miércoles, noviembre 15, 2017

No es amor

    
"Aún no lo he superado", suspira Fina mientras mueve los hielos de su ron con Coca-cola.
    La observo y me parece increíble que a ella le haya sucedido.
    Fina siempre fue la guapa del grupo: alta, de tez morena, ojos rasgados y un pequeño lunar sobre el labio superior. Una belleza racial difícil de describir que cautivaba a mujeres y hombres. Su fuerte carácter y alta autoestima parecían indestructibles hasta que apareció él, su falso gran amor.
    Conoció a Jaime en una fiesta de la universidad. Se enamoró de sus verdes ojos, de su pícara sonrisa que marcaba sus hoyuelos en las mejillas y su esbelto cuerpo. Aquella noche sólo bailaron y se confesaron confidencias al oído. Al cabo de unas semanas se convirtieron en la pareja ideal: los más guapos y perfectos de la facultad de derecho. Jaime acudía cada mañana a recoger a su amada con el Audi que le había regalado su padre al cumplir los veinte años. Mi amiga se sentía la mujer más feliz del mundo.
    Un año después, Fina decidió no pintarse la cara. Jaime tiene razón, parezco una puta con tanto rímel, pintalabios y maquillaje. También abandonó las minifaldas y los zapatos de tacón. Voy más cómoda con vaqueros. Dejó de quedar con los compañeros de su clase. Son muy infantiles, prefiero estar con Jaime. Gota a gota, la fuerte Fina se hundió y se convirtió en la sombra oculta de Jaime. No opinaba, no discutía... No era ella. 
   La historia se alargó en el tiempo hasta que un día Jaime la pegó por conversar en la calle con Andrés, un vecino con el que se cruzaron. Esa noche, mi amiga relató entre lágrimas su situación a sus padres. Tuvo suerte: sus progenitores la arrancaron del maltrato de Jaime.
   Pasados varios años, psicólogos y terapias, Fina rehizo su vida: se caso, tuvo dos hijos y actualmente es un alto cargo directivo de una importante empresa. Ella no olvida, pero no calla porque sabe que su historia ha ayudado a otras mujeres.
   Hoy me ha sorprendido leer en el periódico que en el juicio contra "La manada" por la supuesta violación en grupo a una chica en Sanfermines, la defensa haya presentado como prueba las imágenes que ella ha subido durante este último año a Facebook o Instagram. ¿Acaso una persona que ha sido agredida debe compadecerse de sí misma el resto de su vida y no intentar salir hacia delante?
   Fina es solo un ejemplo, pero tengo muchas amigas que han sufrido agresiones, incluso una estuvo ingresada en UCI por los puñetazos que le embistió el animal que juraba que la amaba. Nadie debe agredir ni someter a otra persona, una manada de cinco no debe aprovecharse de una mujer. Por favor, que nadie confunda el amor con la agresión.
   
Datos: El año pasado murieron en España 53 mujeres por violencia de género. En lo que va de año 2017, 44
P.D.: Todos los nombres que he utilizado son ficticios. Las historias son reales.

viernes, noviembre 03, 2017

Bruja piruja


De pequeña jamás aporreé las puertas de los vecinos de mi edificio disfrazada de monstruo para que me dieran caramelos ─que los hubiera aceptado porque eran conocidos, que menuda matraca me dio mi abuela con lo de "no aceptes nada de desconocidos"─. Sí recuerdo ir con la pandereta con cintas colgando de colores cantando, más bien desentonando, villancicos con mi pandilla del patio y gastarme en sugus las míseras pesetas que me correspondían tras el reparto en "La tienda verde", actualmente regentada por una pareja de chinos. 
   Halloween llegó a mi vida en octubre de 2004, en una escapada de seis amigos y seis mocosos a una casa rural junto al mar embravecido en Cantabria. Ahora sólo pervive una pareja unida y varios de aquellos infantes ya han cumplido 18 años, pero aquel 31 de octubre, al caer el sol, disfrazamos a los niños y gritamos como energúmenos cuando se fue la luz y vimos fantasmas
    Lo confieso, la noche de los muertos vivientes me enamoró: primero porque soy muy facilona y me apunto a un bombardeo; segundo, porque me apasiona vestirme de bruja (y de otras cosas, pero hoy no viene a cuento); tercero, porque me encanta asustar a los incautos draculines que osan llamar a la puerta de mi casa y, por último, porque adoro reunirme con los amigos, preparar pociones mágicas y reír con los gin-tonics.
    ¡Viva Halloween y las brujas pirujas!