El balance del año se me antoja muy positivo. La "operación biquini" fue un fracaso, pero en la operación "bola de Navidad" he superado las expectativas. La familia, bien, gracias. El trabajo, pese a los zarpazos que sufrimos de vez en cuando, se mantiene. La salud se sostiene en equilibrio. Reviso mi blog y sonrío: Comunión de Álvaro, inocentadas, mucho pádel, muchas fiestas, conversión en súper heroína... No me puedo quejar.
─¡Emma, se puede saber qué haces! ─grita mi prima María desde la cocina─. Tenemos que preparar el confit... A ver si empiezan las campanadas y aún estamos cenando.
Sí, comida, en mi familia es algo que nunca falta y María y yo somos unas expertas organizando comidas y cenas.
Empezamos el año con un gran ataque de risa porque Álvaro se atragantó en la segunda uva, brindis y más brindis, fuegos artificiales, petardos, bengalas... Más champán. ¡Y "limoncello"! (secreto familiar que no podemos desvelar). Anécdotas, cotilleos, los niños tirando petardos junto al bar de la piscina... hasta que nos dieron las cinco o las seis como canta Sabina.
Después llegó la noche de Reyes, la cabalgata (con caramelo estampado en mis gafas), los nervios, el miedo (este año no he sido demasiado buena, ¿me traerán algo?). Por la mañana, el salón estaba inundado de regalos. Emoción desbordada.
Vuelta a la tradición. Comilona en casa de mi madre, reunión de hermanos, cuñados, sobrinos, parejas... Más regalos. Más besos y alegría.
¡Feliz año y recordad que aunque seáis un poco los malos los reyes traen regalos!