lunes, febrero 03, 2014

Rescate acuático con dos bolsas de basura


Sí, la que viste unas glamurosas botas de agua amarillas y luce dos antiglamurosas bolsas de basura en las piernas soy yo. ¿Que por qué voy así vestida? Una larga historia que empieza a las seis de la tarde de un domingo frío y soleado. Un gran día para que Álvaro jugara con el barco electrónico que le trajeron los Reyes Magos en el lago artificial del parque Juan Pablo II.
Todo parecía perfecto hasta que abrí la boca.
─Álvaro, intenta pasar el barco entre los dos géiseres del lago. Vas a ver qué chulo.
Cumplió mis órdenes, giró el volante de su mando teledirigido pero no controló bien la distancia y nuestros gritos no pudieron evitar el desastre: el barco chocó contra el géiser, volcó y se quedó atascado en la plataforma.
─¡Mi barco! ─lloró Álvaro.
Alonso miró, negó con la cabeza y sentenció.
─No hay forma de recuperar el barco, habrá que comprar otro.
─Papá, ¿y si me meto en el agua?
─Imposible, está helada.
─Alonso, no seas aguafiestas, seguro que algo podemos hacer ─barrunté.
─Emma, no empieces con tus locuras, el barco está a más de 30 metros en mitad de un gélido lago... Venga, vámonos.
Asentí, miré a Álvaro, le guiñé un ojo y le susurré al oído: "tranquilo, cuando anochezca y el parque esté vacío rescataré tu barco, algo se me ocurrirá".

Mi idea genial consistió en disfrazarme de buzo con los elementos que tenía en casa: botas de agua, bolsas de basura y film transparente para reforzar la unión entre las botas y las bolsas.
Partí con mis pintas hasta el parque, no se veía mucha gente y la oscuridad jugaba a nuestro favor.
Me senté en el borde del lago.
─Mamá, ten mucho cuidado.
─Tranquilo, Álvaro, recuperaré tu barco.
Me tiré sin tener en cuenta un pequeño detalle: la profundidad del lago era mayor y pese a toda la protección el agua se coló por mis pantalones.
─¡¡¡¡Ay, me he empapado, me estoy congelando!!!
─Mamá, sal.
─¡De perdidos, al lago! ─grité como si fuera Frank de la Jungla.
Avancé a grandes zancadas con mis bolsas de basura llenas de agua helada, rescaté el barco y volví como alma que lleva el diablo hasta la orilla.
─Mamá, eres la mejor, pero sal del lago que la gente nos está mirando. 
(Por dignidad, omito explicar cómo salí)
Cuando tuve los pies sobre la tierra, arranqué las bolsas de basura, el papel film y corrí empapada hasta el coche. Me quité los pantalones, los calcetines, las botas y conduje descalza hasta casa.
─Álvaro, cuando lleguemos tráeme la toalla grande del baño y mis zapatillas.
(De nuevo, por dignidad, obviaré contar que mientras esperaba mi equipo de rescate mi vecino salió a pasar al perro, eso sí, no se percató de mi situación).
Y por fin, cuando no había nadie que me pudiera observar, entre en mi hogar, helada, con el barco rescatado y soñando con una ducha de agua caliente.

Consejo del día: No navegar entre dos géiseres.