domingo, mayo 31, 2015

Más cine, por favor

Fotogramas de mi vida

Hay regalos que nunca se olvidan. En 1984, cuando cumplí 14 años, mis padres me invitaron a comer a un restaurante chino de la calle Ibiza. El color rojo dominaba la decoración del local, las paredes sostenían cuadros de mujeres vestidas con kimono, del techo colgaban farolillos con borlones rojos y la vajilla lucía flores de loto. El sushi aún no había aparecido en nuestras vidas, entonces el menú se componía de rollitos de primavera, pollo con almendras, arroz tres delicias y de postre, nata con nueces. La emoción me impedía saborear con placer. Solo deseaba que llegaran las cuatro y media de la tarde para completar mi regalo: ¡ir al cine a ver una película para mayores de 14 años!
  Entré en la sala con sabor a salsa agridulce y de pronto me sentí mayor, como si la visión de aquella película me obligara a abandonar la infancia y me empujara a la temida adolescencia.
   Me senté en la butaca, se apagaron las luces y me sumergí en el auténtico miedo de la mano de Spielberg, su espiritual "Poltergeist" y su terrorífico"¡ya están aquí!".
   Antes de ser mayor, recuerdo mi dolor en "Campeón" al oír al niño de pelo rubio gritar desgarrado "¡Papá, despierta, por qué no te despiertas!", los llantos desconsolados junto a mis primos en una película sobre el Yeti y las palomitas que tomaba cuando sonaba en el descanso "¡Movierecord! Visite nuestro bar"
   La gran película de 1982 fue "ET". Después de largas colas, mis padres consiguieron entradas para el primer día. A mi lado se sentó Luis, el hijo de unos amigos suyos y mi pasión de los 12 años. Conseguí mantener la compostura hasta el final, cuando Elliot se despidió del extraterrestre. En ese instante mis grifos lacrimales jarrearon infinitas lágrimas, el hipo me dominó y la congestión enrojeció mi cara como si fuera un tomate de ensalada. "¡Tierra trágame!", rogué cuando encendieron las luces.
   "A partir de ahora podrás ir a la cárcel", escuché al cumplir 18 años, pero esa tarde me fui con mi amiga María y nuestros corazones enamoradizos a ver "Darty dancing" y deseé algo que nunca he conseguido: bailar como los protagonistas.
   La adolescencia me trasladó a la época de los subtítulos en los Renoir, Alphaville... un nuevo estilo de cine: "Reservoir Dogs", "Delicatessen", "Azul", "Clerks", "Tacones lejanos", "El silencio de los corderos" y las cervezas en los bares. 
  Con"Frenético" (1988) y mi adorado Harrison Ford descubrí el placer de la soledad frente a una pantalla. Una escapada conmigo misma que siempre me ha gustado alimentar.
─¿Dónde vas con tanta prisa?─, me preguntó un chico al salir del trabajo hace más de veinte años.
─Al cine.
─¿Has quedado con tus amigos?
─No, voy sola.
Me miró extrañado.
─¿Te puedo acompañar?
─Claro, si te gusta Woody Allen. Voy a ver "Misterioso asesinato en Manhattan"...
Aquel chico se subió a mi calabaza, mi antiguo coche, compartió mi soledad cinematográfica y con el tiempo el cine nos unió, pero... esa es otra historia.
Cine, más cine, por favor.


P.D.: Mis padres son únicos, especiales, nada tradicionales, singulares, pero siempre nos han inculcado grandes placeres: el cine, los viajes, los libros, el buen comer, la música... Mil gracias.

martes, mayo 26, 2015

¡Un puticlub en mi jardín!


─¡Pero qué has puesto en el jardín!─gritaron mis hombres.
Mis ojos no daban crédito. Una explosión de color iluminaba la noche. Un baile de luces rojas, azules, amarillas y verdes. Un auténtico horror.
─¡Pero si parece un puticlub!─susurró Alonso a mi oído.
─Sí, pero de los cutres ─asentí sin comprender las señales lumínicas.
Juro que mi intención fue buena, que barrunté la idea paseo arriba paseo abajo por los pasillos de Leroy Merlin hasta que me decidí. 
─¡Ay, qué monísimas van a quedar estas luces solares blancas con forma de estrella en el jardín! Van a crear un cálido y romántico ambiente nocturno─ me dije a mí misma.
─Sí, van a quedar ideales─me contesté─, deberías llevarte dos y así lucirá más.
─Pues tienes razón, querida Emma─ me reafirmé.
Con la ayuda de una escalera coloqué las guirnaldas de estrellas por el jardín, ubiqué los paneles solares y esperé con ansiedad a la noche hasta que la nocturnidad convirtió mi casa en un puticlub multicolor.
─Mamá, no sirven ni para Navidad... ─exclamó Álvaro con su clásica sinceridad─ ¡Y encima has comprado la manguera de la teletienda!
─La he comprado en Leroy Merlin y crece de 2,5 m a 7.5m. Impresionante.
Alonso me miró conteniendo la risa. ¡No solo el jardín se ilumina con luces de puticlub sino que además la manguera crece hasta los 7,5 metros! 
Una casa muy, pero que muy erótica.

