rabo sin pelo y un bulto gigantesco que desvelaba la sangre coagulada de su interior. Alonso lo llevó rápidamente al veterinario y le dijo que era normal, que por ahí estaba supurando la infección y que lo lleváramos al día siguiente para que se lo limpiara a conciencia. Vaya, me quejé yo, pues mañana tenía que ir a hacer la compra. Resignada me levanté, desayuné, cogí el transportín de Lucas y le llamé, pero no vino. Qué extraño, pensé, estará tumbado en algún sofá. Le busqué y rebusqué. La lluvia cada vez era más intensa. Alonso, Lucas no está en casa, le dije por teléfono. Yo le he visto esta mañana salir por la ventana, tal vez le haya pillado la lluvia y no volverá hasta que se apacigüe un poco. El reloj marcaba la hora de ir a trabajar. Ana, si ves a Lucas, llámame, estoy preocupada, no es normal que con cuarenta de fiebre, una infección y en ayunas desaparezca tanto tiempo, comenté.
Hora de la comida: Lucas no aparece. Cinco de la tarde: seguimos sin saber de él, los niños comienza su búsqueda por un terreno cercano, el parque e interrogan a los vecinos. Nadie lo ha visto. Llamo al veterinario y le informo de lo sucedido. Mi mente calenturienta se lo imagina muerto en alguna esquina. Baño a los niños, les pongo el pijama, salgo de nuevo al jardín y veo a Lucas en casa de la vecina. ¡Chicos, ha aparecido Lucas! Saltamos el muro y lo recuperamos. Su aspecto cada vez es peor, la piel se ha despegado de su cuerpo, la sangre cubre su rabo y se ven los músculos interiores del rabo. Alonso, ¿puedes llevar al gato al veterinario?, interrogó por teléfono. Emma, imposible, tengo muchísimo follón, contesta con tono estresado. Diego y Álvaro me miraron con ojos de súplica. Mamá, ¿podemos ir contigo? Pero si estáis en pijama, contestó con media sonrisa. Bueno, está bien, poneros el abrigo y os venís conmigo.
Agustín se frotó los ojos al ver el espectáculo: Diego y Álvaro en pijama, yo con cara de desesperación y Lucas con el rabo en carne viva.
Te traigo el kit completo, le dije al entrar en la consulta. Los niños bombardearon al veterinario con mil preguntas, pero una vez que Lucas estuvo dormido y Agustín iba a cortarle la parte de piel que tenía muerta, le rogué a los niños que esperaran fuera. Jo, mamá, no me dejas ver "House" y tampoco me dejas ver como curan a Lucas, refunfuñó Diego al salir.
Ahora Lucas está que da pena, le tengo que inyectar dos medicamentos en el profundo agujero que tiene en su cuerpo y, por supuesto, no puede salir de casa. Pero, por lo menos, esa noche dormimos tranquilos al ver que nuestra fiera estaba en casa.

jueves, mayo 24, 2007

Pedales

La misión del sábado era ir a Guadarrama para traer las bicicletas. Según cogimos el desvío hacia la carretera de La Coruña gritamos ¡qué atasco! Y el teléfono sonó. Era mi hermano Roberto para invitarnos por la tarde a su piscina. Mira, Roberto, casi mejor vamos ahora, en cinco minutos llegamos e improvisamos una comidita, es que hay un atasco..., le dije autoinvitándome y sin darle opción a réplica. Así que la familia Peña-Calle se vio invadida por la familia Alonso-Peña. Los niños según llegaron se pusieron los bañadores y chapotearon en la gélida piscina con Manuela que lucía un modelito morado de neopreno. Cayetana, como era de esperar, estuvo todo el día colgada de su madre (ay, ahijada, qué pesadita eres) y el pollo al chilindrón duró diez minutos en la mesa. A última hora cumplimos con nuestra misión: recoger las bicis.



El domingo nos presentamos en la salida de la carrera ciclista a las once de la mañana. Diego se fue rápidamente con sus amigos Alejandro y Jaime Centeno, Alonso mostraba sus piernas musculosas y se hidrataba para no desfallecer en la competición, Álvaro pedaleaba sobre su bici con ruedines y yo, ataviada con un chándal rosa, me preparaba para correr tras Álvaro y socorrerle en caso de cansancio o ayudarle para que no se chocara contra algún árbol (aún no sabe frenar). Agotadita terminé, Álvaro cogió velocidad y recorrió un amplio trayecto. A mitad de la carrera volvimos mi peque y yo al coche y nos fuimos hasta la línea de meta. Todos llegaron eufóricos y emocionados. Además, en el sorteo que realizaron con todos los competidores, nos tocaron unos calcetines horrorosos y una camiseta aún más fea pero que fue ampliamente elogiada por los niños.





