jueves, mayo 24, 2018

Fred Vargas. La novela negra tiene nombre de mujer francesa



Fred Vargas ha ganado el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2018 y soy feliz. Feliz porque la conocí ─literariamente hablando─ en 2001, en una noche de insomnio. Me levanté de la cama, curioseé en la estantería del salón y desempolvé su novela "El hombre de los círculos azules". Un error. El sueño me abandonó y me convertí en una golosa de sus negras páginas. 
      En 2006, con su libro "Cuando los muertos se levanten" me cautivó. Tanto que en 2010 devoré "Un lugar incierto", protagonizada por mis adorados Adamsberg y Danglard. Por aquella época, en mi blog no hacía reseñas literarias y sus novelas aparecen entremezcladas con historias de mi vida. 
    Pasaron diez años hasta que me sumergí en "Tiempos de hielo", la única obra que no me atrapó con su violencia habitual. Sin embargo, la última novela de Vargas "Cuando sale la reclusa" me enamoró tanto que escribí: 
        La novela negra tiene nombre de mujer francesa, la que se esconde tras Fred Vargas ─el seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau─. En Cuando sale la reclusa, los pensamientos del comisario Adamsberg, de la Brigada Criminal de París, son burbujas de gas que chocan por su cerebro hasta que destripa y soluciona los casos. En esta ocasión, la trama está vinculada con las arañas reclusas, los blafs (escarabajos de cementerio) de un orfanato, unas violaciones grupales... Unos asesinatos imperceptibles para casi todos, menos para Adamsberg y su equipo. ¡Chapeau!

    Fred Vargas ha ganado el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2018 y soy feliz. 


MIS RESEÑAS DE FRED VARGAS

2018
"Libros de mi insomnio y de mi corazón"

2015
"Negras lecturas"

 2010
"Después del trajín, cumpleaños de Pablo"


2006
Vida de un retrete

miércoles, mayo 09, 2018

No soy una it girl pero...

Auténticos it dog

No sé cómo contarlo. No es que me dé vergüenza, al contrario, pero sé que con este pequeño relato voy a dar más argumentos a todos aquellos que me consideran una friki y se van a mofar aún más de mí, que tampoco me importa, pero... Vale, os lo cuento, que no me puedo resistir.
      El sábado pasado, paseaba con mis rizos al viento y mi perra por la playa de Oliva, feliz como una perdiz, soñando con la paella que habíamos encargado para once a las tres. Esos eran mis superbásicos pensamientos hasta que dos perritos se pararon a jugar con mi mascota. Empecé a hablar con las dueñas ─dos veintiañeras ideales, muy, muy it girls─, la típica conversación mascotera: qué tiempo tiene tu perro; ay, qué ideal, mira cómo juegan; qué bien que este puente no haya socorristas y así los animales pueden estar en la playa... Todo muy canino. Hasta que llegó la gran pregunta. 
─Por cierto, ¿cómo se llama tu perra? 
Yoda ─contesté metiendo tripa para disimular un poco mis michelines ante las súper superideales it girls.
─Por favor, no me digas que es Yoda la de Instagram
─Sí, sí ─contesté con tal ilusión que hasta mis rizos siguieron el movimiento frenético de mi cabeza.
─Ay, qué fuerte, que nuestro perros se siguen en Insta. El mío es Bru y el de mi amiga Chorizo. Bueno, bueno, increíble. Este verano veía sus fotos en la playa de Aiguas Mortes y me imaginaba que estaba aquí. Impresionante.
─¿En serio?
─Lo que oyes. Ay, voy a grabarles un vídeo y así lo publico en su historia. Qué ganas tenía de conocer a Yoda.
─Es que lo de Instagram es un vicio. Yo cuido mucho más el perfil de Yoda que el mío.
─¡A nosotras nos pasa lo mismo!
─Vosotras sí que me entendéis, que cuando digo en casa que Yoda es una auténtica it dog me miran como si estuviera loca... 
─Hija, somos unas incomprendidas. Bueno, seguimos en contacto por Insta.
─Sí, sí, y este verano nos vemos.
¡Oh, qué alegría, qué ilusión, mi perra es tan it dog que hasta las it girls la reconocen por la calle! 


Jamás podré ser una it girl.
Mis amigas salen divinas y yo, a lo loco, con los rizos desatados

lunes, mayo 07, 2018

La estantería de los horrores


Mi amigo Pablo sufría cada vez que se acercaba el Día del Padre. Más que por la celebración, por los tortuosos regalos de sus hijas. En su denominada  estantería de los horrores colocaba con orden incierto la corbata de papel charol, el cenicero elaborado con alambres o el llavero con la "P", la inicial de su nombre. 
    Al cabo de los años, nacieron mis hijos y mi estantería de los horrores. Tarjetas de cartulina verde con un corazón rojo en el centro, un joyero con cáscaras de huevo, una rosa de goma-eva, las huellas de sus manos en barro cocido y un sinfín de textos de amor, garabatos y faltas de ortografía.
    Ayer fue el Día de la Madre, mis adolescentes se levantaron somnolientos, se acercaron a la cocina mientras preparaba la comida familiar, me felicitaron con un abrazo-oso y me regalaron el perfume que compró mi Alonso con su tarjeta de crédito.
    Sonreí, les abracé y sentí la pena del paso del tiempo. Añoré aquellos viernes que volvían del colegio con la manualidad que habían hecho en clase oculta en la mochila, corrían a su cuarto para esconderla en el lugar más recóndito (debajo de su cama) y el domingo, antes de que saliera el sol, saltaban a mi cama para felicitarme, acurrucarse bajo el edredón y regalarme su precioso tesoro para mi adorada estantería de los horrores
    Nostalgia del amor infantil y, cómo no, de mi collar de macarrones.