jueves, junio 25, 2015

¿Dónde están los calcetines que desaparecen?

Después de años de investigación, he resuelto el misterio que tanto perturba a la gente: ¿dónde están los calcetines que desaparecen? Os diré que no es cierto que la lavadora se los coma, ni que se oculten al final de un cajón... No, los calcetines también tienen sus sentimientos, sus amores y odios. Desde que nacen, sin tener en cuenta su lanoso corazón, los emparejan con otro calcetín. Pasa el tiempo y, como sucede en muchas parejas, el tedio, el cansancio y el desamor empieza a mellar su unión. La envidia alimenta los celos y las quejas bombardean la relación: ¿por qué siempre tengo que ir en el pie izquierdo?, se queja con frecuencia el calcetín izquierdo deseoso de abrigar al pie derecho. 
   Entre vuelta y vuelta en el tambor de la lavadora, los calcetines lloran sus penas a sus amigos: "fíjate si será egoísta que no es capaz de cederme un día el pie derecho", "uf, si yo te contara, mi pareja está todo el día criticándome porque mi zona de talón se está desgastando y teme que el humano nos tire a la basura", "pues nosotros nos llevamos muy bien. Bueno, alguna que otra discusión, pero poca cosa"...
   Los calcetines son buena gente pero algunos imaginan un futuro distinto, sueñan y esperan a que les llegue la oportunidad... Sí, esperan hasta que un día la pinza de tender se despista, los sujeta con poca presión y aprovechan para huir y abandonar a su pareja en busca de una vida mejor. 
"Te voy a contar un secreto: Pedro y María se han separado", le cotillea el calcetín Pepe a Cristina en el cesto de la ropa sucia. "¿En serio? ¡Qué fuerte, qué fuerte!".
Cuando el humano descubre la soledad de uno de sus calcetines se vuelve loco y activa la busca y captura. ¿Estará debajo de la cama?, ¿se habrá colado por los cojines del sofá del salón?, ¿se lo habrá comido la lavadora?...
Mientras, un calcetín deambula en busca de su próximo amor, su soledad o nuevas aventuras.

domingo, junio 14, 2015

Amigos de la infancia

¿Qué travesura estaríamos planeando?

Su mirada azul se cruzó con mi mirada verde cuando aún no balbuceábamos palabras y nuestra mayor preocupación era perder el chupete por los recovecos de la cuna. Era la década de los setenta, en el siglo pasado. La amistad de nuestros padres nos invitó a conocernos y, cosas de la vida, supimos alimentar y mimar nuestra relación. Pasaron los años y el patio de casa se convirtió en nuestro nexo de unión jugando a polis y cacos, al churro o al escondite inglés. Compartimos aula en la guardería, con la horrorosa señorita Loreto. Después, él estudió en el instituto San Isidoro y yo acudí al Saint-Dominique, un colegio de monjas en el que nunca me sentí yo misma porque mi vida estaba fuera de allí, rodeada de los amigos del patio, mis primos y sobre todo de mi amigo del alma, Alberto.

   La adolescencia nos llevó a las confidencias, a los secretos, a las notas falsificadas, a las bromas telefónicas que alguna que otra vez se nos fueron de las manos, a las cervezas en su habitación antes de salir de copas... La gente hablaba y murmuraba "seguro que entre Emma y Alberto hay algo" y nosotros nos reíamos porque más que amigos éramos como hermanos.

No puedo contar en esta breve entrada del blog todo lo que vivimos, lloramos o reímos. Ni cómo una enfermedad acaparó su cuerpo y luchó con todas sus fuerzas hasta salir vencedor. Son tantas historias, tantas noches hablando hasta el alba, tantos brindis frente al Bernabéu, tantos bailes al son de INXS o Brian Adams... Aún recuerdo el día que le disfracé de chica, le maquillé y nos fuimos a una discoteca, ¡la cara que puso al entrar en el baño de mujeres y cómo engañó a todo el mundo! 

Parecía una amistad indisoluble. Incluimos a nuestras respectivas parejas en nuestro pequeño círculo y nos consolamos mutuamente cuando nuestras relaciones se rompieron.

La vida continuó: bodas, hijos, bautizos, cenas, viajes a La Coruña, comidas... Todo parecía perfecto, hasta que un día la distancia surgió entre nosotros. 

¿Por qué hay amistades que se pierden y no aguantan el paso del tiempo? ¿Qué momento genera un cambio que hace que los amigos se separen?
Han pasado muchos años, pero hoy la nostalgia me ha recordado que es su cumpleaños y los recuerdos me han bombardeado. 
¡Felicidades, querido amigo!


Alberto y Emma

jueves, junio 11, 2015

Entre varias aguas

Coches al agua

Mi amigo insomnio abusa de su confianza y aparece por mi ser a la hora que le viene en gana. Esta noche me ha despertado a las tres de la mañana con olor a tierra húmeda y con el tintineo de pequeñas gotas de agua resbalando por la noche. Sigilosamente me he escapado de la habitación con mi libro y mis gafas y me he acurrucado en mi rincón secreto: el sofá de debajo del ventanal del salón que acababa de abrir. Estaba inmersa en la lectura de "Setecientos millones de rinocerontes", de Manuel Vilas, cuando la naturaleza enfadada ha perturbado mi calma. Los truenos, rayos, relámpagos y centellas han acaparado todo el protagonismo y han despertado bruscamente mis paranoias. ¿Y si se cuela un rayo?, ¿y si la lluvia tira el árbol de la vecina?, ¿y si ese trueno tan estrepitoso rompe los cristales?... Sin hacer ruido y con el miedo navegando por mis venas he cerrado la ventana, he subido a la habitación y me he refugiado atemorizada bajo el edredón hasta que el granizo me ha despertado con su fuerza.
   Después de una gran noche se me antojó que el día iba a ser tranquilo: dejé a los niños en el cole, me fui a desayunar con una gran amiga hasta que de camino al trabajo me atrapó un enorme atasco. Intenté ir de lista, atajé por el aparcamiento del parque y de pronto el agua se hizo dueña de las carreteras, aceras y rotondas.  Sentí de nuevo el pánico: ¿qué hacía en medio de una riada?, ¿me arrastraría el agua hasta el mar Mediterráneo?, ¿tendría que venir la policía a socorrerme?... Aterrada susurré al volante "venga, nene, tú puedes mucho", pisé acelerador, rogué a mis fantasmas que no dejaran que el agua me llegara al cuello y, como siempre, no me defraudaron. 


Rotonda de la avenida de Logroño, Madrid