Mamá, ¿me puedo ir a comer a casa de Alejandro?, suplicó Diego. No sé, Diego, comenté. Venga, déjale, apostilló la madre de Alejandro, además también se puede venir Álvaro para jugar con Cristina. ¿Pero estás segura de que te quieres llevar a mis hijos terroristas?, pregunté con cara de sorpresa. ¿Por qué dices eso?, me interrogó Ángeles. Ya sabes que eso es lo que opina el padre de David López... Y ambas reímos.
Así que mi amado y yo disfrutamos de una tarde tranquila de domingo: comimos en un restaurante y vimos "Zodiac" en el cine. ¡Qué lujazo!

Los primos en la barbacoa...



Y los cuñados hablando de política o de mujeres o de vicios...

martes, mayo 22, 2007

Hijo superdotado, padre gilipollas

La fase ninja de Diego y sus amigos nos traen a todos de cabeza. Su diversión actual consiste en pegarse como los ninjas, aplicar las técnicas de Naruto y los ataques de los pokemony cada día termina uno llorando. Diego, la semana pasada, apareció con toda la cara marcada por los arañazos de David, a Daniel le dio Pablo una patada en sus partes… Lo mejor de todo es que sólo se zurran los que son amigos. Vamos, que no son técnicas que utilicen con sus “enemigos”.
El miércoles en plena discusión por ver qué pokemon tenía más fuerza, Diego recibió dos collejas, se levantó y empezó a pelearse con Rubén. “Diego estate quieto”, gritó la madre de Rubén sin darle la mayor importancia. Ana corrió a ver qué ocurría y Diego empezó a llorar. Ana se acercó al grupo de padres para ver qué había sucedido. Nada especial, que se estaban pegando, como siempre, comentó la madre de Rubén. Diego dice que Rubén y David le han dado dos collejas, dijo Ana mientras consolaba a Diego. De pronto, el padre de David, armario de dos metros y con doble capacidad para su gilipollez, empezó a vociferar a Diego y a Ana, les llamó mentirosos, les insultó y aseguró que su hijo era perfecto, que nunca mentía, que nunca pegaba, que era el mejor de todos… Mamá, me he sentido como una hormiga pisoteada por el padre de David, me lloró Diego a través del teléfono. Indignada y molesta, hablé con el resto de las madres que habían estado esa tarde en el colegio y todas coincidieron: “Emma, ha sido horroroso. El padre de David ha perdido los papeles, ha empezado a gritar y perdóname pero me he quedado tan paralizada que no he sabido actuar”.
El viernes acudí al colegio para intentar zanjar el problema. Vi al gilipollas en mitad del patio del colegio.
–Diego, vete a jugar con tus amigos, que tengo que hablar –dije mientras me acercaba al padre de David – Buenos días, Óscar (nombre ficticio para evitarme problemas), soy la madre de Diego y quería hablar contigo sobre lo sucedido el miércoles.
–Ah, ¿sí?
–Sí, simplemente quería decirte que estoy molesta con lo que ocurrió.
–¿¿Qué?? –empezó a gritar como un ordinario, acercando su cara a la mía y sin respetar mi espacio vital. – Antes de insultarme tendrás que oír mi versión.
–Perdona, yo no te he insultado, simplemente te he dicho que estaba molesta porque creo que tú no eres quien para insultar a mi hijo y a su cuidadora. Creo que nosotros como adultos no debemos crear conflictos entre los niños, y si tienes algún problema lo debes hablar conmigo. Además, Diego en ningún momento pegó a tu hijo. Así que no entiendo tu actitud.
Sus gritos empezaron a escucharse por todo el patio del colegio. Calmadamente le ofrecí un papel con todos mis teléfonos apuntados y él lo rechazó con la mano. De pronto, sentí que me estaba avasallando y por ahí no iba a pasar.
–Óscar, por favor, baja el tono. No tienes que gritarme.
–Te grito porque me has insultado. Además tu hijo es un mentiroso, el mío no miente nunca y jamás pega.
–Pues será el único. Veo que tu hijo es perfecto, el mío no, Diego tiene imperfecciones al igual que yo, y para eso estamos mi marido y yo, para educarle, y no voy a permitir que mi hijo esté toda la tarde llorando y sofocado por tus gritos y que la cuidadora no haya dormido en toda la noche.
–Tú a mí no me llamas mentiroso y no tergiverses mis palabras… –gritó durante diez minutos cientos de palabras mientras su saliva salpicaba mis gafas de sol.
–Óscar, de todas formas, no me parece normal que tu hijo esté escuchando esta discusión.
–Pues si la está escuchando es por tu culpa. Haberme llevado a un rincón y así el niño no estaría aquí. Además, mi hijo es muy adulto y puede escuchar todo…–siguió vociferando.
Dios mío, este hombre está loco, pensé mientras mis manos temblaban pero con energías más que suficientes para defenderme. Vamos, si le llevo a un rincón me parte la cara.
Aguanté media hora sus gritos y falta de educación.
–Óscar, yo sólo he venido a decirte que si tienes algún problema que me llames, que no involucres a los niños.
Él se giró e intentó zanjar la conversación. Pero le llamé.
–Por favor, Óscar, vamos a darnos la mano y olvidar este asunto. –le dije mientras le tendía la mano. Porque ante todo yo iba a quedar como una señora.
Según se fue se acercó la madre de Daniel con la cara lívida.
–Emma, qué horror, no he escuchado la conversación, pero con ver la actitud que tenía ese hombre hacia ti… Te tenía aprisionada.
–Déjalo, Marta, intentad no tenerlo en cuenta, pero te juro que estoy atacada de los nervios: me tiemblan las manos y se me ha hecho un nudo en el estómago. Y pensar que ese gilipollas ha gritado a Diego…
Me fui con los niños a la piscina e intenté relajarme. El domingo (más adelante lo contaré) fuimos a una competición ciclista y las madres de Alejandro y Jaime me mostraron su apoyo y su indignación con el gilipollas.
Ay, qué mal lo pasé, creo que jamás nadie me ha gritado como ese sinvergüenza. ¡Pobre David, su hijo!

