martes, enero 25, 2011

Atracción fatal

Tapones, pinza para la nariz, gafas súper mosca... ¡Qué espectáculo!


ESTILO MARIPOSA
Después de los excesos navideños, retomo mi espíritu deportivo. Este año he ampliado mi disfraz de nadadora: a mi clásico estilo súper mosca le he añadido unos tapones de silicona para los oídos y una pinza de nariz para evitar ahogarme al nadar de espalda. 
Salir a la piscina con tantos elementos es un estrés, pero he hallado la solución: de los tirantes de mi bañador negro ─que se ciñe a la perfección a mi cuerpo croqueta─ cuelga una cuerda con la llave del candado de la taquilla de seguridad; en el canalillo acomodo la pinza de la nariz para evitar perderla y poder usarla en cualquier momento; en la cabeza coloco sin concierto el gorro rosa de silicona, las gafas extragrandes y en los oídos, los tapones. Ciega ─¡que mis gafas de la piscina no están graduadas!─ y sorda me lanzo al agua como un topo acuático. 
─Chicos, ¿me habéis visto en la piscina? ─pregunto el sábado de camino al partido de fútbol.
─Sí, mamá ─contesta Diego─. No te ofendas pero...
─¿Pero qué?
─¡Estás patética!
─¡Un respeto!
─Es que llevas unas gafas enormes...
Inconscientemente enciendo la radio del coche incapaz de rebatir sus palabras. No hay forma de luchar contra la razón. 
Por la tarde, presa de un ataque de limpieza, elimino las hojas secas del jardín, retiro las plantas salvajes... La hiedra en lo alto del muro me obsesiona. Abro la escalera, subo y empiezo a tirar de ella. 
─¿Te ayudamos? ─preguntan los peques.
─Sí. Diego sube al muro y dame las bridas para enganchar la valla... Espera que voy a arrancar esas ramas y...
Estoy volando como una mariposa, nada sujeta mis pies, reboto contra los finos troncos del lilo, desciendo en caída libre hasta la tierra, siento que caigo de espalda sobre el suelo... Oigo gritos... Sobre mí está el cielo y a mi lado la escalera abierta por completo....
─¡¡¡Mamá, estás bien!!! ¡Contesta! ¿Te has matado? ¡¡Papá, mamá se ha caído desde la escalera!!
Mi mano está magullada, mi cuerpo resentido...
─¿Estás bien? ─me interroga Alonso acostumbrado a mi atracción fatal por el suelo y pálido por el susto.
─Sí, casi me mato, pero he sobrevivido.

ESTILO BRAZA
Últimamente aprovecho las horas de la comida para desfogar en la piscina mis tensiones. Me disfrazo de súper mosca e intento eliminar mis iras entre brazada y brazada. El viernes sonreí al ver que había una calle libre. Al cabo de 500 metros, se incorporó otro nadador. Cada uno íbamos a nuestro aire y yo con todos mis artefactos, por supuesto─. Al llegar a los 1.250 m. paré, respiré y sentí que me ahogaba. ¡No podía ser! El nadador de mi calle, era un compañero de mi trabajo (omito desvelar su nombre).
¡Agua, trágame!, supliqué. 
El agua no me trago. 

ESTILO LIBRE
─¿Qué haces en casa? ¿No ibas a aprovechar la hora de la comida para ir a nadar? ¿Por qué cojeas? ─me intorroga mi Alonso.
─Verás... No te lo vas a creer...
─Amor, de ti sabes que me creo cualquier cosa.
 ─No te rías.  Al salir del periódico para ir a nadar se me ha enganchado el tacón de la bota en un escalón y he rodado escaleras abajo. Por supuesto fuera había más de veinte personas fumando.
─¿Te has caído otra vez?
─Sí. Bueno, más bien he rodado.
─¿Te has hecho algo?
─Tengo las rodillas raspadas, pero lo que más me ha dolido ha sido el ridículo: he volado, me he estampado contra el suelo, se ha caído todo lo que llevaba en el bolso... Han venido corriendo Jordi, Antonio, Ana... Era como una película cómica...
─Eres un peligro andante.
─¡Y encima con los nervios les he dicho que yo me caigo mucho!
─La verdad. Tu atracción por el suelo no es normal, es enfermiza, querida...
─¡Qué exagerado! Bueno me voy a desinfectar con Betadine, a darme un poco de Trombocid y a ver si encuentro algún remedio contra la vergüenza... ¡Seré pato!


