jueves, julio 13, 2017

¡Quiero ser una espía!


Mi gran sueño es convertirme en espía: ser una mujer interesante capaz de seducir a cualquier mandatario mundial, colarme en su despacho, abrir la caja fuerte, extraer los documentos secretos y fotografiarlos con la minicámara que he guardado en el escote de mi supervestido negro de Adolfo Domínguez que ciñe mis curvas cárnicas antes de que suenen las alarmas del sistema de vigilancia.
   El sonido del cristal al chocar contra el fregadero me despierta de mi fantasía. Acabo de romper la copa de vino. Sí, una de las doce copas que he comprado esta mañana para la fiesta del viernes y aún no he estrenado. 
    ─¡Mierda! ─grito como una loca que habla siempre sola (a mí me escucha mi perra)─, así es imposible que el Servicio de Inteligencia llame a mi puerta. ¡Pero dónde se ha visto un agente secreto que siempre tira o rompe los vasos! ¡Menuda indiscreción!
    Mi tendencia natural a estamparme, abrazar y besar el suelo es otra baza que me aleja del título de espía. El otro día me resbalé en un paso de cebra por culpa de la lluvia y la blanca pintura deslizante ─¡me niego a asumir mi responsabilidad!─ y caí de bruces con la bolsa de la compra y el paraguas. Una imagen nada glamurosa para una infiltrada del CNI.
     ─¡Mierda! ─grité con humillación. Mi perra me observó horrorizada sin saber qué ladrar y con ganas de esconderse bajo la tapa de la alcantarilla para ocultar su canina vergüenza. 
    Pero aún existen más fallos en mi ser: mis manos tiemblan. No siempre, pero de pronto y sin motivo empiezan a bailar samba y soy incapaz de controlar sus movimientos. Unos temblores que me impiden asir con elegancia una copa de Moët Chandon en casa del embajador, estampar mi firma al falsificar un cheque o dar la mano a un asesino de la mafia rusa sin que perciba mi miedo. En fin, no puedo ser espía aunque tal vez os esté engañando a todos y soy la mayor cerebro del espionaje mundial.

P. D: Ahora tenéis que volver a leer esta entrada en el blog pero tarareando la música de "Misión imposible", ya sabéis, la de 25 barras de pan y un pirulí:  pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan, pan... ¡Pirulí!

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