jueves, mayo 17, 2007

Oídos y primos

Un llanto a las tres de la mañana. Saltó de la cama y corro hacia la habitación de Álvaro. Álvaro grita asustado al comprobar como la sangre se desliza por su nariz. Rápidamente le llevo al baño, le limpio, le tranquilizo y tras media hora le vuelvo a meter en la cama. Mamá, quiero el bibe, solloza. No, Álvaro, aún es de noche, tienes que dormir, susurró con tono bajo. Pero él insiste, llora y suplica. Por fin, el sueño le vence y el mío se desvanece. Deambulo por la casa con el insomnio metido en la venas y me pongo a colocar los papeles de hacienda. Las cinco de la mañana. Mi agobio por no dormir me obliga a meterme en la cama e intentar captar las ondas oníricas. Un grito se escucha en mitad del silencio. ¡Ay, ay! Salto de la cama y corro hacia la habitación de Diego. Mamá, grita Diego, me duele la muela. Le observo con calma. Diego, no es la muela es el oído. Llora con furia. Venga, cielo, vístete que nos vamos a urgencias, le comentó con suave voz. ¡Ay, ay!
A las seis y cuarto llegamos a la sala de espera del Hospital San Rafael. Sólo una pareja con un niño nos acompañan. Y les conozco: el ex alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano, con su mujer y su nieto. No puedo evitar sonreír por la casualidad o más bien por la curiosidad. Diego Alonso, acuda a la sala cuatro, se oye por el megáfono. La doctora le osculta, observa su oído y nos da el diagnóstico: leve otitis. Ya son las siete y media de la mañana, vamos a la farmacia compro los medicamentos y Diego se emociona con los tapones de oído que tendrá que utilizar a partir de ahora para bañarse en la piscina. Me arrastro hasta casa. Diego ya no quiere dormir, enciende la tele y aprovecho para echar una cabezadita.
El resto del sábado se escapó entre el orden, las petunias y los juegos. Y el domingo, barbacoa de primos. El evento, en el jardín de los padres de Virginia. Una maravilla. Los niños (Mónica, Vitín, Manuela, Diego y Álvaro) corrieron como locos, se bañaron en la helada piscina, gritaron, se columpiaron... Y nosotros, "los adultos" disfrutamos porque los niños estaban entretenidos y pudimos hablar y reír. Y falta Cayetana, que fiel a sus costumbres, sólo quiso estar en brazos de su madre. Y el vino se esfumó en el paladar de Nico, Clara, JF y yo. Y la cerveza sin alcohol, en el de Virginia, María, Víctor y Roberto. Y todos compartimos las chuletas, la chistorra, la morcilla y los helados de avellana y almendras. Y en breve repetiremos, porque hay tradiciones que hay que mantener.

