sábado, julio 29, 2006

Maullidos en la noche

La calma estaba presente en la residencia estival. Los pequeños jugaban en el jardín, Pepe se esforzaba con un solitario mientras yo leía "La catedral del mar". Alonso llegó y le sorprendió tanto silencio.
-Pero bueno, ¿qué ocurre hoy aquí? Nadie grita- expresó con admiración.
-Nada- contesté con tono bajo- hoy es el día de relax.
Alonso se acercó una silla y se sentó relajadamente. Al cabo de unos minutos, me miró con cara de espanto.
-Emma, ¿dónde está Lucas?
-No sé, estará dormido en nuestro cuarto.
-Me extraña mucho. Esta mañana le he puesto la comida y no se ha tomado nada.
De un bote se levantó y recorrió todas las habitaciones, armarios y cualquier escondite posible.
-¡No está Lucas!- gritó Alonso- ¡No lo encuentro por ningún sitio! ¿Lo habéis visto hoy?
-Yo no- constesté aterrada.
-Yo tampoco- dijo Pepe dando un brinco de la silla y revisando de nuevo la casa.
-"Noetaluca, noetaluca"- balbuceó Álvaro desde su triciclo.
-Seguro que se ha subido a la parra; de ahí, al muro; luego, a la calle...- comenzó a argumentar Diego, que aspira a ser guionista de cine.
-Diego, calla- susurré a su oído- Como le haya pasado algo a Lucas a tu padre le da un ataque de nervios.
Para ser sincera debo aclarar que Alonso padecía todos los síntomas de un ataque de nervios, pero al estilo castellano: sudor frío, lividez en la cara, malhumor generalizado... Preso de la ira recorrió el jardín a grandes zancadas y salió en busca de Lucas. Miró por todos los tejados, cruzó a la urbanización de enfrente, abrió una lata de delicioso paté de salmón y la agitó con la esperanza de que Lucas volviera, pero no fue así.
El nerviosismo iba en aumento. Pepe cogió a Kaos, pensando que era un perro rastreador, y se unió a la búsqueda. Diego y Álvaro me acompañaron en pijama por el pueblo y preguntaban a todo el mundo. "Por favor, ¿han visto un gato parecido a un tigre por aquí?", interrogaban a cada transeúnte con cara de preocupación. Pero la respuesta siempre era la misma: "No, niños, lo siento". Después de una hora volví a casa y acosté a los peques.
-Venga, dormiros rápido y no déis la lata. Papá está muy triste- rogué aterrada por el estado anímico de Juan Fran.
Un grito de euforia y alegría se oyó desde la calle.
-¡Lo hemos encontrado!, ¡Lucas está vivo!- vociferó Pepe con gran emoción.
Los niños saltaron de la cama y corrieron a ver a su mascota. Alonso, emocionado, dejó escapar una pequeña lágrima mientras explicaba a los niños la aventura de su gran amor.
-Anoche Lucas salió a la calle en busca de un ratón o una linda gatita, cruzó la carretera y disfrutó de la noche guadarrameña. Sin embargo, esta mañana había tal multitud de coches que no se atrevió a cruzar. Asustado, se metió debajo de un coche y allí ha estado hasta que Pepe lo ha encontrado. Pobre Lucas, está muerto de miedo.
En ese instante, mi madre entró en casa angustiada. Javier y Do, nuestros vecinos, le habían relatado la desaparición del gato y supuso que Juan Fran estaría en estado comatoso.
-Mamá, tranquila, la operación rescate ha llegado a buen puerto.- expliqué con media sonrisa en la boca.- Y Alonso ha superado las taquicardias.
-Estoy agotado de tanto estrés- musitó Alonso desde su depresión.
-No me extraña, papá- argumentó Diego- Desde que estamos aquí llevamos dos perdidas: la de Lucas y la mía.
Alonso miró con cara de cansancio, cogió a Lucas y se fueron los dos a su nido de amor.
-Emma, esta noche tu marido te va a ser infiel con el gato- dijo mi madre.
-Lo sé, mamá, pero no me importa. Imagínate qué drama si a Lucas le llega a pasar algo...

sábado, julio 22, 2006

"El peor día de su vida"

