lunes, marzo 25, 2019

Buenos días, princesa


Le veía cada mañana junto al paso de cebra. Su blanca sonrisa contrastaba con su negra piel. Paseaba alrededor de los coches que paraban ante el rojo semáforo, eliminaba los anuncios que alguien había colocado en los limpiaparabrisas, agitaba su gran mano para saludar sonriente a cada conductor ─pese a que muchos ni se dignasen a mirarle─, y si le daban una pequeña propina se ponía exultante de felicidad. 
    ─¿Cómo te llamas? ─le pregunté al cabo del tiempo.
    ─Mondei, como lunes en inglés.
El coche de detrás, impaciente por las prisas de la ciudad, apretó con insistencia el claxon para que avanzara.
   ─Adiós, Mondei.
   ─Hasta mañana, princesa.
Nunca me han gustado los diminutivos, ni los términos cursi-amorosos, salvo con MondeiSolo él me llama princesa. Cada vez que coincidimos en el cruce se acerca hasta la ventanilla de mi viejo coche, sonríe y, como a muchas otras, me convierte en un personaje de cuento que vive en un palacio con su corona y su trono. Poco a poco, he sabido que llegó a España desde Senegal, que su vida no ha sido ni es nada fácil, que prefiere que le dé comida porque una parte del dinero que consigue se lo tiene que entregar a la mafia con la que se endeudó para venir a España. Los alimentos, en cambio, son solo para él y me lo agradece con un paquete de kleenex
    A veces desaparece un par de días, no muchos, los suficientes para que la angustia me presione un poco el alma.
    ─Buenos días, princesa.
   ─¿Todo bien, Mondei? Hace tiempo que no te veo.
    ─He estado un poco mal de salud... Ya me he recuperado.
El tiempo ha marcado las arrugas en su cara, pero nada ha podido borrar su blanca sonrisa. 
    El semáforo se pone en verde. El conductor de detrás aporrea su claxon. Él no sabe quién es Mondei y tal vez considere que todos los inmigrantes son unos ladrones. ¡Qué pena!
    ─Adiós, princesa.
   ─Hasta mañana, Mondei.

miércoles, marzo 20, 2019

Succión bucal


La luz me ciega, los recuerdos me bombardean y el miedo me aprisiona. Todo lo que voy a contar es cierto, aunque modificaré los nombres de los protagonistas para proteger su identidad y su vergüenza.
─¿Te has enterado de lo que le ha ocurrido a Natalia? ─me comentó garganta profunda por teléfono.
─No, ¿qué le ha pasado?
─Muy fuerte. Te lo voy a contar pero no te rías, que es muy serio, que la pobre lo está pasando fatal y no para de tomar antiinflamatorios para paliar su dolor.
─¿Ha sufrido un accidente?
─No, es algo más surrealista. ¿Conoces el aparato succionador de saliva que te colocan en la boca mientras te realizan una limpieza de boca?
─Sí, el aspirador de babas.
─Eso, eso. Pues no sé cómo lo hizo, pero Natalia succionó con ese aspirador la campanilla de su boca y ahora en vez de campanilla tiene un badajo.
─Estás de coña.
─Que no, que no, te lo juro, que hasta el dentista le ha pedido permiso para publicar las fotos de su campanilla en el foro odontológico al que va a acudir. Ay, pobre. Su habla es un poco gangosa y si baja la cabeza el badajo le da contra la lengua.
─¡Qué grima! ─comento sin aguantar la risa.
─Uvulitis, así se llama la inflamación de la campanilla.
─Alucina, vecina.
Al cabo de una semana, la pareja de Natalia sufrió los mismos síntomas: su campanilla se inflamó hasta el infinito y más allá.
─¿Qué te ha sucedido? ─pregunté con intriga a Pedro (nombre falso).
─Ay, que me fui de fiesta con los amigos, que si cerveza arriba y gin tonic abajo, que si risas y más risas... Vamos, que llegué a casa catatónico, me dormí de cúbito supino y entre la sequedad por la boca abierta y los estruendosos ronquidos se me ha inflamado la campanilla. Ay, que no puedo hablar...
   Ahora estoy tumbada en la camilla del dentista para mi limpieza anual, el succionador baila por mi boca, mi campanilla tiembla de terror y yo estoy totalmente acojonada.
¡Amo mi campanilla, no quiero un badajo!

Natalia y Pedro, una pareja muy uvulítica

jueves, marzo 07, 2019

Grandes autoras, grandes mujeres


Somos iguales, hombres y mujeres. Los escritores tienen el poder de transmitir historias a través de sus libros. Nos cogen de la mano y nos lanzan a un viaje infinito entre hojas blancas con tinta negra. Ante nuestros ojos surgen otros mundos, otras situaciones. Sentimos, lloramos, tememos, suspiramos, nos excitamos, reímos... Somos iguales, pero tal vez hoy, 8 de marzo, voy a presumir de alguna que otra autora que me ha pellizcado el corazón.
  • Fred Vargas. "Cuando sale la reclusa".
  • Isabel Allende. "La casa de los espíritus".
  • Carmen Laforet. "Nada".
  • Almudena Grandes. "Las edades de Lulú"
  • Patricia Highsmith. "El talento de Mr. Ripley".
  • Arundhati Roy. "El dios de las pequeñas cosas".
  • Laura Esquivel. "Como agua para chocolate".
  • Dolores Redondo. "Trilogía del Baztán".
  • Julia Navarro. "Dime quién soy".
  • Donna Leon. Serie Brunetti.
  • Rosa Montero. "La ridícula idea de no volver a verte".
  • Camilla Läckberg. Serie Fjällbacka.
  • Clara Sánchez. "Lo que esconde tu nombre".
  • Marta Sanz. "Black, Black, Black".