PD: Mañana, fotitos

jueves, mayo 10, 2007

"Opá" voy a hacer un corral...

Isabel y Pablo organizaron el sábado un cena para que viésemos cómo había quedado la obra de su casa y nos echáramos unas risas. Antes de ir, recogimos a mi madre con la teta aplastada y la mandíbula dolorida por el tortazo que se dio en una inauguración. La gente más que la exposición elogio el vuelo sincronizado que realizó mi amada madre al bajar por una pequeña rampa: saltó, voló y se estampó contra el suelo. “Menos mal que no llevo silicona, me habría estallado”, pensó mi avergonzada madre tirada sobre la alfombra y levantándose rápidamente para disimular su vergüenza. Según nos acercábamos al portal de Pablo e Isabel, mi madre admiró mi modelito y mi belleza (ay, qué modesta soy).
—Emma, vas muy guapa. Estilo “opá”. —comentó.
—¿Opá?
—Sí, Emma. Qué inculta eres. Es un estilo de los años sesenta.
—Pues no me suena.
—Hija, conéctate a internet y así te enteras. Ay, me extraña tanto que no lo conozcas...
—Pues a mí tampoco me suena el estilo “opá” —me apoyó mi querido marido.
—¡Cómo sois! —exclamó mi madre zanjando la conversación.
Antes de que el ascensor llegara a la tercera planta se me iluminó la mente. Bueno, más que la mente me acordé de la imaginación e inventiva de mi madre y hallé la solución.
—Mamá, seguro que es estilo “opá”.
—Sí, pesada.
—¿No será “pop art”?
—Hmmm... Bueno, eso “opá”.
Y Alonso y yo nos empezamos a reír a carcajadas.
—Así que la inculta era yo —dije entre risas— Pop art, mamá, pop art.
—Hija, ha sido un lapsus.
La velada en casa de Isabel y Pablo fue fantástica, aunque Roberto y Juan Fran salieron un poco humillados y avergonzados —Virginia no porque lo tiene asumido desde que su abuela le dijo a Roberto que su nieta era una "inútil" porque no sabía ni coser, ni cocinar, ni planchar...—. La humillación invadió a mi amado Alonso al contemplar como Pablo había montado la fantástica cocina de Ikea con la sierra de calar, como cocinaba (vamos que yo quedé culinariamente hablando a la altura del betún en comparación con la cena que nos sirvieron, toda elaborada por Pablo). Y, el remate: al finalizar la cena Pablo nos ofreció un maravilloso concierto de piano.
—Alonso, contigo me he equivocado —le dije antes de dormirme—. O me das un tercer hijo o me separo de ti. Ni tocas el piano, ni cocinas, ni montas muebles... Aunque, para qué negarlo, te quiero mucho.

viernes, mayo 04, 2007

Y como lo prometido es deuda...












La avioneta tardó veinte minutos en alcanzar los cuatro mil metros, el ruido era atronador, el pánico poco a poco fue invadiendo a Pepe. De pronto, una voz se escuchó entre el rugir de los motores: "En dos minutos abrimos la puerta". Pasado ese tiempo la portezuela se abrió, el aire revuelto invadió el pequeño interior de la avioneta y los expertos paracaidistas se lanzaron al vacío. Por último, Pepe y su monitor. Los nervios se esfumaron con el viento. Un minuto en caída libre y Pepe se sintió como Dios. Al cabo de sesenta segundos, el monitor abrió el paracaidas, un golpe seco y la calma le permitió disfrutar del paisaje como si fuera un águila negra. ¿Quieres más emoción?, le preguntó el monitor. Pepe asintió y empezaron a girar, a tomar velocidad y la adrenalina se escapó a raudales entre gritos y gestos. Y ahora, Pepe presume delante de todo el mundo porque, como dice él: ¡soy el más valiente!

La "morida"

El lunes, como todos los lunes, tocaba piscina. Así que me colgué la mochila a los hombros, cogí a mis niños y nos fuimos hacia allí. Antes de llegar una monitora paró su coche a nuestro lado.
-¿Vais a la piscina? -preguntó con cara seria.
-Sí.
-Es que hoy la piscina está cerrada. Ha muerto Doña Carmen y nos vamos todos al entierro.
-Vaya, cuánto lo siento -contesté a la monitora mientras le daba el pésame.
Y olvidé lo sucedido, pero Álvaro no. Antes de dormirse me interrogó con preocupación.
-Mamá, ¿mañana tengo piscina?
-No
-Claro, como hay una mujer "morida" en la piscina...
-No, Álvaro, no hay ninguna mujer muerta en la piscina.
-Sí, que lo ha dicho la monitora...
-Ha dicho que estaba malita.
-No, yo la he oído: hay una mujer "morida" en la piscina. Así que no quiero ir porque hay una mujer "morida" nadando en ella.
Hoy viernes tiene clase de natación y esta mañana me ha preguntado: ¿habrán quitado a la mujer "morida" de la piscina?
Ay, pobrecito mi niño.

