sábado, febrero 28, 2009

Una visita intempestiva

¡Ding, dong!
Abro un ojo. Alonso está a mi lado, Álvaro al otro y Diego en su habitación.
¡Ding, dong!
Alonso abre sus ojos. Me mira.
-¿Han llamado a la puerta? -pregunta somnoliento.
-Creo que sí, pero yo paso de bajar, será el cartero -musito con voz onírica.
Escucho como se levanta, baja las escaleras y abre la puerta.
-¡¡Buenos días, familia!!
Reconozco ese tono. Los niños más, saltan de la cama y corren a verle.
-¡¡Pepe, Pepe!! -gritan con entusiasmo.
Abro el otro ojo. ¡Las ocho de la mañana!, ¿qué hace tan pronto en casa? Me obligo a levantarme y bajo con mis pelos de loca y mis legañas pegadas a las pestañas.
-¡Hola Pepe! (muack, muack). ¿Qué tripa se te ha roto? -pregunto con intriga.
-Nada, es que Pati salía esta mañana hacia Italia, he ido a despedirla y, de paso, desayuno con vosotros...
-¡Qué bonito es el amor!, ¿y no me has traído cruasanes?
-No me ha dado tiempo.
Gracias a la visita fraternal, los niños llegaron por una vez pronto al colegio.
Tras unos cigarros y varias conversaciones, Pepe se fue. Aproveché para alisarme el pelo y arreglarme, trabajé lo justo y necesario y acudí a recoger a mis peques.
-Mamá, un nueve en inglés y un siete y medio en "cono" -me disparó Diego con emoción y yo me emocioné más al ver que el esfuerzo del fin de semana había dado sus frutos (¡por Dios, que yo no sé inglés!... Aunque a este ritmo me haré bilingüe)
-Nos merecemos cenar en el burguer... -opinó Álvaro.
-Sí, esto merece un premio.
Después de la cena, duchas y a pintarme la raya del ojo.
Mis suegros ejercieron de baby siter y nos fuimos a cenar con Esther, Cipri y Barroso. La crisis periodística sobrevoló durante los aperitivos y, como es habitual, plagamos el resto del ágape con cotilleos y risas.
-Me voy a Segovia con mis padres -dijo Alonso a primera hora del sábado.
El edredón me retenía con fuerza en la cama hasta que Diego apareció vestido con su equipación de fútbol y rápidamente me arreglé.
En el coche infundé nuevos ánimos morales: "Diego, tienes que ser positivo, pensar que vais a ganar, comeros al rival, luchar por cada balón, correr a la velocidad del rayo, mirar con ojos de asesinos al rival, apabullar al contrario, batallar contra las inclemencias..."
-Que sí, mamá, no te preocupes... -contestó con un poco de desgana.
Y por fin, la victoria llegó: ganaron 2 a 1.
Sin energías tras mis gritos, fuimos a comprar el regalo de mi hermano Roberto y centré mis mínimas fuerzas en hacer el paté y el salmorejo para la fiesta.
Ahora estoy muy cansada, con ganas de dormir, pero mis hijos quieren ir a montar en bici al Juan Pablo I, y yo soy muy sufridora...

domingo, febrero 22, 2009

Con estas manitas...

La crisis casera me generó un gran estrés. El jueves, mientras Diego estaba en catequesis, aproveché para comprar todos los útiles necesarios para las reparaciones que tenía previstas. Además, descubrí nuevos artículos que llamaron mi atención: por ejemplo, un rotulador para pintar las juntas de los azulejos con punta giratoria… Y caí vilmente en la tentación.
Por la noche, tras colocar a mis fierecillas, ejercí de manitas: encolé el cajón del cuarto de Diego, la bisagra de la puerta de la cocina y empecé a pintar las juntas de los azulejos de la cocina (¡menudo invento el rotulador!). Alonso (¡menos mal que está acostumbrado a mis locuras nocturnas!) decidió callar al verme tirada por el suelo de la cocina a las dos de la mañana.
El viernes, una vez que mis hombres me abandonaron, coloqué la cortina del salón, pegué el tope de la puerta de entrada, conecté la lámpara de la cocina y corrí (bueno, fui en coche) a Leroy Merlin para comprar las tablillas de tarima que separan la cocina del baño, ya no lucían su esplendor primigenio. Después de colocarlas (uf, cuánto sudor), intenté posicionar la puerta de la cocina tras comprobar que el súper pegamento del día anterior se había secado. La puerta está en su lugar de origen, pero no me ha quedado muy bien, así que tendré darle vueltas al arreglo o, como dice Álvaro, llamar a un carpintero (hijo, has sacado los genes de tu padre que no es partidario de practicar el intrusismo profesional, sino de llamar a un especialista. Pero a ver, ¡no estábamos en crisis!).
Por la tarde podé el árbol de la entrada y corrí a recoger a mis hijos al colegio al estilo hippie de los años 70 con el pelo lleno de flores y hojas.
¡Ay, qué cansado es no trabajar!

