La hija de Fabiola se casa el sábado. Esther recorre el mundo en busca de nuevos productos para su soñado proyecto gastronómico. María nos enfrenta a la dura realidad con los problemas de mujeres de distinto ámbito social con las que se reúne una vez al mes. Mayte escribe en pequeños papeles los momentos dichosos de cada día y los guarda en su bote de la felicidad, que abre a final de año para llenar la vida de sonrisas. El humor de Silvia y su perro Peter (ambos madridistas) nos arrancan carcajadas cada mañana. Anne-Marie y Carmen se han convertido en fanáticas del rugby. Celia y María S. se molestan cuando el tema catalán arranca nuestro radicalismo e intentan poner fin a nuestras discusiones políticas. María F. nos muestra sus paseos madrileños a través de Instagram. Carmiña es como el Guadiana, aparece y desaparece. El periodismo une a Tatiana y Esther G. Desde Valencia, Almudena nos tienta con sus vinos; Beatriz, desde Francia, con sus manualidades y Mary S. se viste de flamenca en Sevilla durante la Feria de Abril. Begoña acaba de terminar la mudanza a su nueva casa, aunque está en el mismo edificio que la anterior. Aurora lleva a sus hijos al FEM, el colegio de mis hermanos y donde yo estudié COU. Los sonidos flamencos de la guitarra del hermano de Beatriz G. nos enamoran. Mar nos sorprende con locales privados y una hija artista. Paloma, Sonia, Marta y Marisa forjaron su amistad entre los viejos pupitres de la clase B. Y en la clase A estudiaban Paloma B., Elisa, Sonia C. y Sonsoles, que siempre nos propone acudir a conciertos ochenteros. Estas mujeres tan fantásticas y variopintas pertenecen a uno de mis grupos de whatsapp, el “Saint-Dominique”. Algunas abandonaron el grupo ante el bombardeo de mensajes y Cristina, Susana y Sylvia nunca han participado, pero ahí están.
Desde que dejamos el colegio hasta que nos volvimos a reencontrar pasaron muchas lunas. El tiempo demostró que hay gente que cambia a mejor, que de las rencillas infantiles nadie se acuerda y que en el corazón germinan los recuerdos y el cariño de aquella etapa escolar en la que, gracias a grandes maestras, además de adquirir conocimientos se forjaron nuestros caracteres, tan distintos y tan iguales en muchos aspectos.
El whatsapp no deja de sonar y los temas varían como las estaciones. Me gusta saber de ellas, reír y brindar en cada quedada. En realidad no somos tan buenas y cuando nos juntamos nos pierde la gastronomía, el buen vino, la cerveza y los gin-tonics. Ay, que aún recuerdo mi peor resaca de este año, que acabamos haciendo botellón en mitad de El Viso… Pero hay historias que es mejor no contar.