domingo, mayo 31, 2009

Pura organización

El viernes, en mitad de la cena romántica en el jardín (mejillones en salsa verde, guacamole, rollitos aliñados con salsa agridulce sobre menta y una hojita de lechuga y un refrescante vino rosado), decidí que los niños no irían al fútbol a la mañana siguiente. Mi vida caótica no me lo permitía.
Sin embargo como es habitual mis planes se desmoronaron. A las ocho de la mañana Álvaro saltó sobre mi espalda.
-Venga, mamá, despierta, que no vamos a llegar al partido.
-Ay, cielo, no vas a ir.
Observé desde el único ojo que había abierto como su cara se contraía y empezaba a sollozar.
-Mamá, yo quiero ir, es mi primer partido contra otro colegio...
-Ya lo sé, pero yo hoy trabajo y tu padre tiene que ir a Cercedilla a ver al abuelo... Lo siento, de verdad, pero todo se ha complicado.
-Mamá, no me hagas esto... Por favor, mamá...
Sus lágrimas rodaban sobre sus mejillas...
Clic, clic
Intenté aguantar.
Clic, clic. Conseguido. Mi fibra sensible se había activado y me dominaba.
-Vale, Álvaro, iremos al partido pero en cuanto termine nos vamos. No te puedes quedar jugando con tus amigos. ¿Trato hecho?
-Síiiiiii... Eres la mejor.
-¿Qué hace Álvaro vestido de fútbol? -preguntó Alonso antes de partir con su madre al hospital.
-Lo voy a llevar al fútbol, pobrecito... Me ha llorado y me ha activado la fibra sensible.
-Ay, qué débil eres.
-Lo sé.
Llegar hasta el colegio donde se iba a disputar el partido fue una odisea. El recinto estaba en un barrio periférico de Madrid (¡que yo no domino esas zonas!). Paré cuatro veces, pregunté a otras cuatro personas y por fin descubrí el campo.

Calentando motores para ganar

Álvaro corrió con sus compañeros a calentar. Empezó el partido y las risas. Todos se arremolinaban alrededor de la pelota, intentaban hacer un pase y tropezaban, el balón huía de ellos, Diego vociferaba técnicas a su hermano...
De pronto, el equipo contrario marcó un gol. «Ya empezamos -pensé-, este equipo tampoco me va a dar alegrías». Pero sin saber cómo el partido dio un giro de 180 grados y comenzaron nuestros goles: uno, dos, tres, cuatro, cinco, ¡¡¡seis!!!
Píiiiiii, sonó el silbato del arbitro.

El premio de la victoria

¡Habían ganado 6-1 y encima les entregaron una súper copa y una medalla a cada uno!
Después, a la velocidad de la luz, los dejé en la piscina de mi hermano, corrí a trabajar, observé que la luz de reserva del coche empezaba a parpadear (¡No, ahora no puedo parar!), constaté que la tarjeta de entrada al periódico se me había olvidado (¡No es momento para no fichar!)...
Por fin me senté en mi silla y relajé los ánimos. Tras comer una coca-lihgt (suculento manjar), eché gasolina y me planté en casa de mi hermano y mi cuñada. Los niños chapoteban en el agua, mis sobrinas disfrutaban del nuevo delfín hinchable, las conversaciones fluían plácidamente... De pronto empezó a llover, miré el reloj y grité "¡Las nueve y media de la noche!"
-¡Chicos, al coche, que es tardísimo! -ordené mientras me despedía.
Y yo que pensaba que hoy iba a ser un día tranquilo.

