jueves, junio 14, 2007

A por ellos, oé...

Los nervios no son por el post operatorio, ni por el dolor de dedos, ni por los músculos de mis brazos cansados de tantas muletas. No, los nervios son por el partido de fútbol de esta tarde. La competición comenzó el lunes, pero el equipo de Diego no jugó hasta el martes. En mi situación de reposo era difícil acudir, pero cuando Diego me rogó por la mañana que fuera a verle tocó mi fibra sensible y planifiqué cómo ir. A media tarde vino la madre de Rubén, Asún, a buscarme con su coche. Me desplacé torpemente con mis muletas y le agradecí infinitamente su gesto. Llegué al colegio y los compañeros de Álvaro me bombardearon con cien mil preguntas: ¿te han cortado el pie?, ¿te has caído?, ¿por qué llevas muletas?, ¿nos las dejas un poquito?... Álvaro, detrás, explicaba a todo el mundo, emocionado, que yo era su madre y se fue al cumpleaños con la madre de Cristina. Me arrastré por el patio, entré en el colegio y me enfrenté a las escaleras que debía descender para llegar al campo de fútbol sala. Sin gran arte bajé escalón a escalón y llegué hasta la grada. El pie cada vez estaba más inflamado. Todo el mundo me ayudó y me interrogó sobre mi percance. Una que es imperfecta, fue la frase que más dije. El partido comenzó y los gritos atronadores invadieron el recinto. Al poco, la desilusión, un gol, dos goles, tres goles... Al final, perdieron cinco a cero. Los niños sudaban como pollos. Chicos, tranquilos, que lo habéis hecho fenomenal, les animábamos todos los padres abrazándoles y contentos por ver como habían intentado defender su honor.
El miércoles mi pie se resintió y me quedé en casa con Álvaro que no paraba de chapotear en la piscina. Ana ejerció de representante familiar y acudió a ver el partido. A mitad de partido la llamé por teléfono. Van ganando tres a cero, la escuché gritar en medio del alborozo. Y el partido mejoró. Resultado final: 8-0. Diego llegó pletórico, excitado de victoria, gritando "¡¡¡ooooocho a cero, ooooocho a cero!!!". Y esta tarde es la semifinal. Y allí iré yo en taxi, para gritar como una loca, para animar a mi niño, para vociferar a todos sus compañeros y calmar un poco mis nervios.

P.D. Hoy me han retirado el vendaje. Externamente el pie sólo muestra unas pequeñas y mínimas incisiones. Sin embargo, la cirugía interna ha sido bastante compleja y agresiva: además del juanete y del dedo gordo, me han tenido que intervenir en todos los dedos para cortar los tendones y evitar que se agarroten más. Ahora tengo que llevar una férula y mentalizarme a vivir mi baja laboral. ¡Con lo que me gusta a mí ir a trabajar al periódico!

martes, junio 12, 2007

Un juanete menos

¿Te han operado alguna vez?, me preguntó la anestesista mientras comprobaba en qué vena me iban a poner la vía. Y una que es imperfecta por naturaleza sonrió. Bueno, alguna vez, dije con media sonrisa: me han operado del pie izquierdo, me han extirpado un ovario, el apéndice, ah, también me han quitado un cornete, un polipo kilian, más dos epidurales para los partos... Y creo que no se me olvida nada más. La anestesista elevó las gafas que se escurrían por su nariz. Osea que no estás nada nerviosa, me interrogó con simpatía, veo que te han operado en casi todas las extremidades de tu cuerpo.
Al cabo de unos minutos mi imperfecto cuerpo descansaba sobre la camilla del quirófano. Sentí el dolor de los pinchazos de la anestesia local en mis tobillos y el sedante causó efecto y me adormecí. No sé cuánto tiempo paso. Mis ojos se abrieron y escuché el traqueteo de una sierra o un martillo, me incorporé e intenté cotillear. Observé como mi dedo gordo estaba cortado de un extremo a otro. Una enfermera me empujó levemente para que siguiera tumbada y decidí que no iba a volver a curiosear la carnicería de mi pie.
Subí a la habitación en silla de ruedas y allí estaban mi amado Alonso y mi madre. ¿Qué tal?, preguntaron con intriga a mi pie vendado. Todo bien, al final ha sido con anestesia local, expliqué tumbándome en la cama. Al rato aparecieron mi abuela y Pepe. El teléfono no paraba de sonar y mi pie seguía adormecido. Poco a poco el sedante me fue adormeciendo y sucumbí en un profundo sueño.
Mi madre apareció a primera hora de la mañana. Aún no sentía el pie y tenía deseos de irme. La enfermera nos confirmó el alta, bajé con mis muletas y mi madre cargó con todos los bultos. Alonso nos esperaba abajo. Mis muletas me trasladaron hasta casa. Mis suegros iniciaron el proceso de visitas matutinas. Luego, por la tarde, mi abuela Mary, mi prima María y Víctor. El sábado, mi madre. Y el domingo, Roberto, Virginia, Manuela, Cayetana, Escuer, Montse, mi abuela Avelina y mi madre. Y siempre, mis niños, que me han mimado, me han pisado si querer el pie, han jugado con mis muletas y, sobre todo, se han bañado en la piscina mientras yo leía tranquilamente un libro.
Poco a poco, parece arreglo mis innumerables imperfecciones. Y para que veais que no miento os ilustro con unas horribles imágenes no aptas para cualquiera. Je, je

