lunes, marzo 23, 2015

¡Se montó el pollo!



─El otro día comimos en Casa Mingo, el pollo estaba buenísimo─, comentó mi madre mientras celebrábamos el cumpleaños de Pepe.
Cuando escuché la frase mi gen chulesco madrileño me hizo saltar.
─Para pollo rico, el mío. Vamos, que otro plato puede que no, pero el pollo me sale de locura, para chuparse los dedos. El mejor.
─No exageres, Emma.
─No exagero solo digo la verdad ─contesté con mi tonito de superioridad.
─Así que tu pollo es mejor que el de Casa Mingo.
─Pues sí y si tienes dudas os invito a comer el domingo pollo en casa, en Casa Emma.
─Así será.
El gen chulesco no es exclusivo mío, es un gen de los hermanos Peña Tojo que nos lanza al abismo. Es inevitable. Si escuchamos decir a alguien que hace algo bien, automáticamente un resorte nos hace saltar y contestar: "pues yo lo hago mejor".
La presión del pollo me ha perseguido toda la semana y aunque es cierto que me sale de locura unas pequeñas dudas nacieron en mi mente que apacigüé con dosis de imaginación. El sábado personalicé unos huevos para indicar a cada comensal dónde debía sentarse, mandé a mi Alonso a comprar buen vino (con copas todo sabe mejor), me esmeré en los aperitivos... El domingo, el día de la perfección, el horno rezumaba olor a pollo asado, la mesa lucía sus mejores galas y, al final, escuché esa frase que sedujo mis oídos: "Emma, la verdad es que tu pollo está buenísimo, mejor que el de Casa Mingo", dijeron mi madre y Julián. Levanté la copa de vino, guiñé un ojo a mi Alonso, bebí y disfruté mi momento de chula madrileña.

martes, marzo 17, 2015

Escapadas y caídas en la sierra

¡Menuda foto me he hecho con mi palo selfie!
La imagen de la escapada es idílica: los rayos de sol me broncean mientras leo a Murakami; mi hijo Álvaro, Javier e Íker juegan por la montaña del Embalse de la Jarosa y aprovecho para descansar bajo un pino un lunes no festivo. Solo el silencio es roto por el canto de los pájaros. Todo parece perfecto. Cierro el libro y con un toque intelectual me planteo preguntas trascendentes: ¿por qué el pelo de la cabeza no para de crecer y el del sobaco tiene un largo determinado?, ¿adelgazaré unos cuantos kilos por expulsar tantas mucosidades nasales por culpa de la alergia?, ¿cómo es posible que el morenazo de Colin Farrell salga tan guapo en la última campaña de Dolce&Gabbana? Mi cabeza no halla respuestas. Me levanto, cierro el libro, recojo mi palo selfie, me autorretrato y analizo por dónde cruzar el río. La opción más sencilla es dar un salto como si fuera un saltamontes, pero mis pies operados me lo desaconsejan. A la izquierda descubro el camino irregular de unas piedras sobre el río. "Por aquí es más fácil", me digo en voz alta. Un paso, dos y... ¡la piedra tiene musgo! Siento que resbalo, me caigo, ¡pero antes debo salvar el libro y la mochila! Lanzo mis tesoros a la otra orilla y noto como la gélida agua guadarrameña penetra por mis zapatillas, calcetines, pantalones... Grito de frío, me quito las prendas mojadas y organizo un tenderete como si fuera un cowboy del oeste con la ilusión de que el sol evapore el agua y mi piel deje de temblar.
Tenderete de una patosa al agua
─¿Qué te ha pasado? ─ exclaman los niños al verme en bragas y camiseta. 
─Me he caído al río ─les explico con serenidad mientras les preparo los bocatas de carne empanada.
Pese a mi seriedad, la explosión de carcajadas silenció el piar de los pájaros. Al descender, para que no relataran mi caída al río y mi posterior deslizamiento cuesta abajo con mi culo rebotando por la tierra (¡por culpa de la suela de mis zapatillas!), les di un paseo sobre el capó del coche. ¡Atracción campestre sobre un coche analógico!  


La escapada de tres hombrecitos y una loca por Guadarrama y Pedraza 
La aventura continuó al día siguiente, con una visita a las cuevas de los Enebralejos, un paseo por las calles de Pedraza, su cárcel y por un momento me convertí la guardiana del castillo de Pedraza...


Dos días llenos de anécdotas con tres grandes hombrecitos que me hicieron reír y disfrutar aunque, para qué negarlo, creo que ellos se rieron más con mis caídas y mis intentos de hacer una foto con mi palo selfie.

martes, marzo 03, 2015

A veces soy "majica"


Un dulce corazón
He leído las últimas entradas de mi blog y he descubierto que no soy tan simpática como creía, que subyace en mí una mala leche recalcitrante que me hace odiar a los cerrajeros, que prohíbo a mis hijos poner pósters en las paredes, que doy codazos a mi marido... En fin, que para ganarme unos puntos de buen karma (¡por favor, que no me conviertan en cucaracha!) me he esmerado en mimar a dos personas que cumplían años esta semana: mi nonagenaria abuela, que luce espléndida sus 95 años y mi hermano Roberto, que se estrena como cuarentón. ¡Muchas felicidades!

Mi fantástica abuela


Regalos sorpresa