Manuela y Cayetana, las fans número uno de Álvaro

miércoles, mayo 27, 2009

Fiel a mis promesas

Mallas negras, camiseta blanca, sudadera rosa, mochila rosa...
-Mamá, ¿qué haces así vestida? -me preguntaron los peques a primera hora de la mañana con la certeza de que iban a llegar tarde al cole (¡no sé cómo lo hago!).
-Hoy voy a hacer deporte, queridos.
-¿No trabajas?
-Sí, pero antes voy a ir al gimnasio.
-Jo, qué suerte.
-Pues no sé, esto de machacar el cuerpo no va conmigo, pero debo ser fiel a mi operación.
-¿Te van a operar?
-¡¡No!!, quiero decir que es una decisión que debo cumplir... (¡como para explicarles la conjunción de la "operación biquini+operación antilorcillas" y que piensen que su madre está aún más loca de lo que imaginan!)
La mochila transportaba mis últimas adquisiciones: bañador negro de nadadora, toalla rosa, gorro rosa, gafas rosas, zapatillas rosas... ¡Antes muerta que sencilla!
Con gran aplomo entré en el nuevo polideportivo. En la Sala 1, un grupo brincaba bajo las órdenes de un monitor. En la 2, unos cuantos chicos pedaleaban sobre unas bicis estáticas súper modernas mientras seguían el ritmo frenético de la música. En la 3, los puñetazos al aire volaban por todo el aula.
"Ay, qué pereza me da "to". ¿Y yo qué hago?", pensé cansada solo de verles.
Me colé en el vestuario, me planté mi modelito y empecé a mover mis músculos en la piscina.
Uno, dos, tres... ¡veinte largos!, ¡500 metros! ¡Menuda paliza!
Salí con la moral por la nubes y decidí acudir siempre a esas horas tan tempranas para ser la número uno. Lo tengo fácil, el resto de mis competidores superaba la media de 65 años...
Aguanté la tentación durante los eternos veinte largos, luego me dejé llevar y la seducción de las aguas me acaparó. En el spa los chorros de la catarata modelaron mi cuello, las burbujas de la tumbona de gresite relajaron mi cuerpo, un chorro con alta presión retiró mis tensiones... Después, visité la sauna finlandesa, pasé por la ducha de microgotitas y, por último, un baño melódico con agua salina donde mis pocas energías se esfumaron.
¡Qué maravilloso es hacer deporte! 20 minutos nadando y 40 en el spa... ¡Qué bien me lo monto!

martes, mayo 26, 2009

El verano ya está aquí

"Operación biquini", leo en la portada del suplemento MHmujer entre patata frita y patata frita.
-¡Por Dios! ¡Y yo con estas lorcillas! -aúlla mi pensamiento- Esto no puede seguir así. Se acabó, empieza mi "operación antilorcillas".
Mi mente masculló cómo realizar tan compleja operación. El tiempo corría en mi contra. Decidido, habrá que duplicar esfuerzos (dieta+ejercicio ¡qué pereza!).
Por la tarde afronté mi drama. La lluvia había desaparecido y mis hijos suplicaban ir al cine.
-No, al cine no, nos vamos a montar en bici -ordené toda dispuesta con mi mallas negras y mi sudadera rosa chicle.
-¡Jo, mamá! -refunfuñaron.
-Ni jo ni ja. ¡A montar en bici! Además, Diego, así estrenas la bicicleta que te han regalado los tíos.
Delante, en primera posición, desfilaban Diego y Stéphan. Rezagados y a un ritmo delicado, Álvaro y yo.
-¡Alonso, baja luego con el coche al parque que Álvaro no tiene fuerzas para subir todas las cuestas! -grité con mi mochila rosa colgada de mis hombros y mi cestita de la bici repleta de botellas de agua (¡que la deshidratación es muy peligrosa!).
-Tranquila, luego iré.
Descendimos relajadamente por distintas avenidas hasta llegar al parque "Juan Pablo II". Álvaro, emocionado, me suplicaba que no fuera por la carretera y anduviera junto a él por el camino de tierra. "No, cielo, que se pueden pinchar las ruedas", le expliqué y omití la razón: ¡con tantas piedras mi caída era segura!
En el parque observé los bancos. Rápidamente aposenté mi trasero en uno de ellos y contemplé cómo los niños no paraban de correr y trepar. ¡Qué energías!
Al cabo de un rato apareció mi Alonso.
-¿Qué tal la expedición? -preguntó con tono socarrón.
-Fantástica. Soy una deportista nata, amor -contesté con la modestia que me caracteriza.
El sol ya estaba cansado. Antes de que apareciera la luna partimos hacia casa.
"Emma, ¿quieres que vuelva yo con la bici?", preguntó Alonso. "Ni loca, querido, ya te he dicho que soy una súper deportista".
A lo lejos observé dos puntitos (Diego y Stéphan). La cuesta arriba era interminable. Los músculos de mis muslos se estaban bloqueando. El sudor caía por mi frente. Coloqué la quinta marcha y seguí pedaleando. Antes de morir decidí hacer una pequeña parada. Tomé aire, retiré las gotas de sudor que empañaban mis gafas de sol y perdí de vista los dos puntitos que iban delante mío. De pronto, Alonso pasó con su coche que transportaba a Álvaro y su bici. Bajó la ventanilla dejando escapar un golpe de brisa fría del aire acondicionado.
-¿Qué tal vas?
-Genial. Sólo he parado un poco para no tener agujetas. -contesté acercándome al hueco de la ventanilla para robar un poco de aire gélido.
-¿Seguro?
-Sí, todo controlado.
-Anda, déjame la bici y sube tú en coche.
-No, gracias. De verdad, estoy muy bien -solté con respiración entrecortada y un hilillo de orgullo.
-Emma, no seas cabezota. Venga, déjame la bici.
-Bueno... si te pones así... que sepas que lo hago por ti... que hacer deporte es muy bueno.
-Ya, ya. Oye, ¿por qué vas con la quinta marcha?
-Porque es una cuesta arriba.
-Tienes que ir con la primera...
-¡Huy, me habré despistado! -contesté incapaz de reconocer mi gran error mientras mis muslos duros y bloqueados intentaban acomodarse en el asiento del coche.
Hasta entonces la "operación antilorcillas" estaba perfectamente encaminada. Contenta con mi hazaña, esperé a la tropa sudorosa.
-¡¡Mamá!! -gritó Diego antes de llegar a casa- ¿Nos haces tortitas para merendar?
-¡¡¡Síiii, por favor!!! -suplicó Stéphan.
-¡¡¡Síiii!!! -rogó Álvaro.
¡Y cómo me iba a negar con lo ricas que me salen las tortitas con nata!
-Mamá, ¿tú no vas a comer tortitas? -preguntó Álvaro.
-No, gracias.
-¡Pero si has hecho mucho ejercicio! -razonó Diego.
-Pues ahora que lo dices tienes razón. Anda, pásame la nata -contesté y observé que Alonso sonreía para esconder una enorme carcajada.
-No te rías -le bufé mientras zampaba mi tortita con una montaña de nata (¡qué placer!).
-No me estoy riendo.
-Que nos conocemos, Alonso. Verás como antes de verano estoy divina.
-¡Pero si yo no he dicho nada!
-Ya, pero conozco esa mirada, amor... ¿Quién me ha quitado la nata?

