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La pandilla diabólica |
Por fin llegó mi noche favorita, la noche en que me puedo mostrar tal y como soy, sin disfraces y aderezos, con mi cara plagada de arañas y la maldad supurando por mis poros... Sí, risa descontrolada, sustos a doquier, desenfreno de maldiciones y embrujos a los carnales que rezuman bondad. Llegó la noche de Halloween y la
gruta de la palmera se convirtió en el centro esotérico. Allí nos reunimos las brujas y magos con los aprendices, recorrimos los chalets vecinos en busca de dulces endiablados y esqueletos andantes, comimos manjares diabólicos y de la gran marmita surgieron brebajes con sangre de murciélago, orina de rata y savia de moco
(lo que los mortales llaman vino blanco, tinto y gin tonic). Y la noche se alargó hasta que los búhos se durmieron y la conversión en humanos fue muy dura
(¡qué resacón!), pero la amistad que surge en las noches maléficas une para toda la vida.
PD. Mil gracias a los anfitriones por la fantástica fiesta y a los magos y brujas por las carcajadas diablescas aderezadas con pelos de araña.
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Payasos diabólicos, parejas asesinas, arañas carnívoras... |
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Los manjares que salieron de mi marmita:
gusanos aliñados, huevos con cucarachas y terroripastel |