domingo, marzo 29, 2009

Piedras oníricas

"Piedras oníricas"
Domingo. El frío ha vuelto. Comemos en el italiano. Los clásicos dominan la mesa: penne para Álvaro, calzone para Diego y de postre, un tiramisú para Alonso. JF se va al hospital.
-Mamá, ¿podemos ver la tele?
-No.
-¿Jugar a la Wii?
-No. Diego, llama a Stéphan y vete con él en bici a buscar piedras.
-¿Piedras? -pregunta Diego con desidia.
-Sí, piedras.
Vuelven con la mochila cargada. Saco las témperas y creamos las "piedras oníricas". Las horas pasan y ellos se divierten.

Los artistas

Después, dos partidas de Rummy. Cada vez juegan mejor. Me ganan. La radio suena de fondo. Escuchan los pitidos que anuncian que son las ocho.
-¿Podemos ver la tele? -suplican con ojos entornados.
-Sí, ahora sí.
-¡Uff! -resoplan con emoción y trotan escaleras abajo.

viernes, marzo 27, 2009

La piscina

Pensé que el cúmulo de estrés había llegado a su punto álgido, pero me equivoqué. La apertura del nuevo centro deportivo me ha generado una ansiedad incontrolable.
Tras las pruebas de nivel de natación de mis hijos debía inscribirlos en la nueva piscina. El martes era el turno de Álvaro. Ningún problema, pensé yo, mañana iré a primera hora.
Ring, ring.
-Emma, me han dicho que la gente está acudiendo prontísimo a hacer cola para matricular a los niños -me explicó Yolanda.
-¿En serio?
-Sí. Jesús va a ir a las seis y media de la mañana para inscribir a David.
-¿En serio? -repetí atónita y horrorizada al vislumbrar el madrugón que me tendría que dar (¡que yo soy un búho!)
-O incluso antes.
-Pues si no te importa, dile a Jesús que cuando yo llegué me acercaré a él y me haré pasar por su mujer.
-Vale, de acuerdo.
Por la noche coloqué tres despertadores en mi mesilla. Sonaron a las 6:45, salté de la cama, me duché y acudí con mi cara somnolienta al centro deportivo. Según bajé del coche...
-Emma, esto es surrealista. Hay un tío que ha venido a las dos de la mañana con una hamaca y una manta. Yo he llegado a las 6:45, me he apuntado en la lista y no me han dejado inscribirte. Soy el número 42. -me explicó Jesús.
Del susto se me quitó el sueño y me apunté en la famosa lista (¡estoy de listas: lista del ERE, lista de espera para la residencia de rehabilitación, lista de la piscina...!).
-¿En qué puesto estás? -preguntó Jesús.
-El 60.
-¡Qué mal rollo!
A las ocho comenzó la inscripción. Las marujas neuróticas (puestos 4, 5, 6 y 7) gritaron que el primer grupo del martes y jueves ya estaba cerrado.
Sms: "Jesús, te voy a dar disimuladamente los papeles de Álvaro. Intenta colarle. Me veo sin plaza"
Al rato, como un carterista del centro de Madrid, Jesús pasó a mi lado y se llevó mis papeles.
Pasada media hora:
-Por favor, me guardan la plaza, voy a salir a fumar un cigarro -expliqué al señor número 59 y 61.
-Sí, tranquila -contestaron con educación.
Encendí mi pitillo, me alejé un poco de la entrada y llamé por teléfono:
-Jesús, matricula a Álvaro a las 11:05 del sábado y domingo, que a las 10:00 no coincide con Diego.
-Entendido. -contestó desde la terrorífica cola.
Jesús pasó al mostrador de inscripciones, mis nervios se agarraron al estómago. El 59 y 61 me hablaban. Yo no me enterba de nada. Salió, me miró y negó con la cabeza.
-Imposible, Emma. Solo dejan matricular a los propios hijos, he intentado decir que vivíamos juntos, que eras mi segunda pareja... pero me han solicitado el certificado de convivencia.
-Bueno, tú tranquilo.
Veinte minutos hablando y llegó mi turno.
¡¡¡Lo conseguí, Álvaro tiene plaza los sábados y domingos a las 11:05!!
Salimos súper contentos, Alonso apareció después de dejar a los niños en el colegio y nos fuimos los tres a tomar un copioso desayuno y reírnos de todas nuestras hazañas matutinas.
E-mail: "Emma, Jesús ha vuelto a la piscina, ha cambiado el horario de los peques para que coincidan con los tuyos. Besos. Yolanda"
¡¡Bien!!