domingo, mayo 24, 2009

Orden entre boleros

"En la vida hay amores que nunca,
pueden olvidarse,
Imborrables momentos que siempre guarda el corazón,
Porque aquello que un día nos hizo,
temblar de alegría
Es mentira que hoy pueda olvidarse con un nuevo amor"

La voz desgarrada de Diego el Cigala junto al piano de Bebo Valdés suena de fondo. La ropa se amontona sobre la cama, las cajas invaden el suelo, el armario está vacío, alguna percha cuelga desnuda sobre la barra... Empieza la tortura semestral. Acompaño al Cigala con mi voz desafinada y sonrío con los boleros, recuerdos de mi niñez y gran pasión de mi vida.

"Sufro la inmensa pena de tu extravío

siento el dolor profundo de tu partida
y lloro sin que tú sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras como mi vida"

Mis hombres me han dejado. Aprovecho para oír música española y grito como una flamenca alocada. Mi coca-cola light espera mis sorbos en la estantería. Empieza mi pesadilla. Una bolsa de plástico gigante descansa en el suelo. Poco a poco la voy llenando. Este año no voy a tener compasión. Los jerseys me miran agónicos y sin piedad los lanzo a la bolsa. Solo se salvan los que me he puesto en los últimos seis meses. Lo mismo ocurre con las camisetas, los pantalones... Luego abro las cajas y observo la ropa del verano anterior. También hago limpia.

Se me olvido que te olvide.
Como nunca te encontré
entre las sombras escondidas.
Y la verdad no sé porqué
se me olvido te olvide,
a mí que nada se me olvida.

Un poco de coca-cola, un suspiro y lo peor: probarme la ropa de la temporada pasada. Este vestido me sirve, esto se ha pasado de moda... Entre bolero y bolero escucho unas risas conocidas. Miro de reojo y descubro a mis hijos escondidos al lado de la cama.
-¿Te podemos ayudar? -preguntan.
-Aquí no, pero si queréis podéis ir haciendo limpia de juguetes en vuestros cuartos.

Día de orden, de caos, de organización, de limpieza... Día agotador... Y de fondo, El Cigala.

