Sudando la gota gorda |
Esta mañana he aparcado mi viejo y destartalado coche entre un flamante BMW y un todoterreno de última generación, de esos que ahora llaman Crossover. "Un parking demasiado pijo para tus rizos", me ha rugido el motor de mi coche. Me ha dolido, pero no le he contestado. En el asiento del copiloto descansaba mi roída bolsa de Adidas. Más que roída, vintage. He quitado la llave del contacto y he deseado volver a fumar: cinco minutos creando aros de humo con la mandíbula, dejando escapar el tiempo, relajando los sentidos. ¡Cuánto me gustaba! Pero no, no fumo, así que he salido del coche con el miedo a lo desconocido, con el pavor ante lo nuevo y mi bolsa vintage. "Vamos, nena, tú puedes", me he dicho.
He subido los quince peldaños hasta la puerta del edificio y he avanzado con paso firme hacia la recepción. Un hombre de pelo cano, sentado tras el mostrador, ha elevado la vista y me ha interrogado.
─Hola, ¿eres socia?
─Sí, pero es la primera vez que vengo.
─Tranquila, ahora te indico dónde debes ir. Sígueme.
El sonido del agua de la piscina amortiguaba mi silencio. A mi alrededor pasaba gente que me saludaba como si me conocieran, y sonreían.
─Sube conmigo.
He cumplido sus órdenes, hemos llegado hasta la primera planta y allí me ha señalado una chica con chándal rojo.
─Ella te ayudará. Tengo que bajar a recepción.
─Muchas gracias.
La mujer de rojo se ha acercado.
─Hola, soy Diana. ¿Y tú?
─Emma, y quiero ser sincera contigo: es la primera vez que vengo a un gimnasio con máquinas, soy una virgen del deporte indoor. Vamos, que estoy aterrada y no sé qué debo hacer.
Las risas de Diana me han desconcertado. ¿No me creerá?
─Tranquila, verás como al final te gusta. ¿Tienes algún problema de salud?, ¿hace cuánto que no practicas deporte?
Por respeto a mi intimidad, voy a obviar mis respuestas, pero al cabo de cinco minutos mis carnes danzaban en una máquina ultrasónica dando zancadas como si fuera Jar Jar Binks, el medio anfibio de Star Wars conocido por su "Misa dice". Ahí estaban mis rizos saltando como la orejas de Jar Jar Binks, y a mi alrededor, la perfección: millenials, mujeres adictas al deporte, hombres maduros sin un gramo de grasa... Todos musculados e ideales. ¡Qué monísimos! Y más si se comparan conmigo, con mi estilismo vintage, mi cara roja congestionada, mis kilos de más y pelos de loca.
Y hasta aquí os cuento, pero habrá más, que hoy voy a ir a mi primera clase de aquagym, y seguro que es una experiencia... ¿Acuática?
¡Nos persiguen las fuerzas del gimnasio a Jar Jar Binks y a mí! |