Y el lunes tengo que matricular a Diego... ¡¡Qué horror!!, ¿a qué hora pongo el despertador?, ¿conseguiré plaza?... ¡¡Qué estrés!!

viernes, marzo 20, 2009

Blanco y negro


BLANCO:
"Operación garbanzo"
El fin de semana pasado nos reunimos casi todo el grupo de amigos del colegio y acudimos a León para comer el famoso cocido maragato. El sábado compartimos vicios: algunos saborearon las especialidades leonesas en Astorga y otros jugaron al golf. A las cinco nos reunimos frente a la puerta de la catedral de León. Tras la visita, acudimos a casa de Chema y Leticia, los anfitriones. No hay palabras para describir el fantástico chalet en el que viven: al contemplar el vestidor soltamos unos cuantos gritos (anuncio de Heineken), mi envidia insana apareció al descubrir la inmensa estantería que abarcaba las dos plantas, una cocina de ensueño, una despensa de lujo... "Me siento como si estuviera en la serie Miami Vice", comentó Antonio al observar el jardín.
Los niños corrieron al ala de juegos infantiles (más que ala, alerón). Chema se colocó su delantal de rayas y comenzó a dar instrucciones culinarias: "Mayte, corta las aceitunas en rodajitas", "Nuria, extiende la sobrasada sobre las tostas y coloca encima un poco de brie"... Las risas, anécdotas y el buen vino amenizaron el trabajo: dar la cena a los infantes y poner la mesa para los padres.
Llegó la calma y aprovechamos para degustar los manjares elaborados por Chema: empanada, pizza, tostas, embutido... David, mientras, nos fotografiaba para trasladarnos a otro tiempo con su pda... Y la noche se escurrió con dulzura y con la promesa de repetir en breve.
Al día siguiente, en Castrillo de Polvazares, saboreamos el famoso y copioso cocido maragato de Casa Maruja. Rebosantes de comida volvimos a nuestros lugares de origen con la sonrisa pegada a la cara y la felicidad de haber vivido un fantástico fin de semana con la mejor compañía posible.
¡Todo un éxito!


NEGRO:
Ictus
Pero la felicidad nos duró poco tiempo. La vuelta al trabajo nos sumergió de nuevo en el ERE, el monotema que nos está amargando la vida y sobrellevamos con dignidad. Pero lo peor estaba por llegar. "Emma, me acaba de llamar mi hermano, a mi padre le ha dado un ictus (infarto cerebral)", dijo Alonso al acercarse a mi mesa. Y... y no tuve palabras que decir... y vi como corría al hospital... y sentí el miedo... y noté como los pilares que sustentan mi vida empezaban a tambalearse (familia, trabajo...)... y el miedo aumentaba... y deseo que acabe este mes de marzo, este negro mes de marzo.

domingo, marzo 08, 2009

Resumen del finde

Manuela cumple cuatro años. ¡¡Bien!!


Viernes. Cena de primos para celebrar el cumpleaños de mi abuela Mary. Un éxito.

Sábado. Acudo por la mañana a trabajar y por la tarde a la celebración del cumpleaños de Manuela. Los niños enloquecieron con los hamsters. Los adultos, con el fútbol. El empate evitó que la sangre llegara al río. Mi pobre Alonso, solo frente a la marabunta.

Domingo. Luce el sol. El buenhumor me invade. Diego, el as del balón, marca un golazo y ganan el partido por 4-1. La emoción nos lleva al nuevo restaurante italiano que han abierto al lado de casa. Antes de traer la cuenta les abandono para venir a trabajar. Pasan cinco minutos. Suena el teléfono.

-Emma, casi me mato -me cuenta Alonso.
-¿Qué ha pasado?
-Me he dado un golpe en el pasillo del restaurante.
-¿Qué?
-Me he despistado mirando la zona de la cocina y me he estampado contra un poste. Tengo la ceja rota y estoy mareado.
-Espera, que voy a casa.
-No, ya estoy mejor.
-¡No os puedo dejar solos! Deberías ir al médico.
-Me he puesto hielo y me ha bajado el hinchazón.
Pasan tres minutos. Vuelvo a llamar.
-En serio que estoy bien, Emma.
Diez minutos. Llama Álvaro.
-Mamá, papá ya está mejor.
Miro en el twitter y mi Alonso relata su aventura: “Casi me parto la crisma al salir de un restaurante. La ceja rota, como en un combate de boxeo. El oponente era un poste que no he visto”

PD. En cuanto le vea, si se deja, le hago una foto. Esta noche dormiré con Rocky Balboa...