Qué te importa que te ame
Si tú no me quieres ya
El amor que ya ha pasado
No se debe recordar.

viernes, mayo 22, 2009

Pies para qué os quiero

Intento rozar la perfección pero mi cuerpo averiado me lo complica en exceso. Mi gran talón de Aquiles son los pies (suena a guasa pero es verdad). Tras cientos de dolores y dos operaciones (¡con clavo incluido!) sigo siendo esclava de ellos. Ayer, emocionada por los "súper divinos e ideales" zapatos -ay, qué recursi que soy- que me compré para el primer modelo de la comunión de Diego y que al final no estrené, decidí inaugurar la temporada de verano. Llegué a trabajar con una altura 11 centímetros mayor de lo habitual y luciendo palmito. Sí, muy mona, hasta que los pies empezaron a martirizarme. "¡Ay, que los zapatos "súper divinos e ideales" me han hecho una herida en mi minidedo anular!", lloré en mitad de la redacción. "Carmen, ¿tienes una tirita? -rogué dolorida- No lo soporto más". Y tuve suerte. Volví a la hora de comer a casa con mi tirita y mi andar zancudo. Desesperada, opté por cambiarme de modelo zapatil.
Esta mañana, entre gritos de "¡¡chicos, que no llegamos al cole!!" me he percatado de que mi pie herido no me permitía calzarme. Por fin he localizado unas sandalias de tira que dejaban mis horrorosos dedos al aire y entre las tostadas de Diego y las galletas de Álvaro me he pintado las uñas de los pies.
Todo iba perfecto hasta que me he detenido en la puerta del periódico.
-Emma, ¿qué te pasa? -me ha preguntado Alonso con cara perpleja.
-No te lo vas a creer.
-Emma, no empecemos. ¿Qué te ocurre?
-Que se me ha roto el zapato.
-¿Cómo que se te ha roto?
-Sí, se ha despegado la tira. Mira, mira, no puedo caminar con ellos.
-Anda, vete a casa y cámbiate.
-Sí hombre, con el atascazo que hay los viernes. Me niego. A grandes problemas, grandes soluciones -dictaminé y me retiré el zapato roto, lo metí en el bolso y muy digna entré descalza en el periódico.
-Tápame, Alonso, tápame.
-¿Pero cómo quieres que te tape los pies? -preguntaba atónito.
Descalza pasé por el torno de seguridad, subí las escaleras, recorrí el pasillo y anduve por toda la redacción.
-¿Qué te ocurre, Emma? -me preguntó Carmen al ver mis andares de coja.
-Se me ha roto una sandalia. ¿Me dejas tu grapadora? -supliqué con mi pie descalzo y mi zapato en la mano.
La operación grapa aguantó toda la tarde. Con mis andares amorfos recogí a Diego del colegio, seleccioné las fotos de la comunión y corrí a por Álvaro que estaba en una fiesta de cumpleaños.
Todo parecía tranquilo hasta que una madre entró en el recinto de bolas gritando.
-¿Alguien ha dejado un coche en doble fila? -preguntó sofocada.
-Sí, yo... -contesté con cara de culpable.
-Corre a moverlo. El autobús no puede girar y se ha montado un atasco enorme.
Y corrí lo que pude. Y las grapas de las sandalias saltaron. Y todos los coches pitaban. Y los conductores me miraban con ojos de insulto. Y no era capaz de introducir la llave en el contacto. Y los pitidos me estaban volviendo loca. Y pedía disculpas con una risa histérica... ¡Y me dolían los pies!
Ay, ¡qué he hecho yo para merecer esto!

