viernes, septiembre 15, 2017

No soy ni tu "cariño" ni tu "cielo"


Guapa, ¿qué quieres? ─me pregunta el dependiente mientras restriega sus manos por el blanco mandil tras el mostrador brillante de aluminio. 
   Es la primera vez que entro en su comercio y hoy no estoy guapa. Llevo toda la mañana sin parar con mis rizos enloquecidos por el viento otoñal que amenaza con lluvia y las prisas de exprimir el tiempo en mi día de libranza.
─Vamos, cielo, que aquí sólo encontrarás cosas buenas como tú, preciosa ─insiste con su sonrisa blanco profidén.
   Sólo ha dicho dos frases y ya me ha llamado guapacielo y preciosa. Repito, es la primera vez que entro en su tienda. No me conoce de nada y no comprendo esa familiaridad. Sé que el trabajo frente al público es complicado, asumo que hay personas que les encanta que les piropeen desconocidos, pero no es mi caso. Lo siento, en ese aspecto soy muy arisca y reconozco que me pone de los nervios la melosa falsedad.
    ─Quiero una merluza, sin escamas y abierta en libro.
    ─Ay, querida, te voy a poner la mejor.
    ¿Me acaba de llamar querida? No doy crédito.
    ─Bueno, cuéntame a quién vas a preparar esta rica merluza... ¡Lo vas a volver loco, cariño!
    ¿Perdón? ¿Me ha dicho cariño y ha supuesto mi condición sexual?
    ─Anda, bombón, ¿qué más quieres? ─me interroga guiñándome un ojo.
Observo el local en busca de alguna cámara oculta, debe ser una broma lo que me está sucediendo. ¡Hasta me ha guiñado el ojo y parece que me ha lanzado un beso al aire! Perpleja pago la merluza, tomo la bolsa de plástico sin rozar ni un dedo de su mano y me despido con un seco adiós.
    ─Hasta luego, cielo. Pasa un estupendo fin de semana y ya me dirás qué tal, que con el género que te llevas seguro que al final... Bueno, ya verás, corazón
    ¡Y de nuevo me guiña el ojo!
    Ay, merluzo, espera, espera, que tú no vuelves a ver mi pelo de gata madrileña en tu local, corazón.

viernes, septiembre 08, 2017

¡Quiero un emotirrizos!

Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte... Me levanto esta mañana con las legañas bailando por mis ojos, los rizos desmadrados por su pelea nocturna con la almohada, un hilillo de saliva seca en la comisura de mis labios... Vamos, con la imagen grotesca del despertar. Estiro la mano hasta la mesilla, tomo el móvil para desactivar la función de silencio y compruebo las nuevas notificaciones: dos alertas de Facebook, varios avisos de Instagram (del mío y del de mi perra, que es una auténtica "It dog"), unos cuantos mails y tropecientos avisos en Whatsapp. Lo de whtsapp es un vicio, aún no entiendo cómo podíamos vivir sin esa comunicación instantánea... ¡Me encanta! Bueno, puntualizo, salvo los mensajitos, fotos o vídeos de temas políticos que me irritan y alteran. 
    Confieso ante todos los seguidores de este blog que soy una adicta a los emoticonos. ¡Qué locura! Me pirran los que lloran hasta que se les saltan las lágrimas, el corazón gigante, la flamenca que baila a la inversa que el resto de los emoticonos, las manos que dan palmas, el dedo pulgar hacia arriba (o hacia abajo, depende del momento), las copas de vino o champán y el "cheers" de las cervezas. Pero, ay, mi madre, de pronto esta mañana me han saltado las legañas al comprobar que no existe ni un emoticono con el pelo rizado. ¡No puede ser!, he gritado tan fuerte que me han salido dos arrugas alrededor de mi boca. ¡Por Dios, que hasta los emoticonos de raza negra tienen el pelo liso! 
   Ahora tengo una misión en mi vida, y como diría mi adorada Escarlata O'Hara, a Dios pongo por testigo que no pararé hasta que whatsapp incluya un emoticono con el pelo rizado, el emotirrizos
   Chinos, negros, bomberos, policías, astronautas, indios, payasos... "To quisqui", menos los de pelo rizado... ¡No hay derecho! 
    A partir de este momento, me autoproclamo (que está muy de moda) la presidenta de la nueva campaña para conseguir que whatsapp introduzca el "emotirrizos".

¡Que viva el emotirrizos