Alegato de defensa: el domingo fui a patinar sobre hielo y en ningún momento topé el suelo.


Mi nueva bolsa de piscina. ¡Qué glamour!







viernes, enero 21, 2011

Un inciso sin humor


Hace un año, en el solar de la imagen, se encontraba el edificio que albergaba las rotativas del periódico. Por el techo del pasillo volaban prendidos de una pinza los ejemplares recién salidos del horno para ser prensados y mandados a su destino. El ruido de la rotativas no paraba, las bobinas de papel se almacenaban en el piso inferior y se trasladaban en pequeños vehículos que de vez en cuando pitaban para no atropellar a algún despistado hipnotizado por el olor a tinta. 
En mis inicios en ABC, tras el cierre a altas horas de la madrugada del suplemento Nuevo Trabajo o Tiempo Libre, acudía de mañana a ver cómo lo tiraban y si había que hacer algún cambio. El papel blanco o salmón rodaba velozmente por la máquina, se doblaba para introducirse por los rodillos y salía impreso con tinta fresca. Casi todos los días se rompía el papel o había que cambiar alguna plancha. Me encantaba ese ambiente, esos olores...
Las rotativas envejecieron, la crisis rejuveneció y el silencio invadió el enorme pasillo. El terreno se vendió y durante el último año el ruido se convirtió en estruendo: grúas, tractores, bolas de demolición... Desde los ventanales de la redacción contemplamos como poco a poco caía el gigante y rodaban las lágrimas. Después de un dramático ERE, se desplomaba el emblema. 
Pero la crisis no parece tener fin. En los últimos quince días la guadaña del despido ha cortado varias cabezas. Todos miramos con estupor el teléfono, temerosos de contestar... Los cuchicheos destrozan los nervios, los sms rompen la tranquilidad y la verdad aprisiona el corazón: Araceli, Paloma, Ana, Sara, Miguel, Nano, Gabriel, Virginia... Con algunos no tenía casi relación; con otros, mucha. Pero la situación es igual de dramática para todos. Podría catalogar mis sentimientos (pena, desolación, tristeza, desesperanza...), podría contar anécdotas de mis compañeros, podría... No, lo siento, no puedo. Retomaré el carácter jocoso e irónico del blog porque, por lo menos, hay que intentar sonreír, aunque cueste.

lunes, enero 17, 2011

Estoy verde

BODEGÓN 1

El once de enero del año pasado dejé de fumar. Mis pulmones se asfixiaban cada día un poco más y el asma martirizaba mi vida. Así que opté por abandonar uno de mis preciados vicios (¡sí, me encantaba fumar!). Sufrí y apacigüe mis ansias con calóricos helados de tarta de queso y fresa, patatas fritas y demás variantes que alimentaban mis células adiposas.
Pasado un año me imagino que mis pulmones estarán más rosados y mi cuerpo aguanta la pesada carga de unos cuantos kilos de más. Incluso regulo el tiempo como el resto de los humanos, por minutos. Antes, en cambio, los cigarros eran mi reloj: un cigarro y nos vamos, después del cigarro termino el trabajo, me voy a fumar un cigarro y hablamos... Pequeños espacios regulados por la inhalación de la nicotina. Ahora observo el reloj y hablo como el resto de los mortales: en cinco minutos nos vamos. Pese a todo ─ya que vuelan naves a Marte─, espero que algún día los de la NASA desarrollen un cigarrillo que no sea nocivo y posea todas las virtudes del tabaco: sabor, fragancia, deseo.... Ay, que me pierdo.
El reto para este año es adelgazar todo lo que he engordado en estos últimos doce meses. La fase verde  es súper triste (ojo, no tiene nada que ver con el sexo, es el color predominante en la mayoría de las comidas: una amplia variedad de pantones verdes). La otra noche, después de pelar un kilo y medio de judías verdes y partirlas por la mitad para que luego quedase más glamuroso mi plato de judías con judías, opté por crear distintos bodegones.


Bodegón 1: Roscón post-navideño repleto de manjares dietéticos: zanahoria, calabacín, espárragos, judías verdes... ¡La tentación de cualquier dietista!


Bodegón 2: Orla de judías verdes con significado propio.

Ay, que cuando suelto mi vena artística...


 
BODEGÓN 2


lunes, enero 10, 2011

No soy tan buena...

