martes, julio 28, 2015

En el nombre de EMMA



Confieso que cuando leo o escucho "Emmita" o "Emmurri" no puedo evitar sonreír. Solo me llaman así las personas que mucho me quieren o me conocen desde la infancia. Una forma de expresar su cariño con un diminutivo con poderes aumentativos.
Mi nombre es sencillo, corto y elegante, pero siempre ha creado confusiones en la gente a la hora de escribirlo: "Enma", "Ema", "Elma"... ¡Incluso " Enhma"! Juro que cada vez que veo alguno de estos horrores tipográficos sufro taquicardias y espasmos asmáticos.
A principios del siglo pasado, mi tatarabuelo, un ávido y gallego lector, se enamoró de Emma, la protagonista de "Madame Bovary", de Gustave Flaubert. Cuando nació una de sus hijas decidió llamarla Emma y, desde entonces, ese nombre ha pasado de generación en generación hasta llegar a mí y a mis rizos.
Emma, de origen germánico, no es diminutivo de Emmanuelle, Manuela o Inmaculada. Emma es un nombre de cuatro letras con personalidad propia y diminutivos aumentativos.
Para muchos siempre seré Emma, para un puñado selecto Emmurri, Emmita o Emmurrieta, pero siempre con dos emes, que conste.

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