Las estrellas durante el día


viernes, mayo 22, 2015

¿Por qué no me llevo bien con los mecánicos?


─Buenas tardes, le llamo porque he pinchado dos ruedas de mi coche y quería saber si la grúa podría acercar mi vehículo a su taller para cambiarlas hoy.
─¿Ha pinchado dos?─ pregunta con intriga el técnico del taller.
─Sí, una delantera y otra trasera. Había un hierro en la carretera, he pasado por encima de él y ha destrozado mi coche. Una auténtica atracción férrea.
─¿Qué ruedas lleva su coche?
─Pues no lo sé, redondas.
─Pero necesito el modelo.
─¿Y eso dónde lo miro?
─En la ficha técnica.
Rebuscó en la cartulina verde hasta que descubro unos extraños números.
─¡Ya lo he encontrado! 185/65 R14 86H.
─¿Ese es el modelo de rueda que lleva actualmente su coche?
La mala leche me empieza a bullir.
─Pues me imagino que sí.
─Sería mejor que mirase si los números de las llantas coinciden con los que aparecen en la ficha técnica. 
Mi compañero Emilio al verme en pleno ataque de nervios me acompaña al parking para fotografiar las ruedas y comprobar los "numeritos". Malhumorada por tanto paseíto, vuelvo a llamar.
─Espere un momento─ me dice el mecánico del taller─ voy a ver si tengo ese modelo de rueda. Por cierto, ¿la llanta es de aluminio o de aleación?
Siento unas ganas imperiosas de insultarle por hacerme ese tipo de preguntas pero me callo porque me tiene "cogida por las ruedas".
Por fin llega la grúa y nos traslada (a mi coche y a mí) al taller.
El mecánico me mira con sonrisa picarona y leo su pensamiento: "Ay, mujer tenías que ser. Mira que no saber qué tipo de rueda ni de llanta usa tu coche".
Mientras rellena mi ficha de datos y las características técnicas del vehículo, me acribilla.
─¿Las ruedas tienen tornillo de seguridad?
─Ni idea, solo sé que si muevo el volante se bloquea... ─le contesto con cara de mujer tonta.
En realidad le diría que tiene el coche frente a sus narices, que él sabrá si tiene ese puñetero tornillo o no, que yo solo lo conduzco y no sé ni la potencia ni los caballos ni la fecha exacta de cuando lo compré. Eso sí, usa gasolina de 95. 
El mecánico me mira con cara de "mujer tenías que ser", sonríe y me remata:
─Si quieres vete de compras y en hora y media tendrás tu coche con las cuatro ruedas nuevas y nivelado.
Antes de irme, no puede contener simular aún más mi papel de "mujer tonta"...
─¿Hace falta que le deje las llaves del coche?─ le pregunté con cara de duda filosófica.
El mecánico abrió los ojos estupefacto y exclamó: "¡por supuesto!" Y la felicidad le invadió por estar ante la típica mujer que no tiene ni idea de automóviles. Ay, si supiera cuántas ruedas cambié a mi adorado "Calabaza", mi Seat 1450.
Qué manera más fácil de hacer feliz a un hombre.

Aclaración:
Hay gente que adora los coches, que los mima como si fueran sus mascotas, los limpian con esmero y conocen sus características técnicas a la perfección. Lo confieso: yo no soy así. Mi coche me transporta, es analógico, no pita si no me pongo el cinturón, no sufro si me doy un pequeño golpe ni sé cuántos roces tiene. El maletero está repleto de cachivaches que almaceno desordenadamente; en el interior descansan varios botes de coca-cola light, bolsas de chucherías y tiquets de compra. Sí, soy un desastre pero le tengo mucho cariño y espero que me dure muchos años. ¡Y más ahora que tengo cuatro ruedas redondas nuevas!

Aclaración 2:
Tanta ira contenida produjo una afonía total en mi dulce voz que me sumió en el silencio más de cinco días. Ahora, no paro de rajar. ;-)

lunes, mayo 18, 2015

¡Mamma mía, por amor tengo el alma herida!