Todavía me tiembla el cuerpo. El susto de esta tarde me ha dejado baldada, sin energías. Dejaré la intriga para otro día y os relataré mi terrorífica historia detalle a detalle.
El paseo de la tarde es otro de nuestro clásicos de verano. Diego arranca con su bici, Alonso es arrastrado por Kaos y yo empujo la silla de Álvaro. El trayecto es de unos cuatro o cinco kilómetros por parajes guadarrameños que varían según la estación del año. Abandonamos la civilización y nos perdemos entre distintos árboles, admiramos vacas, caballos y gozamos respirando aire puro.
Diego avanza a gran velocidad y al cabo de unos segundos retrocede para que veamos dónde está. Sin embargo, esta tarde pasaba el tiempo y Diego no aparecía.
-¿Emma, se puede saber dónde está Diego?- preguntó Juan Fran con preocupación en la cara.
-No sé, tal vez haya hecho la gracia del otro día y nos esté esperando en el río. Me va a oír. Después del castigo de la semana pasada no creo que se atreva a repetir la idea- contesté mientras acelerábamos el paso.
A mitad de camino, un chico se cruzó por el camino.
-Hola. Por favor, me puedes decir si has visto delante a un niño en bicicleta.- interrogué con premura.
-Sí, he visto a un niño que iba con otro chico más mayor.
Mi corazón comenzó a palpitar con más fuerza y agilizamos aún más el paso.
Llegamos hasta el río (parada habitual) y Diego no estaba allí.
-Yo le mato- bufaba Juan Fran.
-Desde luego, se va a enterar. Que se olvide de la bici, de la tele...- apoyé a mi marido.
La preocupación iba en aumento y nuestras mentes imaginaban auténticas pesadillas.
Desesperada empecé a gritar. "¡¡¡Diego!!!, ¡¡¡Diego!!!" y Álvaro me imitaba asustado "¡¡¡Yeye, Yeye!!!". Pero Diego no aparecía.
Sofocados llegamos al pueblo, los gritos aumentaron y la desesperación se multiplicó.
Corrimos hacía casa para comprobar si estaba allí y, en caso contrario, movilizar a todo el vecindario.
Al girar por nuestra calle, un coche de policía nos estaba esperando. Las palpitaciones desbocaron mi corazón y las lágrimas se desbordaron.
-Buenas tardes. Estén tranquilos. El niño está bien- comentó uno de los policías al ver nuestras caras desencajadas.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Juan Fran.
-El pequeño se ha perdido y estaba llorando cerca del vivero. Una señora le ha visto y nos ha llamado para que acudiésemos a socorrerle.
Entré como una loca en casa y abracé a mi hijo que no paraba de llorar y temblar por el miedo que había pasado.
-Mamá, lo siento. He subido hasta una rotonda y al bajar ya no estábais. Qué miedo he pasado. Perdóname. Además, lo peor, es que estaba anocheciendo y pensé que me iba a quedar sin vosotros.
Alonso, tras dar sus datos a la policía, se acercó a abrazar a Diego.
-Cielo, nunca más te vuelvas a separar de nosotros. No te puedes imaginar el susto que nos ha dado.- susurró a su oído.
-No, papá.- contestó entre pucheros- Nunca más. Ha sido el peor día de mi vida.
Después de una hora, controlamos las lágrimas y la angustia. Pedimos unas pizzas y vimos una película con los retoños. Antes de dormir, Diego, que era el protagonista del día, se acercó emocionado.
-¡Se me ha caído un diente!- gritó alborozado y con un sonrisa desdentada de oreja a oreja.- ¡Seguro que después del susto de hoy, el ratón Pérez me trae un súper regalo!
Alonso sonrió, acostó a los niños y abrió una botella de vino para apagar nuestros nervios.

