martes, mayo 31, 2011

Enigmas femeninos

Las elecciones municipales, el escándalo sexual de Strauss Kahn, las movilizaciones de los "indignados" o los supuestos pepinos españoles envenenados son algunos de los temas que más se escuchan en las conversaciones pseudo-intelectuales. Sin embargo, lo realmente importante, la duda que nos perturba a las mujeres y que debatimos frente a unas patatas fritas en la terraza del jardín porque la lluvia nos ha impedido jugar al pádel es: 
¿Los espejos de los probadores de El Corte Inglés deforman en exceso nuestro cuerpo o realmente estamos así?
Las posturas difieren. Esther opta por probarse el biquini en casa para no deprimirse, a Ángeles no le coincide la talla superior con la inferior, Teresa abandona su bizcocho Dukan y come una almendra, Asun ríe y yo callo.
─Emma, ¿tú que opinas?
Las miro, me hago la interesante, doy un pequeño sorbo a mi coca-light, simulo que expulso el humo del cigarro imaginario que fumo y, muy seria, contesto.
─A mí no me afecta, ya tengo el bañador para este año y voy a ir divina.
─Cuenta, cuenta... ─gritan desesperadas.
─Pues este año como no he hecho dieta y estoy en fase pelotilla divertida he decidido ocultar mis lorcillas en un bañador de los años 20.
Intentaron contener las risas, pero las carcajadas estallaron en el ambiente.
─¡Reíd, reíd, malditas! ─dije con humor sin poder disimular mi sonrisa─ Pero este verano todo mundo hablará de mi súper "modeli"


Emma siempre va a la última

viernes, mayo 27, 2011

El fútbol y la maldita escalera

Me mira desafiante, percibe mi miedo y me sonríe con maldad.
"¿Te atreves?", me pregunta telepáticamente. La fulmino con la mirada. "Tú no sabes cómo soy yo, bonita, que tengo un mal perder de narices y una mala leche que no cabe en mi cuerpo. Cuidadito, que no me das miedo",  le respondo a través de las ondas gamma.
─Mamá, ¿estás bien? ─se asusta Álvaro al ver cómo señalo la escalera con mi dedo índice y le lanzo miradas asesinas.
─Sí, pero esta vez se va a enterar.
─¿Quién?
─¡¡¡La escalera!! Hoy no me voy a caer desde las alturas. Voy a ganar la batalla. Sujeta fuerte que subo.
Poco a poco podo el árbol de vecino que invade mi jardín. Siento el miedo, pero no permito que se note. De pronto, un leve movimiento y...
Crashh
Suelto la rama, me agarro con fuerza al peldaño  y cruje un tirón en mi cuello. "Sí, me has lesionado, pero he resistido el envite, escalera asquerosa".
Al estilo Karate Kid, ignoro el dolor el resto de la semana: juego mis partidos de pádel, me tomo un vasito de vino por la noche para que actúe como relajante muscular... 
Todo controlado hasta la exhibición de fútbol de Álvaro, el benjamín. Un intento de asesinato colectivo en el polideportivo del colegio: tres horas contemplando el juego de los pequeños a 40º de temperatura aderezado con dos grados más de calor por la emoción y los gritos desaforados de la afición que tensionaron mi cuello y gimió de dolor. 

Preparado para el gran partido

El equipo con su copa

Sudor, pasión y.... ¡¡¡la copa!!!
HISTORIA DE UNA ESCALERA:



P.D.: Lo peor estaba aún por llegar: vía móvil me informan de más despidos y el tirón me retuerce también el alma. 



