martes, octubre 31, 2017

Por nosotras


La hija de Fabiola se casa el sábado. Esther recorre el mundo en busca de nuevos productos para su soñado proyecto gastronómico. María nos enfrenta a la dura realidad con los problemas de mujeres de distinto ámbito social con las que se reúne una vez al mes. Mayte escribe en pequeños papeles los momentos dichosos de cada día y los guarda en su bote de la felicidad, que abre a final de año para llenar la vida de sonrisas. El humor de Silvia y su perro Peter (ambos madridistas) nos arrancan carcajadas cada mañana. Anne-Marie y Carmen se han convertido en fanáticas del rugby. Celia y María S. se molestan cuando el tema catalán arranca nuestro radicalismo e intentan poner fin a nuestras discusiones políticas. María F. nos muestra sus paseos madrileños a través de Instagram. Carmiña es como el Guadiana, aparece y desaparece. El periodismo une a  Tatiana y Esther G. Desde Valencia,  Almudena nos tienta con sus vinos; Beatriz, desde Francia, con sus manualidades y Mary S. se viste de flamenca en Sevilla durante la Feria de Abril. Begoña acaba de terminar la mudanza a su nueva casa, aunque está en el mismo edificio que la anterior. Aurora lleva a sus hijos al FEM, el colegio de mis hermanos y donde yo estudié COU. Los sonidos flamencos de la guitarra del hermano de Beatriz G. nos enamoran. Mar nos sorprende con locales privados y una hija artista. Paloma, Sonia, Marta y Marisa forjaron su amistad entre los viejos pupitres de la clase B. Y en la clase A estudiaban Paloma B., Elisa, Sonia C. y Sonsoles, que siempre nos propone acudir a conciertos ochenteros. Estas mujeres tan fantásticas y variopintas pertenecen a uno de mis grupos de whatsapp, el “Saint-Dominique”. Algunas abandonaron el grupo ante el bombardeo de mensajes y Cristina, Susana y Sylvia nunca han participado, pero ahí están.
    Desde que dejamos el colegio hasta que nos volvimos a reencontrar pasaron muchas lunas. El tiempo demostró que hay gente que cambia a mejor, que de las rencillas infantiles nadie se acuerda y que en el corazón germinan los recuerdos y el cariño de aquella etapa escolar en la que, gracias a grandes maestras, además de adquirir conocimientos se forjaron nuestros caracteres, tan distintos y tan iguales en muchos aspectos. 
   El whatsapp no deja de sonar y los temas varían como las estaciones. Me gusta saber de ellas, reír y brindar en cada quedada. En realidad no somos tan buenas y cuando nos juntamos nos pierde la gastronomía, el buen vino, la cerveza y los gin-tonics. Ay, que aún recuerdo mi peor resaca de este año, que acabamos haciendo botellón en mitad de El Viso… Pero hay historias que es mejor no contar.

jueves, octubre 26, 2017

Simpática selectiva

Yoda, mi bella flor. El retrovisor partío y los mensajes indirectos de mi pinar

Desde que ha empezado el otoño mi antropomorfismo va a más. Para no ser pedante, y como el saber no ocupa lugar, os recuerdo que el antropomorfismo es la manera fina de denominar a las chaladas de mi calibre que hablan con su perro como si fuera un humano. Y esa soy yo. Y más desde que ha llegado el otoño, me he subido a la "mardita báscula" y me han atacado los regordimientos, que se han multiplicado por mil cuando ayer el veterinario, y mira que me cae bien, va y me dice sin pelos en la lengua que la perra ha engordado. ¡¡¡¡NO!!!!, grité como una histérica en el coche de vuelta a casa (ya sé que el uso de más de una exclamación no es correcto, pero así os daréis cuenta de la potencia de mi neurótico alarido)
   ─Mira, Yoda ─argumenté desde el asiento del conductor a mi pequeña schnauzer mientras observaba el retrovisor que aún no he arreglado sujeto con cinta de pintor─ lo nuestro es una putada, así te lo digo, porque mira que caminamos más de una hora todas las mañanas, tú corres despavorida detrás de la pelota y yo subo y bajo las cuestas con mi respiración entrecortada. ¡Hasta leo los puñeteros carteles que aparecen misteriosamente en el pinar con tablas de ejercicios! No lo entiendo, la verdad... Ahora, que yo te veo divina y tú tienes suerte, que a ti no te han puesto a dieta, pero te voy a controlar, que te encanta comer... Mira, hoy no, que esta noche tengo cena y luego viene el fin de semana, pero el lunes vuelvo a retomar mi amistad con la jodida lechuga y el puto tomate... No me mires de esa manera, que sabes que les quiero mucho.
   En fin, la vida es así, no la he inventado yo... Menos mal que hoy twitter me ha descubierto una frase que me define a la perfección: "Simpática selectiva". ¡Me encanta!

jueves, octubre 19, 2017

Una cerveza, un sujetador... mis pequeños placeres.


Me gusta el primer sorbo de una cerveza bien fría tirada con la presión exacta para que la espuma rebose sobre la jarra congelada que empapa la barra del bar según se derrite. Un placer que se describe a la perfección en el libro "El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida", de Philippe Delerm. 
   Esta semana he decidido apuntar esos leves instantes que te regalan unos segundos de felicidad. 