jueves, julio 20, 2006

Un día cualquiera en la residencia estival

Lunes. Los peques no tienen campamento y el tiempo no permite ir a la piscina. Algo hay que hacer. Por fin, me funciona la neurona. Meto a toda la tropa infantil (incluyo a mi marido) en el coche y nos vamos a El Escorial, al centro de naturaleza "Cañada Real". Durante todo el trayecto fueron boquiabiertos admirando lobos,lechuzas, tortugas, jabalíes... Una maravilla. Pensé que con la caminata estarían agotados, pero me equivoqué, así que puse de nuevo la neurona en funcionamiento y nos fuimos al cine a ver "Cars".
-Emma, ¿pero va a venir Álvaro al cine?- me interrogó Alonso.
-Claro, a él le encanta- contesté estilo madre coraje.
-Bueno, pues si se porta mal tú te encargas de él.
-Alonso, qué pesadito eres.
-¡Mamá, cine, mamá, cine!- gritó Álvaro desesperado.
Por una vez, Alonso tuvo razón. Ellos disfrutaron de la película y yo corrí como una loca detrás de Álvaro. Los argumentos del renacuajo fueron de lo más variado: "mamá, pis" (1ª salida), "mamá, chupachups" (2ª salida), "mamá, más pis" (3ª salida)...
Cuando llegamos a casa no podía con mi cansancio y supuse que ellos estarían igual. Me equivoqué.
A las once de la noche estalló la 3ª Guerra Mundial. Cuatro bandos competían en la batalla.
Mi madre, Alonso y yo, en el salón viendo CSI.
Pepe, en la cocina abducido por el nuevo reality de Antena 3.
Los peques, saliendo y entrando de su cuarto porque no querían dormir.
Y mi abuela, que venía de su paseo guadarrameño, desesperada porque quería ver "Mira quién baila".
-Pepe, vete al cuarto de tu madre que quiero ver mi programa- argumentó mi abuela.
-Jo, abuela, paso- dijo Pepe bruscamente.
-Pepe no me deja ver la tele...- balbuceó mi abuela en el salón.
-¡Pepe, deja a la abuela ver la tele!- grité.
-¡Menuda mierda! Estoy harto de todos vosotros- vociferó Pepe y se subió con la coca-cola.
-¡¡Hola!! No quiero dormir- dijo Álvaro con su sonrisa seductora.
-¡Yo tampoco!- comentó Diego.
-¡Los dos a dormir!- gritó Juan Fran- La próxima vez que me levante os encierro en el chiscón.
-Mamá, baja tu televisión, está altísima- rugió mi madre.
Mi abuela se levantó y cerró bruscamente la puerta de la cocina.
CATAPLOPLOFPLOP se escuchó en la parte superior de la casa.
-¡Pepe!, ¿qué has hecho?- vociferó mi madre.
-Se me ha caído la coca-cola.
-Recógelo ahora mismo. Eres un manazas.
-Si la abuela no me hubiera echado de la cocina...
Pepe bajó todo enfadado y subió la escoba, el recogedor y la fregona.
-¡No queremos dormir!- repitieron insistentemente los niños.
Mi abuela asomó la cabeza por la puerta.
-Por cierto, me parece un encanto Rosa la de España. Baila muy bien y tiene un novio....
-¡Abuela, que estamos viendo nuestra serie!- rugimos al unísono el bando primero.
El intermedio nos dio un respiro.
Mi madre subió a inspeccionar su cuarto y volvieron los gritos.
-¡Pepe! Tú te crees que estas son formas de limpiar el suelo. Por Dios, se me pegan los pies. Anda, súbeme el friegasuelos.
-Mamá, estoy harto. El año que viene me independizo.
-Pues como no aprendas a limpiar más que una casa vas a tener una pocilga...
Álvaro y Diego volvieron a aparecer por el salón, mi abuela aprovechó el movimiento para venir a vernos y contarnos quién había ganado en su concurso, Pepe gritó porque no encontraba la lejía, mi madre bufó mientras barría el suelo, Juan Fran persiguió a los niños... Y yo, atónita, intentaba descubrir quién había asesinado al croupier de CSI.
Mi familia, mi adorada familia.

jueves, julio 13, 2006

La nevera

Lo de llevar vida de rica y trasladarse a la residencia estival es un poco agotador. Sobre todo por culpa de la Dirección General de Tráfico y el puñetero carnet por puntos. El año pasado por estas fechas amenizaba mis desplazamientos con distintos cambios de marcha, cautos adelantamientos y tardaba una media hora. En cambio este año tardo cuarenta y cinco minutos y estoy obsesionada con el cuentakilómetros, que está empeñado en superar los 120 km/h. Agotadita me tiene este estrés.
Ayer, llegué a Guadarrama tensionada por la conducción y me topé con mi madre que venía de Mercadona (otro gran vicio para ventilar la VISA).
-Mamá, espera que te ayudo.
-Hija, menos mal que has llegado.
Depositamos todas las bolsas en la cocina y nos dispusimos a colocar la compra.
-Mamá, déjame que coloque yo la nevera, que soy más organizada.
-Ya ha tenido que hablar la perfecta. ¡Qué pesadita eres! Venga, pues coloca tú.
-Dame la leche.
-Toma.
Deposité el tetra-brik en la puerta y (¡CATAPLOFPLOFPLOF!)un sonido aterrador estremeció toda la cocina.
Lívida miré el espectáculo.