viernes, mayo 20, 2011

Mucho vicio




Cada persona es un conjunto de genes que marca la personalidad, inteligencia, estructura física, carácter o sexo de cada uno. Un baúl histórico de características familiares que navega por nosotros. Hay algunos genes que ejercen su función de forma tranquila: determinan, por ejemplo, el color del iris de los ojos, el tamaño de la nariz o la altura. En cambio, hay otros más revoltosos. En mi caso hay un gen vicioso (*) que debo encerrar de vez en cuando y, si le concedo la libertad, controlar bajo una estricta supervisión. A este gen (en la intimidad le llamo Ambrosio) el vicio le vicia y me tienta hasta que me envicia.
El año pasado mi gen despertó de su letargo el día de Nochebuena, cuando escuchó a Belén hablar de Farmville (aquí, el enlace). Me obsesioné tanto que hasta mi granja ilustró el magnífico texto de Miguel Ángel Barroso en ABC (aquí, el enlace).
Una noche de insomnio analicé mi fijación por la granja virtual y decidí atajar drásticamente mi obsesión: me borré del juego y taponé mis oídos para no escuchar a Ambrosio. Pero Ambrosio es muy listo (¡que es un gen mío!, ¡que casi roza la perfección!) y supo tentarme sin disimulo y con cariño hacia las pelotas. En mis sueños aparecían pelotas amarillas que botaban y rebotaban de manera cómica y chistosa. Me imaginaba que Ambrosio estaba detrás de esos sueños perturbadores aunque aún no fuera capaz de entender su significado.
Una tarde, mientras los niños jugaban al fútbol, mis pies me trasladaron hasta una cesta repleta de pelotas amarillas. Levanté la mirada, vi la garita de información de las clases de pádel y me matriculé para el siguiente trimestre. Ambrosio lo había conseguido.
Lo que empezó como un juego bajo la excusa de practicar algo más de ejercicio se convirtió en un vicio que copa todos mis momentos de tiempo libre. Por ejemplo, esta semana:
  • El domingo jugué con mis hombres (¡que yo también sé enviciar a la gente!)
  • El lunes partidito matutino con Yolanda, Nuria y Raquel (mis compis de clase)
  • El martes, recuperamos la clase con Diego, nuestro querido profesor.
  • El miércoles, batalla padeliana con Esther, Ángeles y Asun.
  • El jueves, libre y añoranza de un partido.
  • El viernes, clase y posible partido a última hora.
Menudo vicio, aunque me parece que no voy a castigar a Ambrosio, por una vez ha acertado.  (**)

(*) Omito explicar la procedencia familiar de este gen para no crear tensiones o celos.
(**) Respecto al resto de vicios me acojo a la Quinta Enmienda (¡y eso que soy española!)

martes, mayo 17, 2011

Cóctel de primavera

La música suena de fondo en la cocina a las seis y media de la mañana. Mi actividad culinaria es frenética: quiches, montaditos de salmón con forma de corazón, piruletas de queso, ensalada de piña, tortilla, croquetas... Tarareo sin disimulo las canciones españolas y frunzo el entrecejo cada vez que recuerdo mi humillación del miércoles, cuando Esther y Raquel nos vencieron en el partido de pádel. Esa tarde el dúo Ángeles-Emma fue patético y por culpa de la derrota decidí no faltar a mi clase del viernes para mejorar mi técnica y aniquilar en breve a mis rivales.
A las seis de la mañana mis ojos se han abierto y mi neurona me ha gritado: «¡Emma, si quieres ir a clase tienes que levantarte y ponerte a cocinar que esta noche celebras el "cóctel de primavera", tienes que ir a trabajar y no sé si te dará tiempo!» He brincado de la cama, me he colocado el delantal y me he puesto manos a la obra. Es maja mi neurona matutina, aunque me estresa bastante.
A las nueve y media, después de dejar a los niños en el cole y con olor a salmorejo llegué a pádel. La pista estaba vacía. Diego, el profesor, no acudiría porque le habían robado el coche. La duda me dominó (¿me voy a cocinar o juego un rato con mis compis?) y el recuerdo del miércoles me permitió tomar una rápida decisión: me quedo.
Al final multiplicando las horas por tres logré que todo estuviera listo para el "Cóctel de primavera", excusa perfecta para reunirnos las mujeres femianas con las parejas respectivas.

Montaditos de salmón con forma de corazón

Las invitados empezaron a llegar: Claudio, Cristina, David, Mayte, Nuria, Félix, Blanca... La noche nos invitó a celebrar el cóctel en el jardín bajo la luz de la luna y esas estrellas que yo nunca veo y se alargó hasta las tres de la mañana entre risas moderadas y al final un poco ebrias pese a que el tapón del vino espumoso nos dijera que «La virtud está en el término medio» o «una vida plena es mejor que una vida larga». 
Momentos de amistad que a Alonso y a mí nos gusta cuidar y mimar.

Brochetas de nubes y canapés de jamón

Botes personalizados para cada comensal
Piruletas de queso

Tartaletas de queso



viernes, mayo 06, 2011

No es mi día...

Me despierto con el corazón acelarado. No por amor sino por terror: ¡no localizo mi tarjeta del Corte Inglés! ¿Me la han robado, la habré perdido, estará descansando en algún sitio tan secreto que he olvidado? Salto de la cama, acudo a mi clase de pádel y al terminar esprinto hasta las oficinas del Corte. Uff, respiro, no me han cargado nada nuevo en la cuenta. Vuelvo a casa, me ducho, acudo a trabajar y antes de fichar descubro que me he dejado la cartera en mochila de deportes. ¡Ahora no tengo ni DNI, ni carnet de conducir...! ¡Pero me han dejado entrar al periódico! ¡Qué día! ¡¡¡¡También se me ha olvidado el móvil en casa (aunque esto es más habitual en mí)!! Si alguien me ve, que se esconda y ni me salude... ¿Quién me invita a una coca-cola light?