miércoles, abril 05, 2017

Vinos y amigos en La Rioja

Amistad con sabor a vino

─¡Diez champiñones con gambas, cinco cortos de cerveza y cinco de vino! ─la potente voz de Basi, el gran anfitrión, retumba por la zona de tapeo más conocida de Logroño, la calle Laurel. 
   La tropa de nueve amigos le sigue y se deja mimar por el auténtico español que nació y vivió en Bilbao, veranea en Alberite (Logroño), trabaja en Madrid y bucea en la costa catalana. Un hombre hiperactivo que exprime nuestro tiempo para que gocemos de su increíble tierra.
   Los estómagos revientan de placeres: patatas bravas, pinchos de oreja, "matrimonio", brochetas... Y más vino, que no falte el vino. De remate, un gin tonic en el "Ibiza" para celebrar nuestra fugaz amigo-escapada al Norte.
   El estrés de la agenda viajera nos despierta a primera hora de la mañana del sábado. A las diez acudimos a las bodegas CVNE, en Haro. El guía nos explica cómo se elaboraba el vino de antaño, cómo distinguir los sabores, la astringencia de los caldos, nos pasea entre barricas, nos descubre el cementerio (una cueva cubierta de moho que nos traslada a una película de miedo) y salpica con amenas anécdotas la visita con olor a uva. 
   Después de pasear por el barrio de la estación, donde se concentran varias bodegas como Muga o López de Heredia, nos dirigimos al restaurante José Mari, en Rivas de Tereso, para alimentar nuestros hambrientos estómagos con unas patatas a la riojana y unas chuletitas de cordero a la brasa. Y más vino, que no falte el vino.


Rutas, calados y risas
   
   Para bajar tantos excesos, recorremos las calles medievales de Laguardia, en la Rioja Alavesa, y volvemos a Alberite, el lugar donde se desencadena la locura. 
   Hasta esa noche todo parecía normal: excursiones, comida, risas... Pero ay, no sabíamos  que Alberite esconde un secreto que solo conocen los lugareños como Basi. Os lo voy a desvelar: en la ladera de la montaña se ocultan impresionantes calados o bodegas familiares  donde se elaboran litros de vino para saciar la sed de amigos y familiares. 
   Luis (John Wayne), un hombre que destila simpatía y emoción por la tradición vinícola, nos muestra su calado que alberga, a temperatura natural y constante, las barricas. Como buen riojano descorcha varias botellas de su cueva para que gocemos del sabor intenso y penetrante de su vino. Después, nos dirige a su sala de reliquias plagada del instrumental agrario del siglo pasado y un antiguo ejemplar de ABC. En otro calado, nos ofrece su cava artesanal que comenzaron a elaborar hace unos cuantos años. 
    Nuestros cuerpos caminan haciendo eses hasta la bodega de Víctor (Liam Neeson), el yerno de Luis e íntimo amigo de Basi y Marta, que nos ha preparado una copiosa cena en su choco que comunica por una escalera con su reformado calado. Víctor, entre brindis y brindis, nos descubre el vino que bebe el Papa, las anécdotas de su pueblo, sus aventuras empresariales... 
   Al subir al choco, el porrón con el líquido burdeos preside la mesa. Alrededor, ensaladilla rusa, chorizo y salchichón artesanal, croquetas, champiñones, pan de pueblo. Y más vino, que no falte el vino. Antes de explotar, y aunque sean las dos de la madrugada, unas carrilleras al vino que se deshacen en la boca. La noche se esfuma entre chistes subiditos de tono, carcajadas, intentos de asesinato y una forma de caminar que más que eses hace equis
   El domingo el grupo de diez amigos resacosos no puede abandonar Logroño sin tomar de nuevo unos pinchos de champiñones, cebarse en la sierra cebollera y, con pena, volver a la capital, a la rutina... ¡Pero con más vino en la sangre y alegría de vivir!
   Mil gracias, pareja.

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