-¿Qué ha pasado?- gritó mi madre.
-¿Qué ocurre?- vociferó el género masculino que estaba recostado en el salón (vagueando que es lo que mejor hacen).
-Se ha caído la puerta de la nevera- contesté pálida y asustada.
-Pero, ¿qué has hecho?- interrogó mi madre.
-Nada, he puesto la leche y se ha caído la puerta.
-¡Niños, salid de aquí, hay cristales en el suelo!- ordenó mi madre.
-Mira, la perfecta ha roto la nevera- dijo sarcásticamente el neuronas.
-Pepe, calla y trae la escoba y la fregona- grité indignada.
El estropicio era enorme: la frasca de agua estalló, la sangría se desparramó, la leche inundó la cocina... Por suerte, aún no había colocado los huevos.
Limpiamos todo, con cinta americana sujeté a duras penas la puerta y escribí un cartel prohibiendo a toda la tropa abrir la nevera.
Al cabo de un rato, el neuronas escribió otra nota: "La perfecta a roto la nevera". Lo leí y mis gritos se oyeron por todo Guadarrama. Mi madre, con taquicardias después de tantos acontecimientos, se acercó presa de intriga.
-¿Qué ocurre, Emma?
-Mamá, lee la nota.
-¡Qué gracioso!
-¿Cómo que qué gracioso?
-Hija, Diego lo ha escrito mal, pero tiene gracia.
-Mamá, el problema es que lo ha escrito Pepe.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Pepeeeeeeeeeeeeeeeee!!!!!!!- aulló mi madre -Esto es imperdonable. Ahora mismo me voy a la librería y te compro un libro de dictados.

martes, julio 11, 2006

La barbacoa, la barbacoa


La barbacoa que organizan Mayte y David es otro de mis clásicos del verano. Este año el lugar del evento ha sido el pantano de la Jarosa, en Guadarrama. Como experta en la zona, mi misión fue elaborar un plano para que todo el mundo llegara sin perderse. Me estresé un poco, pero como soy una gran profesional (me tengo que piropear un poco ya que mi jefe no me elogia, je, je. ¿Será porque le demandé?...)cogí mi cámara he hice fotos de todo el recorrido. Un éxito. Todos llegaron sin extraviarse.
El poder de convocatoria fue enorme y el plano, en comparación con la súper comida, fue anecdótico. Al llegar soltamos a todas las fieras (unos quince niños) y nos dedicamos a refrescar el calor, a cotorrear y a zampar de lo lindo. Mientras, los niños trepaban por las rocas, corrían detrás de los balones y, de vez en cuando, nos pedían agua para no deshidratarse.
Después de comer un par de incautos llenaron globos de agua y entretuvieron a los pequeños, que por supuesto ya estaban en bañador. De pronto, nos sentimos como si nos invadieran las tropas de Estados Unidos lideradas por Rambo: todos los niños estaban camuflados bajo grandes cantidades de barro y sudor. Vamos, una guarrada. Impasibles admiramos el panorama. "Cuando lleguemos a casa los metemos en la lavadora", comentó Blanca. "Eso como mínimo. Estoy por tirarlos al pantano y a ver si así podemos identificar cuáles son nuestros hijos", contesté perpleja.

lunes, julio 10, 2006

Temporada estival

No hay rico que se precie que no tenga su casita estival. Así que hace una semana llené el coche de maletas, familia y animales y desembarcamos en la villa "Os´toxos". El primer día fue agotador, sobre todo porque tuve que hacer acopio de grandes cantidades de alimentos para nutrir a toda la tropa. Tras cuatro días de relax, se produjo al invasión de Normandía y turbaron mi tranquilidad. Al frente, la generala (mi madre) y como refuerzo la sargenta mayor (mi abuela), un cabo de primera (el neuronas de mi hermano Pepe) y la mascota de la brigada, el fiero y temible Kaos (sí, el de las criadillas que tanto ama la tortuga).
Tanta gente en la mansión requiere un orden y una displina súper estricta. La organización de los menores y el neuronas está solucionada. Los pequeñajos agotan las energías por la mañana en el campamento de verano y Pepe como premio por su gran esfuerzo en el colegio se ha apuntado por iniciativa propia (je, je) a la academia y, por la tarde, viene un profesor particular para intentar reactivar su neurona matemática. La veterana de la familia, mi abuela cuasi nonagenaria, llena su tiempo entre su misa, su ABC, su café y sus croquetas con sus amigas en la cafetería Jamaica y, antes de dormir, su dosis de "Salsa Rosa", "Corazón de verano" o cualquier programa que sacie su curiosidad sobre el mundo rosa.
Alonso sigue cosechando puntos para el cielo y aguanta estoicamente a mi neurótica familia (veis como sí que le quiero y de vez en cuando le piropeo). Mi madre mantiene su fidelidad al trabajo (¡qué sería de Pozuelo sin ella!). Y yo, que rozo la perfección, ordeno y mando ¡que me encanta! Desde la sierra os seguiré informando fielmente o histéricamente.