Siempre he presumido de mis días de "mujer florero" y la Semana Santa es uno de mis momentos "florero" favoritos. Solo sé una cosa: el destino. Del resto, ni idea.
Este año la escapada nos subió al norte, a La Rioja, zona de vinos y buen comer. Antes de llegar paramos en las ruinas de Numancia, nos dejamos enamorar por el puente medieval de Yanguas y los niños disfrutaron de un día entre tirolinas y escaladas en el Barranco Perdido, en Enciso.
En Munilla, un pequeño pueblo sobre la ladera de la montaña que oculta grandes huellas de dinosaurios, la sonrisa se asomó a mi cara al ver la hermosa Casa Rural Riojania donde nos íbamos a alojar: una antigua majada rehabilitada con un jacuzzi exterior de madera que se calienta con una estufa de leña. Puro glamour y diseño.
El sábado, después de un paseo por el mercado de Logroño, acudimos a nuestra cita en las bodegas Paco García, donde no solo su vino deja huella, también la familia que se ha lanzado a esta gran aventura. Una mano que además de ser la seña de identidad de su producto nos apretujó con su cariño el corazón y nos convidó a una fantástica barbacoa.
El monasterio de Yuso y Suso fueron el centro de atención de la tarde y los pinchos saciaron nuestra poca hambre en la calle Laurel, la zona más emblemática del tapeo logroñés.
La lluvia nos despertó el domingo y decidimos pasear entre las huellas de dinosaurios de Munilla, mimar nuestro cuerpo en el balneario de Arnedillo y apaciguar nuestro estómago con unas carnes riojanas.
¿Verdad que es fantástico ser por unos días una "mujer florero"?
PD: Mil gracias a mis hombres que me vuelven más loca de lo normal.
En Munilla, un pequeño pueblo sobre la ladera de la montaña que oculta grandes huellas de dinosaurios, la sonrisa se asomó a mi cara al ver la hermosa Casa Rural Riojania donde nos íbamos a alojar: una antigua majada rehabilitada con un jacuzzi exterior de madera que se calienta con una estufa de leña. Puro glamour y diseño.
El sábado, después de un paseo por el mercado de Logroño, acudimos a nuestra cita en las bodegas Paco García, donde no solo su vino deja huella, también la familia que se ha lanzado a esta gran aventura. Una mano que además de ser la seña de identidad de su producto nos apretujó con su cariño el corazón y nos convidó a una fantástica barbacoa.
El monasterio de Yuso y Suso fueron el centro de atención de la tarde y los pinchos saciaron nuestra poca hambre en la calle Laurel, la zona más emblemática del tapeo logroñés.
La lluvia nos despertó el domingo y decidimos pasear entre las huellas de dinosaurios de Munilla, mimar nuestro cuerpo en el balneario de Arnedillo y apaciguar nuestro estómago con unas carnes riojanas.
¿Verdad que es fantástico ser por unos días una "mujer florero"?
PD: Mil gracias a mis hombres que me vuelven más loca de lo normal.
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