domingo, enero 25, 2009

Mi familia por Madrid



Aún me duele la garganta por los gritos que minaron mis cuerdas vocales en el partido de Diego. La emoción fue continua, más cuando mi retoño corrió por la banda regateando el balón frente a sus enemigos. Mis alaridos recorrieron todo el campo (gracias al viento huracanado) y mis tensiones se amortiguaron. Luego, mi gran artista, cayó al suelo en un despeje, se rozó el codo y sangró, motivo más que justificado para recibir todos mis mimos. Debo reconocer que perdimos pero sólo por un gol. Otro clásico: "jugaron mejor que nunca, perdieron como siempre".
El aire nos obligó a encerrarnos en casa. Mientras preparaba unos suculentos costillares al estilo americano (¡qué ricos!) mis hijos jugaban a los "gormitis". Alonso apareció con cara internacional (está inmerso en Fitur y cada noche noto un acento distinto en su voz), degustó mis manjares (¡cómo no me va a querer!) y volvió a la redacción para rodearse de playas exóticas, montañas inalcanzables y países de ensueño.
-Chicos, nos vamos a ver a la familia -sugerí a mis retoños.
-¿A casa de quién? -preguntó Diego levantando la vista del Spiderman que coloreaba.
-A ninguna. Venga, al coche, antes de que anochezca.
Llegamos a la Castellana y les dije que buscaran a algún familiar. Sorprendidos miraban a un lado y a otro.
-Mamá, es imposible, hay mucha gente, cómo vamos a ver a alguien... -se quejaba Álvaro.
-Álvaro tiene toda la razón... -le apoyaba Diego.
-Mirad y callad. -dije conteniendo la risa.
Al rato, gritaron emocionados.
-¡¡Una vaca, una vaca!!
-Muy bien, chicos, ya habéis visto un familiar ahora tenemos que encontrar al resto... ¡¡Muu, muu!!
-Mamá, estás loca- exclamó Diego entre risas.

Al final entre primos, primas, tíos, tías, abuelas y abuelos descubrimos a más de treinta vacas (no voy a dar pistas sobre los parecidos que luego mi familia se pica conmigo, je, je). Logramos aparcar el coche, acariciamos a los distintos ejemplares que estos días adornan Madrid y paseamos por Recoletos.
Un día súper familiar, ¡¡muu, muu!!

PD. La foto con mi doble es impublicable. Lo siento por la afición, je, je

viernes, enero 23, 2009

Viernes de ocio

Mis días de ocio son fantásticos (el no ser hortera otorga puntos extras de felicidad, sobre todo en mi caso), aunque bastante estresantes. Este viernes después de dejar a mis retoños en sus aulas del colegio he ido a hablar con la directora.
-¡Por Dios, doña Carmen, que los niños siguen sin equipamiento de fútbol!, ¡así cómo no van a perder! -le he dicho con tono exagerado-. Además, me dijiste que irían súper "glamurosos", ya ha pasado un trimestre y siguen con el chándal del colegio.
-No puede ser, pero si pensé que ya estaba solucionado. Ven, vamos a hablar con don Manuel.
-Menuda imagen estamos dando, todos los colegios uniformados salvo el nuestro... -seguía yo.
-Tienes toda la razón.
-¡Cómo van a ganar! (ay, pobriños míos, hay que excusarles un poco, aunque según Alonso es que juegan fatal. Mentira, todo mentira)
-Tenías que haber venido antes a hablar conmigo -se excusaba doña Carmen al verme tan afectada- De verdad, creía que todo estaba arreglado.
Don Manuel no sabía dónde meterse y prometió solucionarlo todo.
Relajada me fui de compras (esta vez para evitar mis percances con las cajeras no fui a un centro comercial). A Manolo le compré la carne, a Rosa, la fruta; a Gonzalo, el pescado... Luego, a la ferretería.
Entré por la puerta dispuesta a realizar los pequeños arreglos de la casa: cambiar el enchufe de la lamparita de JF, reparar la conexión del inalámbrico de nuestro cuarto... Todo perfecto hasta que puse las pilas al proyector de "Cars". El funcionamento es bien sencillo: cuatro pilas conectan a través de un cable con una bombilla y cuando se gira una llave debe encenderse. A la hora el sudor me caía por la frente, la puñetera bombilla no se encendía, ¡ni siquiera parpadeaba!... ¡Me va a dar algo! Con bastante mal humor salí al jardín a fumar un cigarro (¡qué frío!, tengo que abandonar este vicio) y relajé mis ánimos.
Esta tarde vienen a casa los amigos de Álvaro, el viernes que viene los del AMPA nos llevamos a 150 niños a Micropolix, en mayo la comunión de Diego (¡ya estoy preparando el menú!)... Alonso, mientras, analiza desde todos lo puntos de vista la crisis, me lo relata con pasión y se desespera al ver que no me afecta. Emma, de verdad, tú vives en un mundo paralelo, suspira con tristeza. No, amor, es que la crisis ahora no tiene hueco en mi vida, bastante tengo con Micropolix, los canapés para la comunión, la obra del jardín, la puñetera bombilla de "Cars", el logo del Ampa... No me entiendes, Alonso.