PD1: La puerta se estampó de nuevo contra el suelo. Atacada, desmonté todo el mecanismo. Por fin descubrí que las bisagras estaban rotas (se rompieron ambas por el mismo lugar y era difícil hallar el fallo, menos mal que mis observaciones estilo CSI dan sus frutos). Mi amigo el ferretero me explicó la inmensa modalidad de bisagras que existen y lo que han evolucionado. Vamos, que la ferretería avanza casi tan rápido como la electrónica.

PD2: Me quiero. Me he gastado tres euros y he arreglado la puñetera puerta de la cocina. Es decir, me he ahorrado un mínimo de noventa euros. Mañana me voy de compras para celebrarlo. ¿He dicho que me quiero?

miércoles, febrero 18, 2009

El culpable

Los pistas aumentaban día a día hasta que hallé la solución: adiviné quién había provocado la crisis mundial. Me duele reconocerlo, pero el factor primordial no ha sido la economía, ni la caída de la bolsa, ni la explosión de la burbuja inmobiliaria o los minicréditos americanos. No, hay un hombre que ha generado el derrumbamiento general para que sus argumentos tuvieran mayor peso.
Parecía que el viento corría a mi favor, que después de tanto tiempo lo iba a conseguir, que me lo iba a camelar... Y entonces él, acorralado, sin saber cómo salir del embrollo, gestó una crisis galáctica para argumentar su razonamiento: "¡Pero Emma, cómo vamos a tener un tercer hijo en mitad de una crisis mundial!". ¡Ajá!, Alonso, te pillé, tú eres el culpable... Barajé concertar una cita conjunta con Obama, Zapatero y Sarkozy para explicarles mis tesis, pero temiendo que me internaran en un psiquiátrico desestimé la opción.
Presa del pánico, centré mis energías en los preparativos de la comunión de Diego. En cuanto convencí a Alonso (¡Dios mío, la religión nos va a separar!) de celebrarlo en el jardín se desató otra crisis en casa: se descolgó un cajón de la cocina, una puerta venció y aterrizó en el suelo, el escritorio de Diego se desarmó... ¡Y hoy cuando he llegado a casa se había caído parte de la cortina del salón!
Alonso que me conoce muy bien (yo a él más que sé que es el culpable de la crisis mundial) detectó mi preocupación al entrar por la puerta.
-¿Qué te ocurre? -me preguntó extrañado.
-Nada, Alonso, que se nos está cayendo la casa encima... Parece como si alguien al saber que iba a celebrar la comunión aquí hubiese lanzado un hechizo maligno.
-Emma, tienes una imaginación pasmosa.
Si tú supieras...

PD. A las dos de la mañana Álvaro me despertó con un grito estremecedor. Corrí a su cuarto. Los vómitos abarcaban su cama, su pijama, el suelo... "Tranquilo, cielo", le susurré al oído. Le cambié, lo llevé a mi cama y mientras ponía una lavadora oí otro grito. Subí y contemplé mi cama inundada por los efectos de la gastroenteritis. Repetí la operación de cambio de sábanas, pijama, pasé la fregona y observé los andares somnolientos del culpable de la crisis mundial hacia el cuarto de invitados. Ahora no puedo dormir y me pregunto: ¿será Alonso el causante del ataque vírico?, ¿me provocará el insomnio desajustes cerebrales?, ¿será todo producto de mi imaginación?, ¿estaré sufriendo una crisis personal?... Demasiadas preguntas para estas horas de la madrugada.

