viernes, marzo 25, 2011

Pon un Pitingo en tu vida o juega un partido de pádel

Mi Alonso, que es un santo, insistió en acompañarme la noche del sábado al concierto de Pitingo. Lo decía en serio, pero en la vida hay que hacer lo que uno desea y se lo prohibí. 
─No, voy a aplicar los consejos del jefe de psiquiatría de Stanford: tú te quedas en casa y yo voy con una gran amiga.
─¿Estás segura? 
─Que sí, de verdad. Sé que te apetece ver del derby Atlético de Madrid-Real Madrid con los niños y hoy, día del padre, me parece un plan perfecto.
─Bueno, si insistes... 


Al segundo cogí el teléfono.
─Blanca, ¿te invito esta noche al concierto de Pitingo?
─Ay, no sé... Es que a mí Pitingo...
─Si te consuela, yo nunca lo he escuchado, pero todo el mundo me ha hablado maravillas.
─Venga, me apunto y así cotorreamos y nos contamos nuestras últimas novedades.
A las nueve de la noche, estábamos las dos escépticas sentadas en el Teatro Arteria compartiendo unas palomitas y tomando una coca-cola.
Pitingo comenzó a cantar y el ritmo nos invadió. Blanca disfrutó de los cantes flamencos, yo de las versiones del "Killing me softly" o "Ven, devórame otra vez".... Y así, poco a poco, las dos escépticas acabamos en pie, bailando sobre la butaca y súper pitingueras.
Al salir, la noche nos sorprendió con una luna única que rodeamos con nuestras confidencias.


El domingo, con las legañas pegadas aún a mis ojos, me vestí de mujer deportista y me fui a jugar un partido de pádel con Yolanda, Gema y Ángeles. 
El "cuarteto patético" jugó con estilo (propio, por supuesto): varias pelotas, aterradas, acabaron rodando por una carretera cercana a la pista; otras se deslizaron por el jardín y algunas lograron resistir dentro del recinto. Al final, después de muchas carcajadas, ganamos Ángeles y yo a Gema y Yolanda, una gran victoria entre patéticas. Un partido emocionante y genial, por lo menos para las participantes. Y eso, queridos, es lo importante.


A continuación, la conferencia del jefe de psiquiatría de Stanford
Una gran teoría a la que hay que ser fiel en la vida (si se quiere, por supuesto):
Una de las mejores cosas que un hombre puede hacer por su salud es casarse con una mujer, mientras que una mujer, una de las mejores cosas que puede hacer por su salud es cultivar su relación con sus amigas.
Las mujeres conectan entre ellas de manera diferente y se proporcionan sistemas de apoyo que las ayudan a lidiar con el estrés y las experiencias difíciles de la vida. Físicamente, esta cualidad  "tiempo para las amigas" nos ayuda a fabricar más serotonina -un neurotransmisor que ayuda a combatir la depresión y puede producir una sensación general de bienestar. Las mujeres comparten sus sentimientos, mientras que los hombres a menudo se relacionan en torno a actividades. Ellos raramente se sientan con un amigo a hablar de cómo se sienten acerca de cualquier cosa, o cómo va su vida personal. ¿Trabajo? Sí. ¿Deportes? Sí. ¿Coches? Sí. ¿Pesca, caza, golf? Sí. Pero ¿sus sentimientos? Muy pocas veces. Las mujeres lo hacen todo el tiempo.  Dedicar tiempo con una amiga es tan importante para nuestra salud general como el jogging o ir al gimnasio.
Hay una tendencia a pensar que cuando estamos "haciendo ejercicio" estamos haciendo algo bueno para nuestro cuerpo, pero que cuando estamos hablando con nuestras amigas, estamos perdiendo el tiempo y deberíamos estar ocupadas de forma más productiva. No es cierto. De hecho, dijo que el no crear y mantener relaciones personales de calidad, con otros seres humanos, ¡es tan nocivo para nuestra salud física como fumar! 