viernes, enero 16, 2009

Una compra cualquiera

La sensación que tengo cuando entro en un supermercado es que me están controlando, vigilando con una cámara oculta, haciendo un experimento... Y es que no falla, siempre me ocurre. Inicio la compra con tranquilidad, lleno el carro o la cesta con los distintos productos y, atemorizada, me acerco a las cajas. ¿Qué me sucederá hoy?
Lo de esta tarde ha sido el colmo: la primera cola estaba abarrotada, en la segunda solo esperaba un mujer embarazada, me he puesto tras ella y me ha sorprendido que no llevara nada (¡qué manera de perder el tiempo!). A los cinco minutos, aparece por detrás una chica con un carro rebosante. "Oye, le dejas sitio para pasar que va conmigo", me suelta la tipa embarazada con cara de pocos amigos y bastante mala leche. Me muerdo la lengua e intento no enfadarme. "¡Que la dejes pasar!", grita sin un por favor. Le voy a dar con la cesta en la cabeza, amenaza mi neurona sádica. "Por lo menos podías tener un poco de educación ya que morro veo que no te falta" -le digo mientras me imagino como la harina de fuerza que llevo en mi cesta le estalla sobre su pelo. La dejo pasar porque está embarazada y yo sí que tengo educación (¡que para eso he ido a colegio de pago). Mi tentación de estamparle la cesta me incita a ir a otra caja con menos personal. Poco a poco la cola avanza hasta que una señora empieza a discutir con la cajera porque su tarjeta se había descodificado. "Señora, señora, no se enfade, que yo no tengo la culpa, llamaré al encargado", dice con excesiva calma la cajera. Mi compra descansa sobre la cinta transportadora, el tiempo pasa más lento que nunca y mis músculos tensan y modifican mi cara (cara cabreo). Viene el encargado, le explica qué debe hacer, a dónde acudir... Cuando por fin me toca a mí, la cajera se levanta tranquilamente (¡qué mujer más relajada!), sonríe y me dice: "un momento, ahora mismo viene mi compañera para sustituirme". De nuevo mi mente me imagina tirando huevos frescos sobre todas las cajeras, los encargados... Me intento relajar. Llega la cajera sustituta. Con más calma que la anterior coloca cada billete en su cajetín correspondiente, teclea su código de identificación... Mi mala leche produce que la vena del cuello se me hiche, mis ojos están rojos de ira, voy a saltar, a matar a todos... De nuevo, me intento relajar, pago y huyo con todas mis bolsas y mis instintos asesinos.
En el coche me enciendo un cigarro, bebo un poco del bote de coca-cola light, saco un espejito del bolso y busco por mi cara una señal, un mensaje, algo que me identifique como "la tonta de la cola". Aún no lo he encontrado, pero seguiré buscando.

PD. Si alguien se topa conmigo en el supermercado que huya y, sobre todo, que no se ponga en la misma cola que yo.

domingo, enero 11, 2009

La hora secreta

El sábado por la mañana me transformé durante un rato en una hortera: trabajé. A las cuatro llegué a casa y empecé a preparar unas masas de pizza para cenar junto a unos amigos por la noche.
Ding, dong. Stéphan, mi hijo adoptivo. Hola Emma, gritó y corrió escaleras abajo para jugar a los Gormitis con Diego y Álvaro.
Seguí amasando la masa.
Ding, dong. Alba y su padre. ¿Se pueden venir los niños con nosotros para que se tiren bolas de nieve? Tengo el jardín repleto, me explicó el padre.
Tras un grito, los niños descendieron trotando como caballos por las escaleras, les coloqué los aparejos de nieve (gorros, guantes...), cogieron los trineos y la casa se quedó en silencio.
Rematé la pizza y Alonso me retó a un partido de tenis en la Wii (¡qué vicio!).
Ding, dong. Barroso y sus hijas, Eva y Lucía.
¿Dónde están Diego y Álvaro? Ahora vendrán, se están deslizando en trineo con unos amigos.
Alonso y Barroso acapararon la Wii y empezaron a dar raquetazos.
Ding, dong. Conchi, la mujer de Barroso, que había venido en su coche porque por la noche debía ejercer de hortera (trabajar).
Ding, dong. Escuer, Montse y Stella.
¿Qué queréis tomar?, preguntó Alonso con sudor en la frente tras su último set.
Ding, dong. Diego, Álvaro, Stéphan y Alba. ¿Se pueden quedar a jugar a la Wii?, suplicó Diego. Claro, cómo no, exclamé, pero organizaros bien que también están Eva y Lucía.