lunes, febrero 16, 2009

Los ases del balón

El equipo al completo

Tras cientos de gestiones y conversaciones con la directora del colegio, logramos vestir de azul y blanco a las estrellas futbolísticas del Santa María de la Hispanidad. La excitación de los padres era desmersurada y la de los niños aún más. Todos acudimos al campo provistos de cámaras de fotos, vídeo... Un arsenal electrónico para plasmar el buen juego y el glamour de nuestro pequeños. Sin embargo, la nota amarga llegó: perdimos. ¡¡OOOOOHHHHH!!, ¡qué drama!, ¡qué desesperación!... ´¡Qué mal jugaron! (y es súper difícil que yo lo reconozca). Pero habrá más partidos y seguro que ganamos. ¡¡Ooooe, ooe, ooe, oe....!!


Untitled from Juan Alonso on Vimeo.

viernes, febrero 13, 2009

El gran felino

La preocupación y el drama han invadido mi vida (fiu, fiu, no es la crisis, que para eso ya habrá tiempo). Unos ruiditos por el techo falso del salón perturban la "calma" casera. ¿Será de nuevo un ratón?, ¿pensará colarse otra vez en la campana de la cocina?, ¿cómo podemos exterminarlo?... El cansancio no me concedía respuestas a mis grandes preguntas así que opté por comprar veneno cuando Ana detectó por dónde pasaba el pequeño roedor. La espera de los efectos asesinos se hizo esperar. La presa no caía en la trampa y los sonidos perturbadores martilleaban mis tímpanos.
Una noche admiré como Lucas, nuestro gran felino, observaba con detenimiento el lugar de la cocina donde había depositado el veneno. A la hora de la comida relaté el hecho a mi Alonso y miré con ojos tiernos a Lucas esperando que actuara en breve. Alonso, que cuando le hablo de mis neuras desconecta, bajó a dormirse una siestecita.
-¡¡¡¡Juan Fran!!! -gritó Ana.
Alonso se levantó somnoliento, corrió por las escaleras rebotando por las paredes y llegó a la cocina.
-¡¡El ratón!!, ¡¡ahí está el ratón!! -seguía gritando Ana.
Lucas, el gran felino, miraba con expectación.
Alonso se agachó y con una escoba logró sacar al roedor, al mini-roedor (un ratoncito de campo que no medía más de cinco centímetros).
-¡¡¡Ataca, Lucas, ataca!!! -aullé en mitad de mi histeria mientras intentaba hacer una foto (misión imposible por mi estado neurótico).
Y el gran felino, impasible al ademán, ni se inmutó.
-¡Que lo tienes detrás! -le expliqué como si me fuera a entender.
De pronto se percató del ratón, le lanzó la zarpa, lo cogió con su boca y se fue corriendo al jardín.
Ay, pobre ratoncito y menuda "fiera de felino" tenemos en casa...

