lunes, febrero 22, 2016

Desastre imperfecto


El mundo parece feliz. Yoda y yo por el pinar, pino arriba, pino abajo. Ella libre como el viento, rebozándose en el césped, corriendo tras la pelota que le lanzo, conociendo otros seres caninos... Una hora paseando, el método ideal para quemar calorías, disfrutar de la naturaleza y comprobar la inteligencia de Yoda que acude a mis silbidos y está pendiente de mi posición. Todo parece perfecto hasta que descubro mi imperfección. Miro mis manos, vacío mis bolsillos, palpo mi cuerpo en busca de escondites secretos... "¡No puede ser, Yoda! ¡He perdido la llave del coche!", grito entre los pinos con la mirada atónita de la perra. En el coche, bajo el asiento delantero está escondido mi bolso con la cartera, mi documentación y las llaves de casa. En la guantera, la tarjeta de acceso al trabajo... Mi mente bulle. No tengo otra llave de repuesto y no sé cómo se lo voy a explicar a Alonso. Mantengo la calma porque este tipo de situaciones me suceden con frecuencia. Debo desandar lo andado. Retomo los caminos del pinar y me siento como el personaje de un cuento infantil perdido por el bosque, sin recordar exactamente si había tomado el camino de la derecha o la izquierda. A mi mente acuden la Virgen del Carmen y San Antonio ─a los que siempre rezan en caso de extravío mi suegra y mi madre─ y les suplico que aparezcan la llaves. "Busca, busca", ordeno a Yoda que no entiende mis palabras.
Al cabo de un kilómetro y medio y la desesperación dominando mis nervios veo a dos mujeres, corro hacia ellas con desesperanza. 
─Perdonen, ¿no habrán encontrado una llave de coche?
Ambas, vestidas con gran estilo, me miran con media sonrisa y me hacen feliz.
─Sí, estaba tirada en mitad del camino. La hemos dejado sobre ese poyete que está ahí a lo lejos.
Tengo ganas de abrazarlas, de invitarlas de desayunar, de hacerme íntima amiga suya.
─Mil gracias, de verdad. No os imagináis lo que estaba sufriendo.
Vuelvo con Yoda, mi llave de coche engarzada en el llavero de Minnie, la pelota, la correa y adorando a San Antonio, la Virgen del Carmen y esas dos mujeres encantadoras que me han hecho feliz.
Alonso, no te lo vas a creer pero... ¡Hoy la suerte me ha sonreído, he encontrado una aguja en el pajar! ¡La fuerza me acompaña!

jueves, febrero 04, 2016

Cuestión de carácter


El frío amanece en Madrid. Por el parque Juan Carlos I me cruzo con un corredor y una señora mayor que pasea a su perro. "¡Lo que voy a disfrutar cuando Yoda pueda salir a la calle!", pienso sin sentir los dedos helados de mis manos. La música suena en el único casco que se cuela por mi oído derecho. Me gusta la soledad matutina. En mi mente surgen mil ideas, argumentos que quiero desarrollar, alguna que otra maldad... Por más que intento caminar por las zonas con sol mi cuerpo no entra en calor. Sin ningún tipo de pudor elevo la bufanda circular de mi cuello para cubrir mis orejas. Mis rizos se escapan por los laterales y mi imagen pierde todo su glamour. "Que no aparezca nadie conocido", suplico mientras acelero el paso con mis pintas y buen humor. 
Sonrío. Los retazos de recuerdos del pasado y el presente reafirman la fuerte personalidad de mis hijos. Diego, con tres años, me suplicaba cada mañana que le pintara en la frente con el lápiz de ojos el rayo de Harry Potter ─su gran ídolo de aquella época─ y se iba al colegio tan feliz con sus "súper poderes". Álvaro, al contrario que su hermano, odia Star Wars, pero es un fan absoluto de "Los mercenarios 2", interpretada por grandes estrellas como Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger. Los pósters del film presiden la pared imantada que le pinté este verano. 
A Diego le gusta la pizza, el sushi y la Coca-Cola (todo lo que odia su hermano). A Álvaro le gustan los espaguetis boloñesa, el jamón serrano y el Trinaranjus (todo lo que odia su hermano). Solo coinciden en una puñetera cosa: su pasión por el Real Madrid (el equipo que odia su madre atlética)

La pared imantada con los posters de "Los mercenarios 2"