Ella era la estrella de la cocina, una más de la familia. Después de más de tres años de adopción, jamás pensé que nos la fueran a "quitar", pero sucedió. 
Durante las fechas navideñas es habitual recibir regalos, en cambio a mí me arrebataron mi préstamo, mi adorada y querida Thermomix. Su ausencia generó una depresión en todos los electrodomésticos de la casa. En una semana dejó de funcionar la Princess y la minipimer, el microondas multiplicó su descarga de rayos y el horno empezó a emitir unos extraños ruidos. 
Estresada, decidí ser buena y solventar todas mis maldades del año para ver si se apidaban de mí los Reyes Magos (uff, con lo que me gusta ser mala). Mi lista para Sus Majestades descansaba bajo un imán con forma de ballena en la puerta de la nevera. Por ahora solo había anotado dos cosas: un atornillador eléctrico de los pequeños y una lijadora -también los pedí por mi cumpleaños, pero todo el mundo optó por artículos más glamurosos. (¡Qué cosas más raras pides!, alegaron sin complacer mis deseos)-.
Para ganar puntos ante sus altezas y el gordinflón que viste de rojo, gestioné una escapada con todos mis amigos al Parque Warner (¡incluso invité al "arrebatador de mi préstamo"!).



La noche del 24 (Nochebuena, por si alguien se ha despistado), me esmeré en preparar exquisitas delicias gastronómicas (sin thermomix, que conste) para que los invitados disfrutaran de una gran velada.

Como recompensa a mi bondad, Papá Noël me trajo un precioso cuadro (1x1m), una impresora y una minipimer. Sonreí feliz, parecía que mis buenas acciones daban sus frutos. Emocionada por la explosión de regalos y la felicidad de los míos, me escapé con mis peques a dar nuestro clásico paseo por Madrid
El 31 de diciembre me sentí muy mal (tanta bondad no es buena) y mi voz me abandonó. En urgencias me diagnosticaron una afonía total, me medicaron y me prohibieron hablar. ¡Pero si hoy es Nochevieja!, intenté decir desde mi mutismo. Pese a todo la noche fue perfecta: cenamos bajo la tenue luz de las velas,  mi Alonso y los niños ─aprovechando que no les podía regañar─, contaron cientos de chistes de Jaimito (unos malos y otros peores), comimos las uvas (Álvaro, gajos de mandarina, como es su tradición) y contemplamos los fuegos artificiales.


Al cabo de dos días, nos escapamos a Cuenca. La Ciudad Encantada nos recibió con sus piedras erosionadas por la acción de la Naturaleza: el Tormo, los amantes de Teruel, el mar de piedra... El paraíso pétreo.



Después, degustamos unos zarajos, unos callos con garbanzos, un puding casero... Humm, qué dietético. 
Los nervios del cinco de enero revoloteaban por todas las habitaciones de la casa. Los Reyes estaban a punto de llegar. Diego soñaba con sus juegos para la PSP, Álvaro con su batería plana, Alonso con una nueva cámara de fotos y yo me imaginaba atornillando y desatornillando tornillos y lijando maderas. Para comprobar que Sus Majestades habían abandonado Oriente, acudimos a la Cabalgata del barrio. ¡Qué pánico!
Pese a los disparos indiscriminados de caramelos, llegamos a casa sanos y salvos. Colocamos el champán y los dulces para los Reyes; las zanahorias, el agua y el pan duro a los camellos y esperamos a que los niños se durmieran...
"¡Despertad, despertad, es la mañana de Reyes!", gritaron los pequeños a primera hora. Descendimos las escaleras y observamos con emoción la invasión de regalos, globos, confeti y guirnaldas. ¡Qué buenos habíamos sido, qué de regalos! Álvaro aporreaba feliz su batería, Diego jugaba con su PSP, Alonso disparaba desde su nueva Canon G12... En el sofá descansaban más juegos de la Wii, el balón de fútbol de la Liga, pistolas Nerf...
Sí, yo también estaba feliz con mi reloj súper chic, mi perfume, mi ropa, mis pendientes... Pero, snif, como he sido mala, no me han traído ni mi miniatornillador eléctrico ni mi lijadora... ¡Y encima me han quitado la Thermomix!


PD. ¿Tendré que ser buena este año y abandonar mi sarcástica ironía y mal genio? Uff, qué complejo.... ¡¡¡¡Seguiré siendo mala!!!, ¡¡me encanta!!