jueves, mayo 21, 2009

Un gran tipo

La pregunta flotaba en el aire: ¿qué pasó con Alonso el día de la Comunión?
Los días anteriores al gran evento la tensión deambulaba por la casa. Mi mente solo pensaba en los aperitivos, los centros de flores, la decoración del jardín... y la de Alonso intentaba resolver el problemón con la enfermedad su padre. La distancia entre nuestros planetas era de años luz.
Sin embargo el gran día Alonso se transformó, disfrutó de la comunión de su hijo, estuvo pendiente de todos los invitados, ejerció de camarero e hizo que todo el mundo se lo pasara bien. Claro, mi suegra, pobriña mía, ayudó mucho (aguantó el tipo por su nieto y escondió durante unas horas su dolor).
-Emma, ha quedado todo perfecto, deberías montar una empresa de eventos y celebraciones - me elogió mi Alonso a las cinco de la mañana mientras recogíamos los restos de la fiesta- Así por lo menos le sacábamos beneficio.
-No es mala idea -contesté y mi mente empezó a mascar la posibilidad.
No sé cómo pero la conjunción de los astros logró que todo saliera de maravilla y, oh, milagro, evitó la disolución de nuestro matrimonio (uff, qué tranquilidad).
Ahora, tras la paliza de los últimos días, me siento un poco perdida, con demasiado tiempo y sin grandes cosas que hacer.
Y de pronto me acuerdo de los favores que me han pedido: el vecino que redacte una carta a la Junta Municipal para que reconviertan nuestra calle en doble sentido; el AMPA del colegio que diseñe unos carteles para las próximas conferencias; Pedro un texto de Malevos para una revista; Gonzalo, un díptico para la comunión de un amigo suyo; Gema, una pancarta de 3 metros... Vamos, que no me puedo quejar, pero ¿cómo le digo a Alonso que en breve voy a invitar un fin de semana a todos los primos de Diego y Álvaro a dormir en casa? Por ahora me callaré. ¿Podré?

domingo, mayo 17, 2009

Su gran día



El titular está claro: "La Comunión de Diego fue un auténtico éxito". Con la modestia que me caracteriza debo reconocer que salió todo de maravilla. Los invitados disfrutaron, el protagonista más, el tiempo fue fantástico (aguantamos en el jardín hasta las cuatro de la mañana sin ponernos una chaqueta), los niños devoraron la tarta de chuches; los adultos, mis manjares gastronómicos (¡si casi no sobró comida!); las copas nos entonaron a todos; los peques organizaron una "guerra" en la planta baja... Pero vayamos por partes.
El sábado, tras la paliza de los dos días anteriores, llegó con los nervios pellizcando nuestros estómagos. Aún había que emplatar la comida y rematar los detalles del jardín. A las dos finalizamos la misión y nos arreglamos para el gran día de Diego vestido de marinero. En la iglesia nos bombardearon a fotos. Empezó la ceremonia. El cura, un cachondo, nos hizo reír durante toda la homilia. Diego nos miraba emocionado desde el altar. Al terminar, corrió a intercambiar recordatorios con sus amigos y poco a poco los familiares cogieron sus coches.
-Ana, prepárate, en breve llegarán los invitados -dije a la cuidadora de los niños desde el móvil.
Diez, quince, veinte... Al final, 34 personas invadieron la casa y elogiaron lo bonito que había quedado todo. Mi padre actuó como somelier. Ana y yo seguíamos las pautas del menú que (ay, qué lista soy) colgué en la cocina para saber qué platos debíamos ir sacando. Diego, emocionado, abrió todos sus regalos. Después, todos los niños se abalanzaron a la mesa infantil para devorar los aperitivos.
Canapés, brochetas de salmón, salmorejo, tortilla con emulsión de pimientos, rollitos, pulpo a la gallega, jamón ibérico, chorizo, salchichón, guacamole, yakitoris con salsa agridulce...
-¡Emma, la cena ha sido deliciosa! -dijo mi tío Marcos.
-¡Pero si esto sólo es el aperitivo! -exclamé.
Ensalada de piña, merluza a la romana, solomillos de cerdo con salsa de pasas y patatas parís...
-¡Vamos a explotar! -gritó mi cuñado.
Y reí al ver como poco a poco la comida desaparecía de los platos.
Ring, ring, llamaron a la puerta. Por fin llegó la pizza de los niños que devoraron a toda velocidad.
-Y ahora, bajad todos los pequeños al jardín, que voy a darle a Diego su sorpresa -ordené a los infantes.
Descendí con la tarta de chuches (¡tres horas tardé en elaborarla!) y los gritos de emoción y elogios casi me hacen llorar. Diego, feliz, desenvolvió su tarta y me abrazó emocionado.
Los pequeños se atiborraban de chuches y los mayores degustamos el tartare de mascarpone con frutas del bosque y las trufas.
Luego, las copas, las risas, las conversaciones, los niños corriendo por toda la casa, desbartando los juguetes, jugando a la Wii...
-Mamá, ha sido genial -musitó Diego a las cuatro de la mañana.
-Sí, ha sido fantástico -asintieron Alejandro y Pablo, los amigos de Diego que se quedaron a dormir en casa.