lunes, marzo 14, 2011

Hasta el infinito y más allá



Debo confesar un secreto íntimo, una realidad que he intentado ocultar y solo conocen mis más allegados, un leve fallo de mi ser que he sobrellevado con dignidad y estoicismo. Sí, lo confieso, no puedo ver las estrellas del firmamento. Por más que arrugo los ojos y me concentro, jamás he logrado contemplar el esplendor estelar. Solo veo un cielo azul oscuro salpicado por cuatro o cinco estrellas. ¿Realmente existe ese firmamento plagado de estrellas que muestran en las películas? Tal vez sea una licencia artística del mundo del celuloide o una manera de engañar a la humanidad. 
─Mamá, ¿cuántas estrellas ves? ─me retan los niños las noches de luna nueva.
Achino mis ojos para acentuar mis patas de gallo, me concentro y observo la oscuridad.
─¡Cinco!
─¡Pero si hay más de mil!
Una noche, en una playa de Egipto, vi una estrella fugaz. Antes de pedir mi deseo escuché unas risas que me revelaron la verdad: no era una estrella fugaz, era un avión aterrizando. 
Hoy por fin me han explicado mi imperfección.
─Emma, la conjunción de tu miopía y tu astigmatismo provoca que no puedas ver el infinito. Tu visión es del cien por cien, pero tu enfoque final se queda en un plano medio que te imposibilita ver más allá.
No, por Dios, con la ilusión que me hace imitar a Buzz Lightyear y gritar: ¡¡Hasta el infinito y más allá!!
Con mis media miras (ahora no puedo tener visión de futuro lejano, demasiado infinito), me fui a la piscina a barruntar unas cuantas teorías cuánticas sobre los fenómenos estelares, los agujeros negros y la lluvia de las Perseidas. Cuando analizaba el enigma de por qué ahora Plutón no es un planeta, observé que un nadador estaba parado en el extremo de la calle. Le miré e hice un gesto con la cabeza para saber si salía él o le adelantaba.  
Pasa, pasa, me indicó moviendo el cuello.
De pronto aterricé desde Platón en la Tierra. ¿Es Antonio Resines el que comparte calle conmigo en la piscina o mi incapacidad de ver el infinito también me provoca alucinaciones?
El estrés casi me ahoga. En el largo de vuelta nos cruzamos. Entrecerré los ojos y supliqué a mi miopía y astigmatismo que se concentraran en su visión media y me aclararan las dudas. Mis ojos confirmaron mis sospechas: Antonio Resines era mi "compi". 
¡Cómo me encandiló con su interpretación en "La buena estrella" o "La caja 507"! Nadamos brazada a brazada varios largos hasta que me abandonó. Rematé mis 1.500 metros y me sumergí en el jacuzzi para destensar mis músculos. Antes de irme, observé a mi compañero de al lado. ¿Quién era? Pues claro, Antonio Resines. 

lunes, marzo 07, 2011

Ridículo, victoria y humor

Si al salir de la ducha de la piscina con el rollizo cuerpo envuelto en una toalla de rizo y el pelo oculto bajo una toalla de microfibra escuchas: "Perdona, ¿tú eres Emma?". Sientes un golpe de vergüenza. "Sí, soy yo" afirmo entrecerrando los ojos para ver si de esa forma identifico al ser que me habla en algún contexto. Las neuronas tras los 1.250 metros y el spa no rigen a la velocidad adecuada. Me esfuerzo pero...
─¿No me reconoces? ─pregunta mi interlocutora con una amplia sonrisa.
Tierra, trágame.
─Ay, es que voy sin gafas y...
─Del colegio.
─Uf, es que soy tan despistada...
Tierra, devórame.
─Soy Carmen.
─Ay, sí, sí... ¡Claro!, ¡cómo  no me iba a acordar de ti!
Disimuladamente logro quitar la toalla que envuelve mi pelo.  Hablamos un poco de nuestras vidas a lo largo de los últimos veinte años. En cinco minutos condensamos algunos recuerdos.
─Bueno, a ver si nos vemos otro día. 
─Eso espero.
Aunque la próxima vez espero estar vestida, pensé pero callé.
─Emma, me has dejado fatal...
─¿Por qué?
─¡No me has reconocido!
─Que sí te he reconocido, pero me ha costado porque iba sin gafas... 
Tierra, aniquílame.

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Desde primera hora de la mañana del sábado, Diego nos estresa con sus nervios.
─Mamá, el partido de hoy es importantísimo, jugamos contra los primeros. Es nuestra oportunidad de ganar la liga...
En el campo, el aforo de la afición estaba al completo. El sonido del silbato indicó el inicio del partido. Los nuestros salieron como los mihuras, directos al corazón. Un pase, un regate... Fuera. Sacan de córner, Diego chuta la pelota y.... ¡¡¡Goooooool!!!
Las gradas vibran entre tanto grito. El baile de la pelota desconcentra al contrario. El juego del equipo nos tiene hipnotizados. Gol de Jaime. Más gritos, más histeria.
El árbitro (ojito, súper comprado), indica dos faltas en nuestra contra. La indignación invade a la afición. 
¡Píiiii! Fin de la primera parte. Empate 2 a 2.
Los nervios se agarran con más fuerza al estómago. Es el mejor partido de la temporada y en la segunda parte despliegan todo su arte. Con estilo y glamour Pedro marca el tercer gol. Gritos y abrazos. De pronto, ¿qué ocurre?, ¿por qué van a lanzar los contrarios una falta tan cerca de nuestra portería?... El árbitro ha pitado falta a Enrique, el portero, por tardar más de cinco segundos en lanzar, grita alguien desesperado. Contengo mis ganar de lanzarme al cuello del árbitro. 
¡Píii!, lanzan la falta y gol. 3-3. La tensión se masca. 
Mi corazón sufre más que en la final de España en el Mundial. Diego corre como un torbellino por el campo, Antonio reúne toda su fuerza en sus botas, Rubén no para de defender, Alejandro, David, Jaime... El equipo al completo se marca un fin: ¡ganar! 
Y Óscar coge el balón y ¡¡¡Goooooooooooooolllllllllll!!!
¡Qué partido, qué partido! Pasará a la historia (por lo menos a la mía)


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Por la noche, después de tanta tensión, reímos en compañía de "Faemino y Cansado", unos auténticos cracs del humor, junto a toda la familia. Risas a borbotones.
Y el domingo gané el título de "pringada" al chocar mi cráneo contra la puerta del maletero y estampar mi cuerpo contra el suelo de cemento al intentar jugar al fútbol (pisé la pelota y rodó). Pero, esta vez, prefiero omitir los detalles para no aburrir a mi estimado público.