El día que escuché a Ágatha Ruiz de la Prada definirse como divor me enamoré. No de ella, sino de la palabra, tan fantástica, tan glamurosa. Ay, que no es lo mismo ser una divorciada que una divor. Así que puedo presumir y presumo de tener muchas amigas divors con las que comparto noches fantásticas. ¡Nada mejor que un puñado de mujeres con lengua viperina delante de un buen vino, un gin tonic u otras cosas!
Entre mis amigas hay divors de nueva generación, cosecha del 18; otras crianza y reserva de más de 10 años. Incluso muchas locas han abandonado el status divor y conviven de nuevo con otra pareja (arrejuntá). ¡Y alguna exdivor se ha vuelto a casar (recasá)! Fiesta, fiesta.
La primera época de las divors no es fácil, suelen estar tristes, dolidas... Hasta que llega ese día que se miran al espejo, sonríen, se dan cuenta de su valía y empiezan a quererse.
Unas se crean perfiles en apps de contacto y desatan su salvaje sexualidad; otras se apuntan a diversas actividades deportivas, clases de cocina o alpinismo; alguna que otra descubre que como ella no hay nadie en el mundo y no quiere saber nada de relaciones de pareja... En la variedad está el gusto y lo que te cuenta una divor siempre es secreto, palabrita de divor o amiga de divor.
Eso sí, os puedo confesar que mis divors son geniales, divertidas, divinas y las quiero mucho, mucho, mucho.