miércoles, septiembre 30, 2009

El ritmo de septiembre

Después de varias entrevistas -algunas surrealistas, como la de la mujer mayor que me sugirió que no metiera al demonio en casa contratando a una jovencita que pudiera tentar a mi marido, ya le vale-, empezó a trabajar Liset en casa. Abandoné la horterada y le expliqué cómo hacer las distintas labores del hogar.
Al día siguiente, según entré por la puerta, me dijo que se habían ido los plomos. Me quedé dos segundos paralizada, blanca como la nieve y corrí como una loca por todas las habitaciones desenchufando todos los aparatos electrónicos: ordenador, televisiones, dvds, teléfonos, nevera... Liset me seguía atónita, pensando que estaba en una residencia de locos de atar (¡que no es para tanto!). Una vez desenchufada la casa, retiré el sudor de mi frente, respiré y entrecortadamente logré explicarle mi histeria: "Liset, no te asustes, es que la última vez que se fueron los plomos se quemaron todos los aparatos electrónicos". Su cara aterrada se fue relajando, aunque creo que aún está un poco sorprendida (¡y lo que le queda por ver!).

Diego y Pablo soplan las velas junto a sus amigos

El viernes me ayudó a preparar 70 sandwichs y partí con mi coche al estilo gitano: el maletero rebosante de bandejas con comida, bebidas, sacos, pelotas... En el colegio todos brincaban alrededor, todos querían saber en qué coche iban, todos chillaban, todos estaban felices... Y mi histeria apareció al pensar que se me podía olvidar algún niño. Al final más de treinta se reunieron en el parque Juan Carlos I para celebrar el cumpleaños de Diego y Pablo Barriopedro. Jugaron al fútbol, con los sacos simularon ser bolos, comieron, soplaron las velas, zamparon cientos de chuches, corretearon... Las madres mientras cotorreábamos, controlábamos y disfrutamos de una soleada tarde que se alargó hasta las nueve y media de la noche.
Volvimos a casa. Mi cuerpo no respondía a mis órdenes. El cansancio era demoledor. Diego enseñaba con emoción sus regalos a Álvaro y Enrique, su amigo invitado.
-¡Chicos, a dormir! -exclamé con un hilillo de voz.
Y por una vez me hicieron caso.
El sábado se esfumó entre juegos y parques. Por la noche, el cumple de mi cuñada en Malevos. Por fin me relajé, disfruté de la cena y a la una me pedí un gin-tonic (me lo tenía merecido). Sonó el móvil.
-Emma, nos tenemos que ir -me susurró Alonso-, Álvaro está con asma.
Miré la copa y me despedí de ella y de toda la familia.
Álvaro estaba mejor, Diego le explicó a mi suegra cómo darle la medicación, y su respiración adquirió un ritmo normal.
-Venga, a dormir, no pasa nada, chicos...

Uff, a partir de mañana me paso a la coca-cola light sin cafeína, que tanto estrés me va a matar. Y que acabe septiembre que tanta fiesta y tanto cumpleaños van a acabar conmigo. ¡Divino septiembre!


domingo, septiembre 20, 2009

Horteradas y cumpleaños

El cumpleañero feliz junto a su tarta


Llevo quince días ejerciendo de hortera a tiempo completo y lo llevo fatal. La baja maternal de Ana, cuidadora de los niños y persona que coordina toda mi casa, me ha hundido en una profunda depresión. ¿Quién considera que es divertido quitar el polvo, planchar, pasar el aspirador o limpiar los baños? ¡Una horterada! Rápidamente intenté solucionarlo y comenzó la siguiente tortura: entrevistar a personal para el servicio doméstico. Las innumerables dudas sobre quién me podría interesar me bombardearon. Por fin, me decidí, pero como este año me ha salido torcido resulta que ya estaba trabajando en otra casa. Así que otra vez a entrevistar, a pedir favores a mis amigas (¡¡divino tesoro!! Ángeles, te quiero) y a seguir ejerciendo de hortera.
Agotada y derrengada de tanta horterada percibí que el día 19, cumpleaños de Diego, estaba a la vuelta de la esquina.
-Mamá, este año lo quiero celebrar en el Juan Carlos I, como siempre...
Mi mente me imagino preparando sandwichs como una loca mientras tendía una lavadora y quitaba el polvo de las estanterías.
-Claro, como tú quieras... -contesté a punto de pisarme mis enormes ojeras.
El miércoles entregó las invitaciones, el jueves llovió a cántaros y vi el cielo abierto.
-Diego, lo suspendemos hasta el viernes que viene.
-Jo, mamá
-No sufras, el sábado lo celebramos con la familia...
Alonso apagó el aspirador, me miró atónito y sentenció:
-Emma, en casa no hacemos una fiesta, lo celebramos en un restaurante, que a este paso nos vamos a desmayar.
Ni me quejé, ni rechisté... Asentí con tal fuerza que casi me contracturo el cuello.
El sábado, feliz, Diego celebró su cumpleños en "Matsuri", restaurante asiático, junto a su bisabuela, sus abuelos, Pepe, Pati, y nosotros tres. Álvaro, además, encontró allí a su mejor amigo y presumió de todos sus "Bakugan" (última moda infantil). El vino rosado inundó la mesa; el sushi, los paladares y las risas nos acompañaron hasta que Diego sopló sus 10 velas. Ay, qué mayor
¡Feliz cumpleaños, Diego!