domingo, junio 03, 2007

La casa invadida

"Estoy en el castillo de Disney", leí en el mensaje de Alonso desde Alemania. "Pues yo estoy a punto de montar un parque infantil en casa", contesté al ver el follón que se me venía encima. Miré por el retrovisor y comprobé a toda la tropa que llevaba en el coche: Álvaro, David, Alejandro y Diego. Al llegar a casa les puse en fila, como hago siempre, y les solté las instrucciones: lo primero que vais a hacer es ducharos, poneros el pijama, cenar y, según como os portéis, os pongo luego una película. Todos asintieron y sonrieron de emoción. Se ducharon entre risas y dejaron el baño como si fuera un pantano, se vistieron dando saltos de cama en cama y me amenizaron la cena contando todas sus aventuras infantiles. Álvaro intentaba seguirles el ritmo, pero tras el cumpleaños que había tenido esa tarde sus párpados empezaban a flaquearle. ¿Podemos ver una película?, me preguntaron con cara de no haber roto un plato. Sí, pero antes vamos a hacer un poco de teatro para ver si Álvaro se duerme, susurré para que no me escuchara el peque. Al cabo de cinco minutos, Álvaro estaba en la cama de Diego rodeado por todos sus amigos. Apagué la luz, les rogué silencio e intentaron que se durmiera, pero fue imposible. Bajamos al cuarto de estar y les puse en el DVD "Men in black". Álvaro cerró los ojos a las once y media. A las doce y media le cogí en brazos y le llevé a su cama. Chicos, subid que ya es hora de dormir, dije al apagar la tele. ¡¡Jo!!, se quejaron los tres mientras obedecían mis órdenes. La locura llegó al meterse en la cama. Brincaron de una a otra. Alejandro y David reían histéricamente porque era la primera noche que dormían en casa de un amigo. Y Diego reía a carcajadas de emoción por compartir su cuarto con sus amigos. A la una y media de la mañana seguía escuchando sus cuchicheos desde mi cama. Por Dios, no se van a dormir, pensé intentando despejar mi sueño que por una vez hizo pronto su aparición. A las dos cayeron en un profundo sueño.
Les oí gritar por la mañana y sentí que mi cuerpo aún no había descansado, salté de la cama y me fui a verles. ¿Queréis desayunar?, pregunté con legañas en los ojos. ¡¡¡Sí!!!, contestaron totalmente despejados y animados. Bajé a la cocina y se me cayeron de golpe las legañas al ver la hora que era: ¡las siete de la mañana!. Yo les mato, rugí al poner las tostadas en la tostadora. Álvaro se despertó con los gritos de la tropa. "Mamá, haz que se haga otra vez de noche", suplicó Álvaro con su carita de sueño. Intenté que se durmiera, pero la excitación al ver tantos niños en casa se lo impidió. A las diez de la mañana me los llevé al parque Juan Carlos I, y treparon por el castillo pirata, se tiraron en tirolinas, hicieron carreras.... Y yo empujé la bici de Álvaro. Esto es para ti, me dijeron los tres mayores. Y observé el maravilloso ramo de flores silvestres que me habían hecho. Chicos, es el ramo más bonito que me han regalado, exclamé emocionada y a punto de comérmelos a besos. Agotaron sus fuerzas y a la una y media dejé a Alejandro en su casa. Luego, a David. Yolanda, la madre de David, me invitó a comer en la terraza de su ático porque ambas compartíamos la misma situación: teníamos al marido de viaje. Y los niños aún fueron más felices. Y se pasó la tarde y por la noche me entró el cansancio y llevé a mis Alonso a cenar al Mc Donald´s y cayeron en la cama agotados y con cara de felicidad.

viernes, junio 01, 2007

Propósitos imperfectos

Si me asesinaran, decapitaran mi cabeza, me extrajeran la dentura y me arrancaran las uñas, no habría problemas para mi identificación. El resultado de la autopsia sería revelador. Mujer blanca, de unos treinta y picos años, europea. Observaciones: le falta un ovario, el apéndice, un cornete, tornillo en el pie izquierdo e incisiones varias en ese miembro. Resumiendo: un desastre de mujer. Así que tanta imperfección tiene su lado positivo. Animada por mis pensamientos macabros y consciente de mis dolores de pie, he decidido igualar las imperfecciones, aumentar mis marcas de identificación y el próximo jueves acudiré al quirófano para que me eliminen el juanete derecho y me implanten otro tornillo (¡con todos los que me faltan!). Mis aparejos de inválida descansan en el maletero del coche: un par de muletas, un férula, un zapato anatómico horroroso… Ay, qué pena no rozar la perfección.
Los nervios me están atacando por momentos, y no por la operación en sí, sino por todo lo que tengo que solucionar antes de la intervención: ropa de verano de los niños, disfraces para la fiesta de fin de curso, bañadores… Para no estresarme, y aprovechando que mi Alonso está en Alemania, he invitado esta noche a dormir a dos amigos de Diego y una amiga de Álvaro. Sí, ya sé que me meto yo sola en los follones, pero en el fondo me encanta. Ahora me iré corriendo a comprar la chuches de los niños, las palomitas y demás chuminadas.
Pensando, pensado, he decidido que debo aprovechar mis días de baja. Me planteo varias opciones. Primera, pedirle a mi hermano la Thermomix e iniciarme en ese mundo culinario, pero este plan perjudicaría a mis kilos de más que aumentarían estrepitosamente. Segundo, aprender a coser (no es que me tiente mucho, pero el disfraz que le ha hecho a Ana a Álvaro es una maravilla y me ha dado envidia). Tercero, revisar todo el blog e imprimirlo para la familia. Cuarto, pintar la casa. Quinto, organizar todos los papeles y libros. Sexto, hacer la obra del jardín. Séptimo, pintar camisetas y zapatillas para los niños… Muy bonitos mis planes, pero conociéndome seguro que dentro de un mes me lamentaré por no haber cumplido ninguno de mis propósitos. ¡Y esta imperfección no se puede operar!