En la planta baja seis niños jugaban a la Wii. En la intermedia, seis adultos tomábamos un aperitivo y Stella, la bebé, reptaba por el suelo. En la última planta, Lucas, el gato, se escondía de tanto barullo.
Emma, no te quejarás, tu plan perfecto: la casa invadida de niños, suspiró socarronamente Alonso. Y el resto, que le conocen, se rieron de él.
Dos infantes, Stéphan y Alba, nos abandonaron a las nueve y media. El resto cenamos las pizzas y continuamos con nuestras charlas.
22:22 ¡¡tiroritiritirriro!!..., suena un móvil. Montse se acerca a Escuer, se besan y sonríen. Todos nos miramos (salvo ellos, que se observan tiernamente). ¿Qué ocurre?, ¿es vuestro aniversario?, les interroga Barroso. No, contesta Montse con un poco de vergüenza, es algo nuestro... De eso, nada, bufa Barroso, suena el móvil, os dais un beso... Nos lo tenéis que explicar ahora mismo. Eso, eso, ratifico con la boca repleta de pizza. Vale, dice Montse, es que... es que... (¿qué intriga por Dios?, pienso entre mordisco y mordisco) es que es nuestra hora del beso. ¿Qué es eso de la hora del beso?, pregunto antes de atragantarme. Pues que todos los días a las 22:22 desde hace más de tres años nos damos un beso. Silencio. Miro a Alonso y le fusilo con los rayos de criptonita que salen de mis ojos.
Ay, Alonso, ya no nos queremos nada, suspiro al final de la noche, claro, tanto tiempo juntos... Tienes razón, me confiesa, ya no nos queremos nada pero ¿echamos una partidita de tenis a la Wii? Claro, corazón, grité como una adicta (a él y a la Wii, que conste).

viernes, enero 09, 2009

Nieve en el Olimpo


Untitled from Juan Alonso on Vimeo.
Alonso nos despierta pletórico. ¡¡¡Está nevando!! Retiro la legaña del ojo derecho, abro el izquierdo y observo sorprendida el jardín, los árboles... Todo está pintado de blanco. Los niños saltan felices sobre las camas, se visten corriendo y salen a tirarse unas bolas. Por la calle no pasa ningún coche. El único que lo ha intentado se ha quedado bloqueado y la conductora nos pide que la ayudemos mientras saca a su bebé. Mis hombres parten. A los cinco minutos llaman a la puerta. Imposible llegar al colegio, exclama Alonso. Sigue nevando. La familia refugiada en casa. Los niños emocionados por no ir al cole, nosotros sin saber cómo vamos a ir a trabajar. Hoy me gusta la nieve.

IMÁGENES


P.D: ¡Incluso se han tirado en trineo por nuestra calle! Lo nunca visto en Madrid