sábado, febrero 07, 2009

El cumple de María


No sé vivir tranquila, sin agobiarme por algo. En una de mis innumerables noches de insomnio, recordé que el viernes tenía la fiesta por el cuarenta cumpleaños de mi prima María y me surgió la gran duda: ¿qué le regalo? Mis neuronas rompieron su descanso y empezaron a lanzar señales eléctricas por todo el cerebro. Sobre las cuatro de la mañana una sonrisa apareció en mi cara... ¡Eureka!, exclamé como Arquímedes.
Para evitar pensar en la crisis (¡fiu, fiu!, la escucho volar muy cerca de mí), centré mis energías en la busca y captura de los distintos regalos y redacté las notas explicativas de cada detalle.
Tras arreglarme como pude (¡menudo estropicio le ha hecho el peluquero a mi flequillo!, ¡parezco Nefertiti!) nos fuimos a Malevos, lugar escogido para el evento cumpleañero. Allí estaba mi prima cuarentona con su marido, su grupo de amigos, su hermano, su cuñada y los primos. Empezamos a tomar el cóctel, beber cerveza, picotear jamón y sorber con placer las copas. Después, llegó la sorpresa de la noche: un encantador vídeo resumen de toda su vida. Seguimos con la tarta, más copas y muchas risas.
-María, toma tus regalos -le dije cuando supe que ya le habían entregado todos y que mi despiste seguía en su línea.
Leyó la primera nota: "Querida prima cuarentona, hay un tema que me preocupa, que me quita el sueño, me desvela, me aturde. Pero antes de que adivines lo que perturba mi mente será mejor que abras el primer regalo para lograr que tu corazón palpite con fuerza".
Rasgó el papel y apareció el libro "El amante de Sanghai", novela pastelosa e ideal para lograr que entre en la materia.
Nota 2: "Ahora que tu corazón palpita es el momento de atacar con fuerza, con erotismo, con pasión, con locura, con desenfreno, con excitación, con lujuria, con frenesí..."
Y descubrió un picardías negro con encaje, un tanga del mismo color y unos pantys.
Nota 3: "A este regalito hay que echarle imaginación. A mí se me ocurren muchas acciones eróticas, aunque no sé si tu mente cuarentona será capaz de adivinarlas..."
"¿Pero qué es esto?", preguntó mi prima al ver los guantes de fregar (de diseño, faltaría) y una espátula de madera.
Nota 4: "Sí, querida prima, lo has adivinado, lo que me preocupa es tu vida sexual... ¡¡Muchas felicidades!! ¡Ah!, un último consejo: después del gozo y la pasión nunca olvides..."
Todo el mundo rió al ver cómo desenvolvía el regalo de forma rectangular, todos pensaron en un juguetito erótico. No, era ¡¡una crema antiarrugas!!, malpensados

¡¡Feliz cumple, María!!
Nos lo pasamos de maravilla
aunque no tomamos tortilla.

(¡Qué rima!)

Más fotos

¿Estás enfadada?

-Mamá, no te enfades, tengo dos noticias que darte -dijo Diego al verme entrar en el colegio.
-¿Una buena y otra mala? -pregunté con intriga.
-No, las dos malas.
-Venga, empieza...
-He perdido abrigo. Lo dejé colgado en clase y ha desaparecido.
-Pues con el frío que hace... ¿Y la segunda noticia?
-No te enfades. He suspendido inglés.
-¿¿¿Qué???
-Sí, he sacado un 3,5.
-¿¿¿Qué??? No lo entiendo pero si estuviste estudiando cinco días con tu padre. Os voy a matar a los dos.
-Bueno, papá no tiene la culpa.
-¿Cómo que no?
-No te enfades.
-Ya estoy enfadada.
-Me equivoqué con los temas y estudiamos los que no entraban en el examen.
-Yo te mato. El viernes castigado sin ir a casa de ningún amigo, pensaré si vas el sábado al fútbol y olvídate de la tele, la wii y demás aparatos. ¡Y como no aparezca el abrigo te cojo el dinero de la hucha!
-Estás enfadada...
-Sí, y mucho.
Esa noche Diego y Álvaro, temiendo mi enfado, hicieron rápidamente los deberes, colocaron su ropa, no se pelearon... Una maravilla.
-Mamá, tengo dos noticias que darte -dijo Diego al verme entrar en el colegio.
-¿Una buena y otra mala? -pregunté con preocupación.
-No, las dos buenas.
-Venga, empieza...
-He encotrado el abrigo y he sacado un 7,5 en matemáticas.
-Dame un beso, tontorrón. Así me gusta. Muy bien, cielo.
-¿Me vas a levantar el castigo?
-Lo siento, pero no, así la próxima vez no te equivocas con el temario que debes estudiar.
-Eres un diablo, bueno no, una diabla.
-Diablesa, corazón, se dice diablesa.

domingo, febrero 01, 2009

Misión Micropolix



¡¡Todos a bordo!!

