miércoles, junio 22, 2011

Piratas, bestias y chapuzones

Diego y Jack Sparrow, unos auténticos bucaneros
En el jardín, escondidos tras unos arbustos, ríen Mowgli y Baloo. Bambi salta por el césped y Mickey y Minnie pasean por el castillo de la Cenicienta. Por un día el colegio se convierte en "Hispanilandia" y todos los niños acuden disfrazados de personajes de Disney (Peter Pan, Aladdin, Campanilla...) para actuar en la fiesta de fin de curso.
Diego, un auténtico pirata del Caribe, y sus compinches pelean y bailan espada en mano. Álvaro y sus amigos representan los platos de la vajilla de La Bella y la Bestia. Y a los padres, no podía ser menos, se nos cae la baba y contenemos las lágrimas de la emoción.

Javier, Daniel y Álvaro, unos platos muy redondos

Después del espectáculo, cena de despedida de niños y padres en, ¡cómo no!, la terraza del campo de fútbol. Ellos juegan, nosotros disfrutamos.

La cena de los artistas
El sábado, para inaugurar la temporada estival, reunión de primos en la piscina y el clásico paseo a las vías del tren al que no acudí tras recordar mi última y patética experiencia (aquí). Al final de la noche, cenita en el jardín, chapuzón nocturno y muchas dosis de felicidad.

Los primos y un vecino sobre las vías del tren
Contaría que también he jugado al pádel, que intenté marcar un punto impresionante, que erré y en vez de dar a la pelota estampé la pala contra mi rodilla y ahora la tengo magullada y amoratada, pero, la verdad, no me parece digno de mención ;-)

lunes, junio 13, 2011

Los cuatro magníficos, la amistad, Laura Gallego...


Los cuatro magníficos en La Cabrera


El tiempo invita a cenar en el jardín. Álvaro está nervioso. Por la mañana se va a casa de su amigo Ignacio en La Cabrera. También van Daniel y Javier, los cuatro amigos al completo. Maite (con i latina, que luego se enfada) ha decidido organizarles una escapada a los cuatro magníficos y ellos no pueden controlar los nervios.


Hay que alimentar a las fieras

Diego está tranquilo, deseoso de ser hijo único durante dos días. Todo parece perfecto hasta que mi Alonso me dispara con sus palabras.
─Emma, por cierto, este fin de semana trabajo.
El vino casi me atraganta.
─Pero si me toca a mí...
─Ya, pero... ─Mientras me explica su situación, mis neuronas empiezan a razonar: "Álvaro está colocado, se va con sus amigos. ¿Qué hago con Diego por la mañana? Con mi familia no puedo contar, con Ana, la cuidadora, tampoco..."
─Vale, no te preocupes, ahora es tarde pero a primera hora de la mañana lo soluciono.
Alonso sonrió.
─¿Estás segura?
─Sí, totalmente.
Uno de los mayores tesoros que hay que cuidar es la amistad, sobre todo la verdadera, la que se basa en la confianza. Son pocas las amigas que aúnan esas cualidades y por ello hay que mimarlas, compartir confidencias, reír en los momentos alegres, llorar en los tristes... Un golpe de teléfono a Esther y Diego se fue a la piscina con su amigo Antonio. 
Por la tarde, dos horas de pádel: en una pista, las madres y en la otra, los infantes.
Y por la noche, nos juntamos las parejas con los niños en la terraza del campo de fútbol para inaugurar la temporada de verano, saborear las tostas de jamón, la ensalada de tomate, el churrasco y los bocatas de lomo y panceta para los niños. Muchas risas, muchas cervezas y algún que otro enfrentamiento entre los pequeños.
De vuelta a casa me acordé de mi promesa. "¿La habrá olvidado?", pensé muy optimista. Mis pensamientos se equivocaron.
─Mamá, mañana tenemos que ir a la Feria del Libro para que Laura Gallego me firme el libro ─me recordó Diego.
Alonso volvió a sonreír.
A primera hora del domingo me calcé mis deportivas y volví al Retiro con Diego y su amigo Antonio. El calor derretía la tinta de los libros. Llegamos a la caseta (más bien una jaima) de su adorada escritora y por poco me desmayo: más de quinientas personas hacían cola para conseguir una firma. Entre los adictos estaban otros amigos de Diego: Alejandro, Daniel... Los padres nos miramos desencantados. "Es imposible llegar", dijimos al unísono. Al cabo de media hora, los responsables de la Feria del Libro nos dieron la razón y obligamos a los niños a abandonar su sueño, aunque por lo menos se colaron entre la gente y pudieron ver a Laura Gallego en persona y fotografiarla. (aquí, el disparo sin compasión)
─Emma, tienes mala cara ─me dijo Luis por la tarde en el periódico.
─Sí, estoy un poco cansada: trabajo, pádel, cenas, Feria del Libro... No tengo fuerzas.

