Dos mujeres vestidas con ropa deportiva de primeras marcas sudan la gota gorda mientras realizan flexiones y corren alrededor de unos macizos de flores. Protegido bajo la sombra de un árbol está su entrenador personal al que pagan un pastón para que las haga sufrir. Un masoquismo deportivo que no llego a comprender. ¿No sería mejor destinar ese dinero a una sesión de spa o un masaje sensorial?
A mi lado, una mujer negra vestida con un uniforme rosa que trabaja en alguno de los chalets cercanos pasea a un pastor alemán. Su gesto muestra desagrado, tal vez ella no contaba con que entre sus misiones de servicio doméstico debiera pasear a un animal, que de cachorro era muy mono y ahora es un estorbo para sus dueños.
Por la pista que circunvala el parque corren como conejos varios runners. Algunos alegran la vista con sus macizos cuerpos y músculos; otros dan ganas de llorar al ver sus caras congestionadas, su respiración entrecortada y el movimiento desgarbado de sus piernas.
─¡Buenos días! ─me saluda uno de los jardineros que está eliminando las malas hierbas entre las lavandas─. Hoy has madrugado.
─Sí, para aguantar mejor este calor.
─A mí me vas a contar...
Yoda, mi pequeña schnauzer, se acerca hasta él moviendo el rabo para que la mime con unas cuantas caricias.
En la isleta central del lago artificial juegan varios perros mientras sus dueños presumen sobre las hazañas de sus canes. Les saludo a todos con educación y me alejo lo antes posible: nunca he soportado a las madres de los parques infantiles que hablaban exclusivamente de sus bebés y tampoco aguanto a los que sólo hablan de sus mascotas. Sí, soy rarita, pero me gusta pasear en silencio y soledad para analizar a la gente, las situaciones de mi alrededor e intentar arreglar el mundo con mis ideas peregrinas.
Un hombre mayor, con la cabeza cubierta con un sombrero de explorador, se acerca hasta el lago con una gran caja triangular de madera donde guarda su tesoro, un gran velero que en breve surcará las aguas.
Otto, Mori, Balto, Kira, Tula, Kenia... Conozco los nombres de muchos perros, pero desconozco cómo se llaman sus dueños. A ellos les ocurre lo mismo, ahora yo soy la dueña de Yoda, la friki que pasea con un cliquer y un bolso en bandolera que guarda en su interior un bebedero de agua plegable, chuches y el móvil para hacer fotos en instagram a su perra. Sí, tal vez sea la más chalada del parque, pero me encanta.
La cuenta de Yoda en Instagram:
@yoda_schnauzer