De doctor en doctor

La batalla vírica ha sido la nota dominante de esta semana.
**********
Álvaro lloró su dolor estomacal y corrí asustada al pediatra.
-Pues Emma parece que el niño está bien. Tiene el estómago blando y no tiene fiebre. Debe ser un virus -me explicó la doctora mientras seguía palpando su estómago- Álvaro, ¿te duele la tripa al hacer pis?
Álvaro asintió con cara dramática.
-Sí, me duele mucho -contestó con esa media sonrisa que delata sus mentiras.
-¿Seguro que te duele? -le interrogué con mi cara de "no mientas, niño".
-Sí.
-Bueno, pues le vamos a hacer un análisis de orina. Tal vez tenga una infección. -sentenció la pediatra y me dio un bote para la orina.
En el trayecto hacia casa volví a interrogar al futuro ganador del Oscar a la mejor interpretación.
-Álvaro, nunca me habías dicho que te doliera la tripa al ir al baño. ¿Seguro que te duele, cielo? -le dije con tono de mimo.
-Bueno, mamá, no me duele (je, je)... Era una mentirijilla.
Agarré con fuerza el volante y dejé que mi malhumor y mis pensamientos asesinos se esfumaran por la ventana.

**********
Al día siguiente, agotada por no dormir, acudí a mi amado doctor para que me recetara mi arsenal contra el asma y las alergias.
-Emma, llevo 24 horas esperándote.
-¿Y eso?
-Tenías cita ayer.
-Huy, pues no me he dado cuenta. Lo siento. ¡Qué despiste!
-Ya me extrañaba a mí que no hubieras venido... ¿Qué te ocurre?
-Nada grave, vengo a por mis recetas.
-Y el resto cómo va.
-Todo bien, salvo los mareos, aún continúo con ellos aunque por ahora no me he vuelto a desmayar.
-Te voy a mandar al neurólogo.
-¡¡No, no, que no estoy tan mal!!
-Es que no es normal que una chica joven como tú tenga esos mareos.
Y, como es habitual en él, me subió mi ánimo EREtico, salí con una sonrisa de oreja a oreja y reconocí que tengo al mejor doctor del mundo.

**********
Esa noche los dolores atacaron a Diego. Volví al pediatra. Lo examinó y pese a no encontrar nada grave me formalizó un volante de urgencia por si fuera una apendicitis encubierta, motivo más que suficiente para que estuviera otra noche más sin dormir.

¡¡Necesito dormir!!

miércoles, marzo 04, 2009

Tres letras

Me despierto contenta. El optimismo fluye por las venas. Las preocupaciones son banales: organizar la visita de amigos a León, decidir los entrantes de la comunión de Diego, batallar con la dermatitis de Álvaro... El día transcurre con fluidez. A las siete, los deberes. Ring, ring, suena el teléfono. Es mi Alonso, compruebo antes de descolgar. Su saludo frío me preocupa.
-¿Qué ocurre, cielo?
-Ya está hecho.
-¿El qué?
-La empresa...
-¿Qué ocurre con la empresa?
-Presenta mañana el ERE.
Y en una fracción de segundo siento como el pánico me hiela.
-Pero... -balbuceo.
-No sé más, Emma. Ahora hablamos en casa...
Diego percibe mi preocupación.
-¿Qué ocurre, mamá?
-Nada. Tú tranquilo.
-No, cuéntamelo.
-No es nada, solo que hay algunos problemas en el trabajo...
El teléfono suena unas cuantas veces. La información vuela. La cabeza no para de pensar. El corazón se resiente y los pilares se empiezan a tambalear.
La noche se esfuma entre sueños extraños.
Al día siguiente me recibe en el periódico un puñetazo de desilusión que me golpea con fuerza. Los corrillos se multiplican por los pasillos. Los rumores se filtran por cada esquina. El ánimo repta sin fuerzas por el suelo. Y la ametralladora de preguntas no para de disparar: ¿te has enterado?, ¿cómo estás?, ¿qué opinas?, ¿a qué hora es la asamblea?...
Cada vez me siento más cansada, más derrotada... Y aún falta lo peor: un mes de negociación, de movilizaciones, de tristeza, de pena, de información real, de rumores falsos... Después, cualquier día, tal vez, suene el teléfono y escuche: Emma, por favor, baja al despacho de Recurso Humanos, tenemos que hablar contigo... O no.