Ya no me engañas. Te he aguantado muchos años, te he sufrido y ya estoy más que harta. Te odio. Todas las mañanas te engatuso para que me hagas feliz, para que me engañes un poquito, no mucho, sólo lo justo para salir de casa con una gran sonrisa. Pero tú no puedes, tú tienes que ser sincera, escupirme a la cara la realidad y, querida falsa amiga, hundirme en la miseria. Te odio.
Hace quince días fui feliz. Te quedaste sin energía y decidí hacerte sufrir. Ahí te quedas, monina. Paso de ti. Me zambullí en la felicidad y regalé a mi ser mil placeres. Descontrol absoluto. Por la mañana me levantaba feliz, sin cargo de conciencia por no tener que subirme sobre ti, asquerosa balanza del baño que me ha amargado toda mi vida. Sí, te quedaste sin pilas y decidí no cambiarlas hasta después de Navidad. ¡Locura gastronómica, alcohólica y lujuriosa! Desenfreno cárnico hasta hoy, el día que he sacado un jersey de invierno del armario y he tenido que ceñir mi cuerpo exceso en esa lana que apretaba mis pechos y michelines. ¡Por Dios!, he gritado al verme reflejada en el espejo y te he oído, sí asquerosa amiga, he escuchado tu risa de báscula. Te odio, has ganado la batalla: ¡he comprado pilas para que me tortures! Pero hasta mañana gozaré de mi vino, mis quesos y te haré sufrir un poco más, cabrona.
Te odio, pero nunca olvides que mi autoestima es más fuerte que tú, querida.
Hace quince días fui feliz. Te quedaste sin energía y decidí hacerte sufrir. Ahí te quedas, monina. Paso de ti. Me zambullí en la felicidad y regalé a mi ser mil placeres. Descontrol absoluto. Por la mañana me levantaba feliz, sin cargo de conciencia por no tener que subirme sobre ti, asquerosa balanza del baño que me ha amargado toda mi vida. Sí, te quedaste sin pilas y decidí no cambiarlas hasta después de Navidad. ¡Locura gastronómica, alcohólica y lujuriosa! Desenfreno cárnico hasta hoy, el día que he sacado un jersey de invierno del armario y he tenido que ceñir mi cuerpo exceso en esa lana que apretaba mis pechos y michelines. ¡Por Dios!, he gritado al verme reflejada en el espejo y te he oído, sí asquerosa amiga, he escuchado tu risa de báscula. Te odio, has ganado la batalla: ¡he comprado pilas para que me tortures! Pero hasta mañana gozaré de mi vino, mis quesos y te haré sufrir un poco más, cabrona.
Te odio, pero nunca olvides que mi autoestima es más fuerte que tú, querida.
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