miércoles, marzo 20, 2013

Kaos, un amor perruno que nos abandona


Kaos, nuestro feo bull-terrier, se asomó a nuestra vida una tarde navideña de 1998. Intentaba desesperadamente llamar la atención desde su caja de metacrilato, pero todo el mundo se fijaba en las bellezas caninas que le rodeaban, le empujaban y le miraban con desprecio. Kaos, con su morro alargado, sus orejas puntiaguadas y su mirada melancólica nos observó resignado, apesadumbrado por ese físico tan especial que albergaba un gran corazón. Estaba tan solo, tan desprotegido... Le tomamos entre nuestros brazos y en ese momento mi madre y yo supimos que jamás podríamos abandonarle. Desde ese instante, Kaos se convirtió en un miembro imprescindible de la familia, con sus ladridos, sus lametazos, sus pedos apestosos, sus saltos de emoción, su mirada tristona, su gran belleza y su robusto cuerpo. Kaos siempre estaba a nuestro lado, protegiéndonos con su físico de cualquier intromisión inoportuna, defendiendo a los más pequeños de la familia... Una gran estrella de este blog que acaparó el cariño de todo el mundo que le conoció. Kaos, después de quince años, ha fallecido y aquellos que no hayan tenido la suerte de disfrutar de una mascota no entenderán el dolor que ha supuesto, las lágrimas que se han derramado por él. Pero el tiempo nos deja lo mejor, sus anécdotas: el día que se cayó desde el maletero, cuando se escapó por el bosque y cinco ciclistas aterrados treparon aterrorizados a un árbol, los troncos que devoraba con sus fauces, su pánico a los petardos, sus lametazos matutinos para que le sacáramos de paseo... Y su fiel amor perruno.


Sus historias del blog:

Kaos, Lucas, las avispas y un orinal

Kaos en la bañera

Kaos, el gran defensor

Kaos y su aventura en el maletero

Kaos, manda huevos

Y un vídeo:



martes, marzo 12, 2013

Sin bujías y a lo loco

Un dibujo para distraer el tiempo

Un ruido me despierta en mitad de la rotonda de la salida 19 de la carretera de Burgos, un estruendo que me hace mirar a un lado, a otro, al frente y descubrir con horror que los rugidos salen del motor de mi coche. Enciendo las luces de emergencia, los histéricos conductores me pitan sin compadecerse de mi desgracia y paro en el lateral. El móvil, al estilo Murphy, solo tiene una rayita de batería. Como un escalador perdido en mitad del Himalaya, envío un "guachap" con un SOS para que avisen a la grúa, me coloco el antiestético chaleco amarillo fosforito, ubico el triángulo protector y siento miedo: los coches giran a gran velocidad y frenan antes de chocarse contra el triángulo. De pronto, aparecen mis salvadores: dos agentes de tráfico ─guapísimos y educadísimos─ que paran el tráfico y empujan mi coche hasta una zona libre de peligro. "Aquí estará segura hasta que llegue la grúa", me dicen con un sonrisa profiden y asiento como una princesa rescatada de las fauces de un ogro.
Mato el tiempo dibujando hasta que aparece el técnico del seguro con su grúa, observa el motor y me da su diagnóstico profesional: "el coche ruge porque se ha desajustado una bujía, el problema es que aquí no tengo la llave necesaria para atornillarla bien, así que se la aprieto un poco pero debe buscar urgentemente un taller". 
Ay, y yo que quería ir a Leroy Merlin a comprar unas celosías para el jardín...

PD. Mañana sin falta voy a mi taller para que me cambien las luces, que las tengo fundidas desde hace un mes y por la noche voy con las de niebla. Además, ¿qué querrá decirme el pilotito naranja que no para de iluminarse?