Habéis sido vosotros, lo sé. Siempre a mi lado, cuidándome, cuidándonos.
7:30 de la mañana
Un ruido se cuela en mis sueños, una cascada de agua, gotas que caen con fuerza, rebotan contra el suelo... La potencia aumenta por momentos y me aleja de mi placentero sueño hasta que la intensidad del agua me despierta. Abro los ojos. El ruido continúa, no se detiene. Llueve, pienso legañosa, diluvia. Me levanto de la cama, me asomo a la ventana y contemplo el cielo azul sin una nube, sin una peca de color blanca en el horizonte. No entiendo nada. ¿Se estará duchando alguien? No, todos duermen. Desciendo por la escaleras a la planta baja, me dejo guiar por el sonido del agua y por mis pies empapados sobre la tarima del salón. El latiguillo que une el grifo con la tubería del lavabo ha explotado y un potente géiser deja escapar el agua. Grito hasta despertar a Alonso que corre en busca de unas tenazas para cerrar la llave de paso. Una gran ola de líquido transparente recorre el salón, el baño y parte de las escaleras.
8:00 de la mañana
Tras rellenar dos cubos con el agua escurrida de la fregona, el suelo vuelve a su estado natural. Me acomodo en el sofá con el camisón empapado, mi cansancio y sonrío. Mis fantasmas me han salvado. Ayer por la tarde llegamos de Oliva y justo esta mañana ha explotado la tubería. Si llega a ocurrir hace quince días ─o tres o dos o uno─ la casa estaría inundada, los muebles estropeados y el suelo y la pintura destrozados. Una pesadilla para nosotros y para el seguro. En cambio, mis fantasmas han conseguido que sucediera durante los dos únicos días que iba a estar en Madrid y me han sabido despertar de mi placentero sueño.
9:00 de la mañana
Me siento en el parque con mi Kindle, el último libro de Vargas Llosa y Yoda, mi pequeña schnauzer. Sonrío al recordar mis fantásticos días en Oliva. Las palabras claves me bombardean: paella, amigos, excursiones, tinto de verano, windsurf, familia, playa, cine de verano, gin tonics, paseos con mi perra, risas, karts, moreno, Oli-ba-ba, libros y, por fin, una auténtica desconexión del mundo virtual aderezada con otro móvil roto (¡no me ha durado ni cuatro meses!).
11:30 de la mañana
Tras dos latiguillos nuevos, el asesoramiento de mi ferretero y una llave tubo del diez para desenroscar las tuercas del grifo mi mundo vuelve a la normalidad. Seguiré con mis vacaciones con la tranquilidad de saber que ellos siempre están ahí, mis queridos y amados fantasmas. Os quiero.
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