Mamma mia, here I go again
My my, how can I resist you?

La música de Abba retumba en mis oídos. Abro los ojos y siento que mis brazos se mueven como si aún estuviera en la pista de baile. Mi cabeza nota los efluvios del alcohol de la noche anterior, mi voz me ha abandonado y mi móvil se desgañita con los pitidos del whatsapp. Observo somnolienta los mensajes y siento que mi vergüenza se multiplica por mil. ¿Quién es ese grupo que baila desenfrenadamente?, ¿acaso esa loca que mueve la negra melena soy yo?, ¿cómo nos hemos trasladado a la década de los ochenta?

Mamma mia, does it show again
My my, just how much I've missed you Yes, I've been brokenhearted

Mi memoria me recuerda la noche anterior, la fiesta sorpresa que preparó Raúl (para mí ya siempre será Braveheart) a su mujer y adorada Elena por su 50 cumpleaños en el chalet de Marta (para mí siempre será la mejor DJ). Allí estábamos todo el grupo de amigos y tres parejas desconocidas por la mayoría que debieron alucinar con la panda de chalados de su alrededor.
Al principio mantuvimos la compostura. Solo al inicio, con las primeras cervezas y el aperitivo. Incluso en la primera parte de la cena parecíamos seres formales con nuestros vinos, hasta que vimos el emotivo vídeo de Elena, desplazamos la mesa, preparamos los gin-tonics y el tocadiscos (¡sí, tocadiscos de toda la vida!) nos envolvió con su música de los ochenta.

Vivir así es morir de amor,
Por amor tengo el alma herida,
Por amor, no quiero más vida que su vida,
Melancolía.

De pronto, el desenfreno nos dominó y como si hubiéramos atravesado una “puerta del tiempo” nos pusimos a mover las caderas, a saltar, a bailar como auténticos profesionales… Y nos dieron la una, las dos, las tres y las cuatro y nuestros cuerpos empezaron a flaquear por tantas risas, tantas copas y tantos movimientos. Y ahora, por la mañana, en nuestra cabeza retumba Mecano y su...

Hoy no me puedo levantar
el fin de semana me dejó fatal toda la noche sin dormir bebiendo, fumando y sin parar de reír

P.D.: Por una vez, y sin que sirva de precedente, mi vergüenza me impide publicar los vídeos (¡por mí y por mis compañeros!). Aunque lo dudéis, de vez en cuando cuido mi imagen y la de mis amigos.

viernes, mayo 15, 2015

Placeres te da la vida


Los placeres de la vida se esconden en los pequeños detalles, esos instantes que te hacen disfrutar por un momento, suspirar, reír, saborear. Algún día haré un catálogo de ellos, pero antes os desvelaré que en el número uno estará "Ir al baño". Sí, cumplir las necesidades fisiológicas es un placer que permite gozar de lo demás. No es lo mismo ver el Taj Majal con unas ganas imperiosas de evacuar aguas menores o mayores que con la calma del cuerpo vacío de fluidos.
Sin entrar en temas escatológicos, os voy a relatar cómo estos días me he deleitado con pequeños y grandes placeres que, sobre todo, me han hecho reír a carcajadas (¡la mejor terapia contra las arrugas!) y desmadrar mi cuerpo. 
El gran momento de la semana ha sido la comunión de mi adorada, graciosa y encantadora ahijada Cayetana. Una estrella de la simpatía que tuvo una fiesta fantástica. Una celebración que sacó la vertiente más cómica y loca de la familia, que me hizo reír con mis sonoras carcajadas, saltar por el castillo hinchable, hacerme fotos chistosas con primos, padres y hermanos... Una fiesta inolvidable con payasos, bocados dulces y salados, abrazos, besos y gin tonics. Además, todos estábamos guapisísimos, encantadores y divertidos en un entorno lleno de glamour y diseño. ¿Qué más se puede pedir? Pues como punto y final, una visita con Álvaro a última hora de la noche a urgencias por un ataque de asma, que no todo en la vida es perfecto y de vez en cuando aparecen nuestras imperfecciones que manejamos con soltura y ventolín.



Del resto de placeres de la semana puedo contar que rebañé con gozo los restos de bechamel de las croquetas, acudí a la presentación del libro "Chinita" en el Mercado de Motores para acompañar a mi gran amiga Marta, que me arrebujé en mi sofá favorito para leer y dormir una placentera siesta y otros placeres que no voy a contar aquí para que vuele vuestra imaginación.