1- Quitarme el sujetador. Un júbilo muy femenino que sé que muchas entenderán. Lo admito, soy una artista a la hora de retirar mi sujetador sin quitarme la ropa. Retuerzo los brazos como si fuera una contorsionista y me despojo del horrible artefacto según entro en casa. ¡Pechos fuera!, como diría Afrodita en Mazinger Z. 
2- Arrebujarme bajo el edredón. Ahora que el frío se asoma con timidez no hay nada que me dé más felicidad que un edredón bien mullido.
3- Los dedos de mi peluquera. No me gusta ir a las peluquerías, lo odio... Salvo cuando te lavan con maestría la cabeza, te dan un pequeño masaje y rozas la relajación.
4- Sumergir las manos en las lentejas. Antes de poner en remojo las legumbres me encanta introducir la mano en el bote como si fuera una niña pequeña jugando con la arena de playa. 
5- Descender de las alturas. Al gozo que sienten los dedos de mis pies cuando me quito los zapatos de tacón y me pongo las zapatillas de andar por casa lo denomino el orgasmo de los pinreles
6- El cigarro de mi vecino. Dejé de fumar hace muchos años y si llego a los ochenta retomaré el vicio. Mientras, para superar mi insuperada adicción, disfruto cuando mi vecino sale al jardín, se enciende un cigarro y el viento filtra el humo por la ventana.
7- El olor a ropa limpia. Ese instante que te pones una camiseta y te inunda el aroma a suavizante... Un placer.
8- Cinturón de seguridad. Oír el clic que desabrocha el cinturón de seguridad del coche y verme liberada de su presión me llena de alegría y satisfacción. 
9- Un chute de ventolín. Si quitarse el sujetador es un placer femenino, el ventolín es un desmadre asmático que te devuelve a la vida. Pura adicción.
10- El ataque de risa. ¿Qué haríamos sin una carcajada diaria aunque sea por el motivo más absurdo? Eso sí, debería practicar para que la mía no sea tan escandalosa.
11- Los ruidos extraterrestres. Volver a casa y que mi perra me reciba con esos sonidos tan raros de felicidad y el movimiento acelerado de su rabo. Una locura.

 ¿Cuáles son tus pequeños placeres?

To be continued..., que dirían los ingleses. O Continuará..., como decimos los españoles.


P.D: He decidido no incluir los placeres gastronómicos, sexuales o familiares para que la lista no sea interminable

lunes, octubre 16, 2017

Tengo regordimientos


En julio decidí poner fin a nuestra relación. Entré en el baño, miré a la mardita báscula y le dije "ahí te quedas, bonita, que me tienes harta, que eres mi mayor pesadilla". Ella ni se inmutó, así que cogí el secador como si fuera un micrófono, me solté la melena y empecé a cantar como Camilo Sesto: 
      Ya no puedo más, ya no puedo más 
      siempre se repite esta misma historia. 
      Ya no puedo más, ya no puedo más 
      estoy harta de rodar como una noria. 
La japuta ─lo siento, pero mi ira me obliga a insultarla─ se iluminó como alma que lleva el diablo para seducirme con sus lucecitas y volviera a pisar su plataforma. Aguanté. Fui dura, tomé de nuevo el secador y en vez de cantar, grité.  

      Vivir así es morir de amor 

      por amor tengo el alma herida. 
      Por amor no quiero más vida que su vida. 
      Melancolía. 
Han pasado más de tres meses. Ha sido duro, pero para superar nuestro desamor y el dolor de corazón me he lanzado al vicio gastronómico. Me he zampado paellas, chuletas de cordero o torreznos; me he bebido tintos de verano, cervezas, gin-tonics y vinos blancos y tintos... Vamos, que me he desatado para olvidar a mi antiguo amor y ahora el botón del vaquero oprime mis michelines y siento unos enormes regordimientos.  
      Vivir así es morir de amor. 
      Soy mendigo de sus besos. 
      Soy su amigo, quiero ser algo más que eso.
     Melancolía.
Pensé que nuestra relación había terminado, que jamás volveríamos a juntarnos, pero no puedo vivir sin ella. Soy una adicta a sus verdades que se clavan como puñales (pedazo cursi-frase). Lo admito, esta mañana he retomado nuestra masoca relación para apaciguar mis regordimientos y, cómo no, empiezo la dieta. ¡Te odio, mardita báscula!

lunes, octubre 02, 2017

Herida de muerte


En la Junta Municipal de mi distrito saben quién soy, y no por simpática sino por dar la lata para que mejoren ciertos aspectos del barrio. Sí, soy la vecina puñetera que manda mails porque en el parque infantil no hay bancos para que se sienten los abuelos, aviso cuando se rompe el peldaño de un columpio o cuando considero que deben cambiar una señal de "ceda el paso" por un "stop" para evitar más colisiones en el cruce de dos calles. Incluso les he escrito para que talaran un árbol porque temía que cayera tras un vendaval o para que arreglaran una zona de la acera en la que habían desaparecido varias baldosas. Esa es la política que me gusta, la cercana, la próxima al ciudadano. 
    Sin embargo, hoy estoy triste, muy triste, porque los políticos nacionales han jugado con nuestros sentimientos, porque no han evitado un terrible golpe de estado, porque no he sentido que se defendiera a los catalanes que desean seguir en España o a los españoles que quieren a los catalanes y desean un país unido; porque esta situación en las familias es muy dolorosa y porque me gusta vivir en democracia, lo que implica cumplir unas normas aprobadas por la mayoría para la buena convivencia de la ciudadanía. Sí, claro que es legítimo realizar un referéndum, pero a nivel nacional; y claro que estoy de acuerdo en modificar la Constitución, siempre que se consiga una mayoría que lo avale. Da igual si soy de derechas o de izquierdas, lo importante es ser respetuosa con las ideologías y ceñirnos a los artículos aprobados de la Constitución. Odio el chantaje y que me tomen por tonta con un absurdo referéndum ilegal que sólo ha buscado la repercusión internacional. Nos han herido de muerte, nadie saldrá victorioso y las cicatrices marcarán a más de una generación. ¡Qué dolor!