PD. Hoy es mi cumpleaños y a la horterada casera hay que unirle que trabajo. ¡Hortera, que soy una hortera!



Diego con su abuelo y su mamá (en la foto estoy horrorosa, en la realidad, no, je, je)

La parejita haciendo el ganso

martes, septiembre 15, 2009

Reunión de amigas del Saint-Dominique


Una voz ronca salió por mi boca a primera hora de la mañana del domingo.
-¡Buenos días! -exclamé al estilo garganta profunda.
Los niños me miraron atónitos.
-Mamá, ¿tienes gripe A?
Giré la cabeza negativamente.
-No, he debido coger frío... -mentí inocentemente con mi voz masculina.
¿Cómo les iba a decir que estaba afónica por gritar como una loca "vivir así es morir de amor..." de Camilo Sesto a las cuatro de la mañana en la súper fiesta que montó Esther Lillo para reunir a todas las compañeras del Saint-Dominique? ¡Que una tiene que mantener su imagen!
La aventura comenzó gracias a internet. Sin darnos cuenta empezamos a contactar varias compañeras del colegio, los mails volaron con la información de los últimos años y las ganas de vernos se multiplicaron. Esther, la gran anfitriona, dispuso todo para la gran reunión.
Allí aparecimos casi todas, casi todas divinas, con 22 años sobre nuestras espaldas y mil aventuras que contar -unas buenas y otras malas, cosas de la vida- pero con la alegría de reconocernos (¡ay, qué dudas tenía antes de llegar!).
Unos breves datos de cada una de nosotras (estado civil, hijos, perros, trabajo...) rompieron el hielo y surgieron las risas entre copas, canapés y fotos, sobre todo de Marisa que ejerció de reportera gráfica.
A las dos de la mañana -la fiesta se inició a las ocho como cuando éramos pequeñas y celebrábamos un cumpleaños- los efectos del alcohol y la ilusión hicieron su aparición. La música ochentera desató nuestra locura. Bailamos por el local, secundamos con pasión a Nacha Pop, Camilo Sesto, Nena... corrimos de izquierda a derecha y de arriba a abajo como nos mandaba una canción (no recuerdo el nombre del cantante), clic, clic, se oía de fondo alguna cámara de fotos (por Dios, cuidadito con esas imágenes)... Un leve descanso, una copa, más risas...
Algunas abandonaron el local (¡sobre todo las del B, ay, la próxima vez no os dejo) y la juerga continuó hasta que nos echaron...
Bajo la lluvia fina que caía en la calle surgió la pregunta: "¿Dónde vamos?", "¡pero si son las cuatro y media de la mañana, ahora está todo cerrado!"
La noche nos obligó a despedirnos y prometimos repetir el evento antes de los próximos veinte años. ¡Que así sea!

  • Súper premio para Esther que organizó la fiesta y montó un emotivo power point con imágenes de ayer y de hoy.
  • Premio especial para Ángeles y Almudena que vinieron desde París y Valencia... Fantásticas
  • Premio general para todas por estar tan divinas. ¡Faltaría!

jueves, septiembre 10, 2009

Vuelta al cole

La noche anterior al inicio escolar los nervios volaban por las habitaciones. Las mochilas preparadas, los libros forrados (¡qué pesadilla!), los estuches rebosantes de bolígrafos, lápices, gomas...
-Venga, a dormir, que mañana no va a haber forma de despertaros -supliqué varias veces.
-Ay, mamá, me siento tan nervioso como la noche de reyes... No tengo sueño... Tengo tantas ganas de ver a mis amigos... -sollozó Diego.
-Pero si ayer cenamos con muchos de ellos.
-Ya, pero no he visto a Enrique.
-Anda, duérmete.
-¡Qué nervios!
-¡¡¡Mamá!!! -gritó Álvaro desde su habitación.
-¿Qué ocurre?
-Que yo no quiero ser bilingüe. Cuando haya inglés me voy a ir al patio. Habla con doña Carmen y dile que yo no "hago" bilingüe.
-Eso no puede ser.
-¿Por qué?
-Porque si no vas a clase la directora me obligará a cambiarte de cole.
-Bueno, seré bilingüe... Odio el colegio.
A las ocho de la mañana Diego ya estaba vestido y preparado para salir.
-Álvaro, date prisa, que no quiero llegar tarde.
-Pues yo no quiero ir al cole.
Por primer año Álvaro lucía su pantalón gris, polo blanco y jersey rojo con el escudo del colegio... Más guapo, más mayor.
-Álvaro, este año las chicas de tu clase van a ir con falda, va a ser tu primera experiencia -le explicó Diego muy serio.
Intenté contener la risa.
-¿Y cuál es la experiencia? -preguntó Álvaro intrigado.
-¿Sabes lo que hacía yo con mis amigos?
-No, ¿el qué?
-Nos tumbábamos debajo de las escaleras huecas y cuando bajaban las niñas les veíamos la bragas.
-¡¡¡Diego!!! -grité con media sonrisa-, no le cuentes eso a tu hermano, eso no hay que hacerlo.
"Tú hazme caso", oí que le susurró al pequeño.
En el colegio los abrazos de los amigos sonaban por todo el patio, la emoción y las sonrisas contagiaban a los padres que, felices, suspiramos al sentir de nuevo la tranquilidad y el descanso después de unas largas vacaciones.
¡Viva la rutina!