La misión del viernes no era nada sencilla: llevar a 150 niños a Micropolix (mini ciudad infantil), intentar que no les ocurriera nada y devolverlos sanos y salvos a sus familias. Misión estresante, la verdad.
A las siete y media de la mañana me levanté dispuesta a preparar los bocadillos de mis hijos, mochilas, cámara de fotos... A las nueve llegamos al colegio. Una jauría de niños emocionados invadía el patio. Ángeles nos entregó el listado de alumnos que correspondía a nuestro autobús, el número 2, y junto con Yolanda y Esther empezamos a organizar a los 53 infantes que debíamos transportar. A voz en grito pasé lista en el autobús. Cuando estaba a punto de quedarme afónica el conductor me informó que el autobús tenía un micrófono (¡a buenas horas!). Durante el trayecto hasta Micropolix expliqué a los niños, vía micrófono, qué debían hacer: "cuando lleguemos debéis esperar en el autobús a que venga un responsable de Micropolix para que os ponga la pulsera identificativa y os entregué el pasaporte y los eurix (dinero del recinto). Después, cada uno bajará con su abrigo, lo depositará en el maletero y cogerá su mochila con la comida. Nada más entrar en Micropolix encontraréis unas "jaulas" donde dejaréis las mochilas y así podréis correr libremente por el recinto". Las instrucciones eran claras, pero la realidad nos transportó al caos: ¡ay, me ayudas a sacar los eurix del plástico!, ¡a mí me falta el pasaporte!, ¡ay, cámbiame la cartera de color!, ¡no me puedo colocar la cartera!... Y así 53 niños.

¿Cuánto hay que pagar? (Álvaro, Fernando y Daniel)

Por fin, y no sé cómo, los niños corrían por Micropolix y ya solo debía encargarme de los seis pequeños de cinco años. El resto del día mi mente se dedicó a contar continuamente: un, dos, tres, cuatro, cinco y seis. ¡Bien, no me falta ningún niño! Y los pequeñajos disfrutaron ejerciendo de pilotos en el avión, comprando en el supermercado, revoloteando en el taller de la imaginación, presentando el telediario en la televisión... Mientras, de vez en cuando, algún mayor se cruzaba conmigo: ¡Emma, soy repartidor, tengo que llevar este paquete al CSI!, me explicaba David Acasuso; ¡Emma, Diego está trabajando de gasolinero!, oí a Pablo Barriopedro al pasar corriendo junto a mí...
La hora de comer

Por los altavoces del centro nos llamaron para acudir al comedor. De nuevo el caos hizo su aparición. Era el momento de distribuir las 150 mochilas que estaban en las "jaulas". Delegué la misión en Ángeles, Jesús y Teresa y me centré en localizar las de mis seis pequeños. Al cabo de media hora, todos los niños comían y reían de emoción; los adultos nos atragantábamos con nuestros bocadillos y contábamos que no faltara ningún niño.
Las mochilas retornaron a las "jaulas" y todos volvieron a jugar y disfrutar de las distintas misiones. Mis pies estaban agotados y mi mente, harta de contar del uno al seis.
Lo peor estaba por llegar: la salida.
Reunimos a los 150 niños en la plaza del ayuntamiento. De allí, a las jaulas a por la mochilas (¡qué tortura!) y las quejas infantiles: ¡esta no es mi mochila!, ¡la mía es rosa con unas pequeñas flores!... Y empujándonos hacia las jaulas.
Salimos hacia el autobús, de nuevo recuento vía micrófono y al colegio. Los padres llegaron puntuales y se fueron llevando a sus retoños. ¡No está mi hijo!, gritó una madre y mi corazón se desbocó. Jesús acompañó a la madre en busca de su criatura. Me miró desde lo lejos y su cuello giró marcando una negación. Mi pulso y mi corazón se aceleraron como si fueran el coche de Fórmula 1 de Fernando Alonso. ¡Ya lo he encontrado! -gritó de nuevo la madre-, estaba en el jardín de los pequeños. Mi ritmo cardíaco volvió a la normalidad. Vi partir al último niño y un golpe de cansancio me invadió. "Chicos, nos vamos a casa", logré decir. "¿Se puede venir algún amigo?", rogó Diego. "No, a casa, que estoy que me muero".
¡Qué agotador es intentar ser una madre ejemplar!

Diego en un momento de descanso


Lo peor: la espera en las colas... Agotaditos