Alejandro, Diego y Antonio, lectores fieles de Laura Gallego

martes, junio 07, 2011

Entre amigos, pelotas y libros

El sudor de mi frente es lo único que desentona con mi vestir "padeliano": faldita rosa, Adidas blancas, camiseta... Sobre mi hombro, la raqueta de pádel, un poco de cansancio y mucha alegría porque la pareja Alonso-Peña ha ganado. 
Antes de llegar al coche freno en seco.
─¡¡¡No!!! ─grito consciente de mi fallo.
─¿Qué ocurre, mamá? ─pregunta Álvaro.
─Ay, tu padre se ha llevado en su coche mi bolsa de deporte.
─¿Y?
─Que en ella están mis llaves, mi cartera, mi móvil... No puedo abrir el coche, no puedo llamarle, no tengo dinero y dentro de una hora he quedado para cenar.
Álvaro sigilosamente coge una bola y empieza a pelotear contra la pared. De pronto, recuerdo que Esther está jugando al tenis. Corremos a las pistas y llamo a mi Alonso desde el móvil prestado.
─Alonso, no te lo vas a creer...
─¿Pero qué te ha podido pasar en quince minutos?
Pese a sus quejas por mis sucesos paranormales acude en mi ayuda. En casa las agujas del reloj me estresan, desisto de alisarme el pelo, una ducha rápida, una coleta, gafas (ni tiempo para ponerme las lentillas) y corro a buscar a Mayte. A las nueve, a la hora prevista, llegamos a La Gran Pulpería. Después de una cerveza bien fría acuden el resto: Marta, Carmen, Elena, Conchi, Lola, Esther, Ángeles y el pulpo a feira con cachelos, la tortilla de Betanzos, las croquetas de centollo, las empanadas... Y, ¡cómo no!, nuestro amado Ribeiro y Albariño. La nocturnidad nos abraza y nos dejamos seducir. Al final, Mayte y yo, mano a mano, sin darnos cuenta, sin quererlo, cerramos la noche degustando un mojito en un irlandés.
A las tres y media apoyo la cabeza sobre la almohada y escucho cómo mi ángel bueno me recuerda que en unas horas debo acudir a mi clase de pádel. "Sí, no lo he olvidado", contesto con voz onírica y fuerza de voluntad.
Pese a las dudas de todos, a las nueve y media devuelvo con la pala las pelotas (mi vista las duplica) que me manda Diego, el míster, y comparto unas cuantas carcajadas con mis amigas padelianas.
Una fría ducha, trabajo y por la tarde, sin fuerzas y con el orgullo tirando de mí, otro partido de pádel con mis hombres...
Podría contar que el sábado, aprovechando que Chema y Leticia vinieron a Madrid, cenamos en Beef Place y tomamos unas copas con el resto de amigos del FEM, que el domingo recorrimos la Feria del Libro en El Retiro y nos dejamos tentar por "Alas Negras", de Laura Gallego; "Los enamoramientos", de Javier Marías; "Honrarás a tu padre", de Gay Talese... Que por la tarde, antes del diluvio, jugamos otro partido de pádel... Pero me siento cansada y  no sé por qué. 




Mis hijos, mi padre, los libros...