martes, enero 06, 2009

Se acaban las navidades

5 de enero, el día antes del fin. Las energías de mi cuerpo prácticamente han desaparecido, el saldo de la visa, también y aún me quedan pequeños flecos que rematar: serpentinas, globos, las chuches, el carbón... Por suerte, Ana abre la puerta de casa. Casi me tiro a sus pies... ¡Qué ilusión verte! -grito con emoción- ¿qué tal te ha ido por Ecuador? Y siento mi liberación de la plancha, el aspirador, el friegaplatos... ¡Qué alivio!
Contenta y feliz de olvidarme de las tareas domésticas (¡menudo martirio!) opto por ir a... Ring, ring, suena el móvil. Hola, Emma -escucho desconcertada-, sé que hoy no pensabas venir a trabajar pero es que necesito por favor que hagas la portada del suplemento y... Y como una es súper responsable (¡ay, cuánto valgo!) corro al periódico para rematar la dichosa portada advirtiendo que rápidamente debía irme.
A las dos horas, como una loca a punto de atar, me voy a ver a mi abuela Mary para dejarle los regalos que había comprado. Vuelvo a casa nerviosa y sin tiempo para comer. ¡Chicos, nos vamos a la cabalgata con los tíos y las primas!, explico exhausta y soñando con descansar mientras ellos lo ven desde una balconada de la Castellana. ¡Ah, no, mamá! -se indigna Álvaro- este año vamos a la del distrito que así podemos coger caramelos... Mi cara se desencajó, pero como voy de madre sufridora, asentí, me coloqué la ropa de nieve (anorak, gorro noruego...) y cumplí sus órdenes.
A las cinco y media comenzó el proceso de congelación. Nos colocamos en la mediana que corta la calle y esperamos hasta el inicio de la cabalgata (la de los caramelos, claro). De pronto aparecieron varios amigos de Diego y Álvaro. Mis pies prácticamente estaban gangrenados pero mis brazos se multiplicaron por cuatro y al estilo pulpo iba sujetando con mis tentáculos a cada niño para evitar que lo atropellara un coche. Por fin, a las seis, cortaron el tráfico y empezó la cabalgata. El confeti volaba desde todas las carrozas, mi malhumor era incontrolable al ver que no aparecían por ningún lado los puñeteros caramelos y mi gangrena ya estaba alcanzando mis partes nobles. Por fin, los reyes magos nos bombardearon con cientos de caramelos. Álvaro se tiró al suelo y empezó a llenar su bolsa, Diego saltaba para capturar los caramelos voladores. Entre tanto jaleo un señor que estaba a mi espalda me empujo inocentemente sin saber mi estado de congelación, por suerte mis tentáculos repelieron el golpe, abrí los ojos y frente a mí vi ¡más caramelos!
Entramos en casa con un bolsón de caramelos (¡con lo cómodo que es comprarlos en una tienda!) y empezamos con los preparativos de la noche de reyes: agua, zanahorias y pan duro para los camellos; champán, roscón, las cartas y los zapatos para los reyes... Los nervios infantiles estaban desbordados. Álvaro se fue a soñar rápidamente con sus caramelos y con Baltasar. Diego, en cambio, se desveló con la emoción. A la una de la mañana comprobamos que todos dormían y realizamos el montaje de regalos. La tentación pudo con nuestro cansancio. Intentamos controlarnos con todas nuestras fuerzas, pero fue inevitable que nos pusiéramos a jugar con la Wii... Hasta las cuatro de la mañana dando raquetazos, tirando los bolos...
Álvaro saltó de la cama a las nueve, corrió a despertarnos a todos y bajamos a comprobar si sus Majestades los Reyes habían hecho una paradita en nuestro salón. Sí, estaba repleto de regalos y los niños reflejaban una felicidad inmensa en sus caras (¡qué momentazo, me encanta verles así!).
Después comenzó nuestro tradicional día de reyes: visita a mi abuela Mary donde nos reunimos con mi prima y su familia. Comida en casa de mi madre con mis hermanos, cuñada y sobrinas. Cena en casa con mis suegros...
Ahora tengo cara roscón, la nata está a punto de salirme por las orejas y mis energías (¿¿qué son energías??)...

PD: Debo decir que este año he sido muy buena y los reyes me han colmado de regalos: cámara rosa de fotos con 8 megapíxels, bolso de piel rojo, abrigo... ¡Y la Wiifit! (¿será una indirecta para que haga deporte y elimine mi cara de roscón con nata?)

viernes, enero 02, 2009

¡¡¡Feliz 2009!!!


Todos elegantes y listos para despedir 2008 y recibir con los brazos abiertos al 2009. Íbamos todos tan guapos que Roberto y Virginia elaboraron un menú gourmet que enloqueció a nuestros finos paladares: consomé gelée con base de foie, crema de setas con tostas de parmesano, almejas, capón de cascajares, bizcocho americano (aportación de Belén) y, cómo no, el champán y el vino ejercían de bajativos.... ¡Las doce menos cinco!, gritamos. Rápidamente cogimos nuestro platito con doce uvas (Álvaro 12 gajos de mandarinas, que a él no le gustan las uvas y es terco como una mula... herencia de madre), nos subimos a las sillas y logramos tomar una uva en cada campanada. ¡¡¡¡Feliz año!!!, ¡¡¡muac, muac!!!, ¡¡¡feliz año!!!, ¡¡¡muac, muac!!!, ¡¡¡chinchín!!!, ¡¡¡muac, muac!!... Y la noche se deslizo entre bromas, risas, champán, toses (ay, pobre Virginia, qué malita estaba), petardos y, como siempre, mucho amor....
Feliz año a todos los blogueros.

Los hermanos terremoto