viernes, abril 25, 2014

"Mujer florero" en La Rioja


Siempre he presumido de mis días de "mujer florero" y la Semana Santa es uno de mis momentos "florero" favoritos. Solo sé una cosa: el destino. Del resto, ni idea.
Este año la escapada nos subió al norte, a La Rioja, zona de vinos y buen comer. Antes de llegar paramos en las ruinas de Numancia, nos dejamos enamorar por el puente medieval de Yanguas y los niños disfrutaron de un día entre tirolinas y escaladas en el Barranco Perdido, en Enciso.
En Munilla, un pequeño pueblo sobre la ladera de la montaña que oculta grandes huellas de dinosaurios, la sonrisa se asomó a mi cara al ver la hermosa Casa Rural Riojania donde nos íbamos a alojar: una antigua majada rehabilitada con un jacuzzi exterior de madera que se calienta con una estufa de leña. Puro glamour y diseño.
El sábado, después de un paseo por el mercado de Logroño, acudimos a nuestra cita en las bodegas Paco García, donde no solo su vino deja huella, también la familia que se ha lanzado a esta gran aventura. Una mano que además de ser la seña de identidad de su producto nos apretujó con su cariño el corazón y nos convidó a una fantástica barbacoa.
El monasterio de Yuso y Suso fueron el centro de atención de la tarde y los pinchos saciaron nuestra poca hambre en la calle Laurel, la zona más emblemática del tapeo logroñés.
La lluvia nos despertó el domingo y decidimos pasear entre las huellas de dinosaurios de Munilla, mimar nuestro cuerpo en el balneario de Arnedillo y apaciguar nuestro estómago con unas carnes riojanas.
¿Verdad que es fantástico ser por unos días una "mujer florero"?

PD: Mil gracias a mis hombres que me vuelven más loca de lo normal.