Estimado inspector de policía:
Quisiera poner en su conocimiento para que traslade a las autoridades pertinentes los sucesivos intentos de asesinato que se están cometiendo sobre mi persona.
Los hechos se iniciaron durante el invierno (
caso 1, caso 2) aunque gracias a mi audacia e inteligencia logré sobrevivir. Durante estas fechas veraniegas los "
modus operandi" se han modificado y a duras penas logró esquivar los atentados sobre mi persona. No quiero alargar mi relato, así que detallaré punto por punto lo últimos acontecimientos.
Los autores de semejantes atrocidades son todos del género masculino
(siempre estoy rodeada por ellos).
PRIMER INTENTOHace una semana mi padre nos alegró con su presencia y ejerció de "súper abuelo". Todas las tardes acudía con sus nietos a la piscina. A última hora aparecía yo con mi modelito de bañador que combinaba con el pareo, una cinta en el pelo (también del mismo tono) y mis gafas de sol. Según me veían empezaban a gritar números.
-¡32! Ya llevamos treinta y dos -vociferaban emocionados.
-¿Treinta y dos qué? -pregunté atónita.
-Que ya hemos nadado treinta y dos largos, es decir, 800 metros y vamos a llegar a los 1000 como mínimo. -me explicaba mi padre mientras palmeaba emocionado a Diego.
-Venga, ahora te toca a ti, mamá -gritaron mis hijos.
Lancé mi pareo, mis gafas de sol, mi cinta, me puse mis gafas de nadadora y me tiré a la piscina. Antes de hacer el primer largo Álvaro se lanzó sobre mí.
-Mami, llévame como un caballito -suplicó feliz.
Y seguí nadando con él a mi espalda, con la respiración entrecortada y hundiéndome cada vez más con su peso. A los ocho largos salí por la escalera, extendí mi toalla y asumí mi derrota.
-¡Cuarenta, cuarenta! -aullaban mi padre y Diego por la piscina.
Les miré entre respiración y respiración.
-Emma, ¿harás con nosotros el año que viene el descenso de la ría Navia? Estaría genial que lo nadásemos tres generaciones... -me consultó mi padre.
-Ni lo sueñes, papá...
-Jo, mamá, qué sosa eres -se quejó Diego
Y en ese momento percibí como con antelación y alevosía querían asesinarme en mitad de la ría. ¡¡No lo permitiré!!
SEGUNDO INTENTOEl segundo intento sucedió en Segovia. Mis hijos, tras mermar mis energías matutinas en la piscina, me despertaron de la siesta con gritos de emoción.
-¡Despierta, que nos vamos en bici!
Alonso también estaba pletórico analizando por dónde ir.
-Hoy nos vamos a Santa María de Riaza por el camino que va en paralelo junto al río -informó a toda la tropa.
Llené mi mochila rosa con botellitas de agua, yogures de beber y galletas y la coloqué en la cestita monísma de mi bici de diseño (
la admiración del pueblo, que conste). Salí pedaleando toda mona y empecé a botar por el camino de tierra. Mi culo rebotaba sobre el sillín, mi mofletes empezaron a coger un tono rojo congestionado, mis gemelos se endurecieron... ¡Y solo habíamos recorrido dos kilómetros!
Me fijé en Álvaro y vi mi tabla de salvación.
-¡Alonso! -emití en un intento de grito- Para.
-¿Qué ocurre?
-Álvaro está agotado. Si llegamos hasta el final no sé si tendrá fuerzas para volver. ¿Qué te parece si retorno con él a casa?
-Vale, nos vemos luego, sigo con Diego.
Álvaro y yo volvimos derrengados, parando cada 100 metros para beber agua y retomar energías, sudando como pollos, con el viento en contra y cuesta arriba... Por suerte, el segundo intento, fallido.
TERCER INTENTO. Al día siguiente la excursión ciclista fue hasta Corral (
pueblo que dista tres kilómetros de Saldaña). Alonso y Diego se alejaron rápidamente del pelotón y lucieron su estilo de pedaleo. Álvaro y yo, a nuestro ritmo, avanzamos poco a poco. A lo lejos, el campanario de Corral.
-Venga, Álvaro, que no nos queda nada -le dije con ánimo deportista.
Todo el camino era cuesta arriba, mi culo más que culo era puro granito, los gemelos estaban petrificados, los pulmones se ahogaban de tanto aire puro, mi respiración entrecortada no me permitía hablar más, el corazón estaba a la altura de la garganta... Paré y empujé un poco la bici...
-Venga, mamá -dijo Álvaro, que con cinco años tiene más energías que yo.
Sí, me quieren matar, pero yo llego a Corral como sea.Por fin llegamos. Alonso y Diego descansaban plácidamente en la terraza del bar. Según nos vieron empezaron a aplaudir.
-¡Muy bien, campeones! -elogiaron entre sorbo y sorbo de su coca-cola- Emma, ¿te ha costado mucho?
Intenté hablar pero sentí todos mis órganos descolocados: el corazón en la garganta, los pulmones en los hombros... Giré negativamente la cabeza y aposenté mi culo granito sobre la silla. Al cabo de unos minutos pude articular palabra.
-¡Una coca-cola light, asesinos!
PD. Querido inspector, debo reconocer que la vuelta desde Corral fue fantástica (todo cuesta abajo) pero por la noche cenamos en Ayllón y el desorden de mis órganos me produjo una indigestión nocturna (¿cuarto intento de asesinato?).
En fin, espero que tramiten mi denuncia y estén pendientes de mi integridad física (¿me cambiarán en Marruecos por unos camellos?)
Atentamente
La futura asesinada
¡Viva el deporte!