Un éxito. Aunque, como suele ocurrir, echamos de menos a dos personas fantásticas: mi suegro, que se recupera muy poquito a poco de su ictus, y mi abuela, que hubiera disfrutado como nadie e incluso nos hubiera cantado un tango.

LAS FOTOS DEL GRAN DÍA (cliquear sobre la imagen para que se amplíe)

PD. Domingo. Estamos todos agotados. "Diego, ¿te gustó tu fiesta?", le preguntó con cara cansada. "Sí, mamá, me encantó, aunque la mejor fiesta eres tú". "Ay, qué cursi, pero ven que te como a besos"

sábado, mayo 16, 2009

Avance 1

4:30 de la mañana. La fiesta de la comunión de Diego acaba de terminar. No tengo fuerzas. Estoy rota. Por ahora, un pequeño ramillete de fotos. Mañana más. Me voy a dormir. Soy un as.

lunes, mayo 11, 2009

Control asfáltico

"¡No puede ser!", grité el viernes al abrir la puerta de casa y comprobar que toda la calle estaba levantada por la obras, repleta de contenedores y grúas que perforaban el asfalto. Intenté sofocar mi taquicardia y corrí a hablar con el jefe de obra.
-Buenos días -le dije con el corazón acelerado.
-Hola -me contestó el operario sumergido en su casco amarillo y con un chaleco fosforito.
-Perdone, ¿hasta cuándo van a estar con la calle levantada?
-Uff, no sé, tenemos que hacer una zanja en el lateral, cambiar unas tuberías y...
-Pero, ¿cuándo creen que terminarán?
-No sé, la semana que viene.
-A ver, es que el sábado celebro en casa la comunión de mi hijo y no me gustaría que la calle estuviese así...
-¿Mañana?
-No, el siguiente sábado.
-Bueno, tranquila, yo creo que terminaremos el jueves o el viernes.
-Eso espero. De todas formas, muchas gracias.
Esta noche las pesadillas han invadido mis sueños y han generado grandes dudas estilísticas: ¿está bien el vestido que me he comprado?, ¿no son demasiado informales los zapatos?... Rápidamente he decidido ir a ver otro modelito (siermpre me ocurre: en cada evento me compro dos vestidos). He salido a la calle, los contenedores seguían delante de mi puerta, la grúa agujereaba el asfalto, pero para mi sorpresa todos los operarios me han saludado con educación, me han deseado un buen día y han parado las máquinas para que pudiera sacar mi coche con facilidad. ¿Pensarán que estoy loca? No, por suerte es gente educada y seguro que finalizan antes del gran evento, además no lloverá y el sol lucirá... ¡Anda que no soy optimista!

Pd. Tengo un vestido nuevo. Ay, mi marido me va a matar.

viernes, mayo 08, 2009

Tesoro de amigos

Falta una semana para el gran evento, la comunión de Diego, y no paro de hacer cosas. Puedo desvelar algunos detalles, aunque las imágenes de todo lo que he elaborado no saldrán a la luz hasta el 17 de mayo para no desvelar los secretos a los lectores del blog que acudan a la fiesta.
Intentar ser perfecta es agotador. Tras diseñar los recordatorios y cortarlos en la guillotina, imprimí las tarjetas. "Ay, les falta un toque de distinción", gruñí al verlas. Rápidamente, Icíar me obsequió con un maletín repleto de tijeras con cientos de cortes distintos. Después de varios tijeretazos envolví los detallitos de las mujeres (¡ay, qué monos me han quedado!) y reservé unas cuantas etiquetas para... (top secret, secreto sumarial).
Al día siguiente me lancé como una compradora compulsiva a la busca y captura de mi vestido. No tardé en encontrarlo, pero localizar el conjunto de complementos y zapatos me estaba histerizando. "Venga, Emma, tranquila, nos vamos luego a la hora de la comida. Seguro que lo solucionamos", me dijo Cristina. Y acertó. A las cinco de la tarde mi coche estaba repleto de zapatos, pendientes, collares, chales...
El menú ha sido otro quebradero de cabeza. Cada día ponía un plato y quitaba otro, o ponía dos más y no retiraba ninguno.
-Alonso -le informé a las once de la noche cuando los niños estaban dormidos- me voy.
-¿Dónde vas a estas horas? -preguntó intrigado.
-He quedado con Pedro para definir el menú y que me dé consejos. No tardo nada.
Pedro me guió por el buen camino y a la una y media de la mañana perfilamos todo el catering.
A la mañana siguiente compré la camisa de Álvaro y los cacharritos para los centros florales de las mesas que tengo que diseñar. A las once y media de la noche repetí las frases del día anterior.
-Alonso, me voy, enseguida vuelvo.
-¿Y ahora dónde vas?
-He quedado con Coque para solucionar lo del postre.
-¿Seguro que no tienes un amante?
-Huy, no... aunque fijo que sería menos agotador que organizar la comunión.
Tras los consejos culinarios de Pedro y Coque, me fui a Makro para comprar los ingredientes, vajillas y bebidas.
Alonso me miró perplejo al ver mi entrada en casa: mil bolsas colgaban de mis brazos, del bolso salían cientos de papeles repletos de menús y mi estado nervioso se palpaba en mis pelos alocados.
-Emma, ¿te has dado cuenta de que tu bolso echa humo? -me preguntó con intriga.
Miré dentro del bolso y omití contestar.
-Venga ayúdame a colocar todo esto -le dije para que olvidara el incidente y no se percatara de que el humo que volaba era de mi tarjeta Visa que está a punto de explotar.