El puente

Este fin de semana he gastado mis escasas energías en intentar agotar las exageradas energías de mis niños. Y no lo he conseguido. El “plan agotamiento” de los niños comenzó el sábado con una gratificante excursión a Consuegra, pero no llegamos porque el desvío no estaba indicado en la carretera general y, sin darnos cuenta, arribamos a Puertolápice (y si no nos plantamos en Córdoba fue de casualidad). Comimos en una terracita soleada justo al lado de una antigua corrala y nos fuimos rápidamente a Lillo para ver cómo Pepe se tiraba en paracaídas. En el aeródromo estaban aparcadas dos avionetas antiguas que rápidamente fueron utilizadas por los niños como toboganes o atracciones de feria. Manuela se unió velozmente al clan de los primos y el resto disfrutamos y temblamos al ver como las avionetas se perdían en el cielo y, al cabo de unos minutos, lejos muy lejos, aparecían unos minúsculos puntos negros que pasado un tiempo se convertían en paracaidistas. Los nervios florecían cuando se presentó un "paraca loco" e informó a los siguientes locos del aire qué debían hacer, qué instrucciones seguir y, sobre todo, les alentaba para que al surcar los cielos se sintieran Dios y que no olvidaran cerrar la boca al mirar hacia abajo porque podían ahogarse por la presión de la glotis. Pepe, ¿seguro que quieres tirarte en paracaídas?, pregunté con voz entrecortada. Emma, es lo que más me apetece del mundo, contestó con ilusión. Pero su ilusión duró un instante porque el "paraca loco" elevó la vista, contempló el cielo y les miró con cara triste. Chicos, lo siento, pero con este tiempo es imposible lanzarse, habrá que posponerlo, dijo con su mono macarra ceñido a sus piernas. Así que salvo Pepe todos respiramos tranquilos y volvimos en caravana a Madrid.
El “plan agotamiento” continuó el domingo con una gratificante excursión por Segovia con mi prima, Víctor y sus niños. Los ocho visitamos las cuevas de Enebralejos formadas por estalagmitas y estalactitas y nos sorprendimos por los misterios que oculta la naturaleza. Al salir el estómago nos reclamó alimento y acudimos al restaurante “La Cañada Real” donde nos saciamos de cecina, croquetas, paté, lacón, pastel de bacalao, asado, ensalada, filloas, helado casero y, para digerir esta dietética comida, un licorcito de manzana. Arrepentidos y con dos kilos de más nos fuimos a Navafría, al Chorro. El pinar nos recibió en la entrada y subimos quinientos metros en cuesta hasta contemplar la fabulosa cascada de “El Chorro”. María y yo subimos a trancas y barrancas, ahogadas por el cordero y pensando que nos iba a dar un ataque de flato; Diego y Mónica corrían como locos gastando sus energías subiendo y bajando—¡cómo lo harán!—, y Víctor y Alonso ejercieron de padres ejemplares llevando a sus menores a hombros.
Llegamos a Madrid a gatas, pero los niños seguían con sus energías intactas y aguantaron el sueño hasta las doce de la noche. Yo les mato, rugió Alonso.
El lunes, moscoso al tanto y disfrute de mis niños: parque y más parque, pero tampoco les cansé.
El martes, aprovechando que mis suegros ejercían de mega abuelos, nos concedimos una romántica cena en el restaurante argentino "La Recoleta". Nos sentaron en un reservado, en una mesa cercana cenaban dos parejas con ojeras y cuatro niños revoloteando a su alrededor. Me sorprendió porque no es el típico restaurante para ir con niños. Alonso observó a nuestros vecinos y levantó la mano para avisar al maitre. Por favor, nos podrían cambiar de mesa, es que para un día que salimos sin niños... Y disfrutamos de la cena en una silenciosa mesa y después nos tomamos unas copas y por la mañana me tomé un gelocatil para poder venir a trabajar.

PD. Y Pepe finalmente se tiró el martes en paracaídas. En breve, las imágenes