Qué mala pata, pirata |
Pasear por el pantano de La Jarosa (Guadarrama), trepar por las montañas con mi hijo Álvaro, reír... El día serrano se antoja perfecto hasta que de vuelta hacia el coche, con el sudor recorriendo mi frente, sueño con la cerveza que me voy a tomar en la terraza que está junto a la ermita. Imagino cómo se desliza el líquido amarillo por el grifo, cómo la espuma empieza a burbujear, cómo el frío calma mi calor... Me imagino..
–¡Ayyyyy!
–¡Mamá, qué haces en el suelo!
–¡Me he caído!
–¿Te has hecho daño?
Siento el esguince vibrar en mi tobillo, el dolor, la rabia por una caída tan absurda al borde de la carretera.
–No es nada, tranquilo –miento para ocultar mi preocupación por llegar hasta el coche, conducir hasta casa e ir al ambulatorio.
Pese al dolor, lo logro y mi hermano Pepe me lleva a urgencias con mi pie izquierdo calzado con una zapatilla de deporte, una chancla en el derecho y mis mallas negras ceñidas a los muslos. Puro antiglamour.
El diagnóstico no tarda en llegar: esguince. Tratamiento: pierna vendada, antiinflamatorios, reposo absoluto, muletas y mucha mala leche.
Pese al dolor, lo logro y mi hermano Pepe me lleva a urgencias con mi pie izquierdo calzado con una zapatilla de deporte, una chancla en el derecho y mis mallas negras ceñidas a los muslos. Puro antiglamour.
El diagnóstico no tarda en llegar: esguince. Tratamiento: pierna vendada, antiinflamatorios, reposo absoluto, muletas y mucha mala leche.
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