sábado, septiembre 05, 2009

Yo quiero...

-¡Mamá, yo quiero un conejo! -sollozó Jorge.
-¡Mamá, yo quiero un cactus! -suplicó Álvaro.
-¡Mamá, yo quiero una tortuga! -gritó Lucía.
-¡Mamá, yo quiero un hurón! -exclamó Diego.
Y las mamás (Sandra y yo) rogamos a una fuerza divina que nos transformara en petunias y desapareciéramos entre el verdor de "Fronda", el vivero donde acudimos para replantar nuestros jardines castigados por el caluroso verano.
-¡¡Mamá!! -gritó alguno.
Y noté como el pelo de Sandra empezaba a tomar un tono verdusco y que de mis dedos surgían unas leves flores. Antes de la transformación, decidimos salir de allí. Ningún animal nos acompañó (¡bastante teníamos con nuestras fieras!) pero sí dos cactus (¡cualquiera convence a Álvaro!).
-¿Qué hacemos? -me preguntó Sandra entre calada y calada. El runrún de los niños se escuchaba de fondo: ¿Nos vamos al cine?, ¿nos vamos a la bolera?, ¿vamos a comprar cromos?, ay, Jorge me está pegando, que yo no he sido, me he pinchado con el cactus...
-¡¡Al coche!! -grité presa de una ataque de nervios clorofílico- Quedamos todos en mi casa. Que nadie rechiste, que nadie grite o...
Y por un segundo reinó el silencio.
La tarde-noche se esfumó entre gritos, risas, hamburguesas, fútbol en el jardín y súplicas (¿podemos quedarnos a dormir?).
-Emma, la próxima vez quedamos sin niños -sugirió Sandra al desperdirse con su color verdusco.
-Sí, y con unas cuantas botellas de vino -contesté mientras masticaba un pétalo de flor que me había salido por la nariz.
-Sí, sí... - Asintió Alonso que observaba alucinado nuestro estado botánico.

jueves, septiembre 03, 2009

De todo un poco


Un segoviano pasea por el encinar de Saldaña. ¿Quién será?

Misterios tecnológicos
¿Alguien sabe que los iPod de nueva generación sólo se cargan a través de USB y que no tienen cable que conecte con la red eléctrica? Si me hubiera informado antes no me habría equivocado, pero jamás pensé en ese aspecto. Al contrario, acudí a una tienda especializada en productos electrónicos, analicé cuáles eran los altavoces para iPod más monos y más caros (ay, no lo puedo evitar), los cogí y pagué como una buena ciudadana sin saber de mi error.
A las doce y un minuto de la noche los niños se abalanzaron sobre su padre para tirarle de las orejas, felicitarle y darle su regalo. Alonso lo abrió encantado hasta que comprobó que los altavoces (con radio y reloj, lo último de lo último) no tenían entrada USB. Al segundo, mi imperfección generó unos espasmos que convulsionaron todo mi cuerpo y produjeron sudores fríos sobre mi frente.
-Emma, tranquila, mañana lo cambiamos, no pasa nada...
¡Qué fallo, por Dios, cómo he podido errar por una puñetera conexión USB!, ¡y encima nos invita a cenar al Matsuri!... Si es que es un sol...¡Muchas felicidades!

FOTONOTICIAS

Mis hombres en Granada

Álvaro ganó la medalla de bronce en la carrera (dorsal 221). Por la noche le invitaron sus amigos a cenar en la Peña, acudí a las once y media a por él. "Por favor, mamá, déjame un ratito más que vamos a jugar al bingo". Por fin, a las doce y media volvimos a casa. Sólo tiene cinco años, ¡qué haré cuando cumpla quince!

Mis retoños madridistas (¡manda narices cuando la madre es del Atleti!) junto a los peques Barreiro sobre su encina secreta

El trío fantástico en el paraíso marroquí (Saïdia)

Y aquí, mi súper bici