PD. No sé qué tal quedará todo (¡por Dios que no llueva!), pero pase lo que pase mil gracias a Icíar, Cristina, Pedro, Coque y Blanca (su ayuda es top secret). ¡Cuánto valen los amigos!

martes, mayo 05, 2009

Fotos sobre ruedas

Y aquí, las imágenes del día de los karts. ¡Ay, qué estilo tengo!
Espero que Diego haga honor a su apellido ("Alonso") y siga sus pasos.

sábado, mayo 02, 2009

Tratamiento superwoman

Al principio soy dócil e intento cumplir los consejos médicos hasta que noto que no surten efecto. Entonces, me siento y analizo la situación. Sí, los especialistas y mi padre (mi experto quiromasajista) me recomendaron calma, que me relajara para que mis músculos se destensaran. Pero ellos no me conocen, ignoran que lo que más nerviosa me pone es no hacer nada, dejar que el tiempo se escurra sin aprovecharlo, sin que me dé un rendimiento. Decidido, voy a actuar conforme a mi manera de ser: «superwoman hiperactiva».
La noche del jueves, tras el masaje de la médico del periódico y un nolotil, recogí a mis hijos del cole, me traje los clásicos invitados, jugué con ellos... Luego, duchas, cenas... A las 21:45 me miré en el espejo. «Huy, qué mal estás, así no puedes ir a la cena», pensé al verme. En veinte minutos me duché, alisé el pelo, me pinté y a las 22:30 llegaba a Malevos para cenar con Nuria, Mayte y Blanca. Nuestra clásica cita de mujeres mensual. De pronto, los murciélagos dejaron de morder mis músculos y me concedieron el placer de reír entre cervezas, comer las delicias «malévicas» y rematar las risas de féminas con un refrescante gin-tonic que aniquiló las mermadas fuerzas de los animalitos vampíricos.
El viernes, día del trabajador, desperté asustada: las ratas voladoras seguían sin aprisionar mis hombros. Perpleja me fui a trabajar (¡qué pringadita!) y mis hijos se quedaron en casa de unos amigos. A las seis de la tarde corrí al circuito de karts de Los Santos de Humosa. Descubrí a Diego escondido bajo un súper casco, con sus manos al volante y las piernas temblando de nervios. Un pitido indicó la salida. Raudos, pisaron el acelerador y giraron felices por la nueva pista.
-Mamá, yo también quiero conducir -rogó Álvaro.
-Cielo, aún no eres pequeño y no te dejan.
-Pero si conduces tú sí que puedo.
-Pero mis músculos... ¡Que les den! Venga, vamos a sacar un ticket para un kart biplaza.
El volante estaba duro como el hormigón, el casco de Álvaro chocaba contra mis hombros perjudicados, mis intentos de girar en las curvas casi nos sacan del circuito, al acelerador le faltaba «3 en 1»... Pero mi ratón estaba feliz e incluso me dijo que conducía mejor que Fernando Alonso. Salí retorcida del biplaza, los murciélagos hicieron su aparición pero no les permití amargarme.
Parece que mi terapia está funcionando, aunque todavía no me voy a zambullir en el optimismo. Tiempo al tiempo.