domingo, octubre 03, 2010

"El Plantío Express"


No sé si ponerme a llorar o esperar a que llamen al servicio de urgencias. Mi situación es patética (ojo, hay que decirlo con la pronunciación de Tamara -estrella mediática conocida porque su madre lanzó un ladrillo que llevaba en el bolso a un periodista y tenía o se apellidaba Seisdedos-, es decir, "patéeeetica"). Estoy colgada sobre una verja pero sin pinzas de tender. Diego, Álvaro y Manuela han trepado con facilidad y cruzado al otro lado. Me observan desde abajo con cara de susto. Les sonrío disimulando mi pánico. 
-¡Mamá, tranquila, que te sujetan las tetas! -grita Diego con seriedad. 
No puedo evitar reír ante mi imagen dantesca.
La aventura comenzó a media tarde. 
-¿Nos vamos a ver el tren con los niños? -sugirió Virginia ante la impaciencia de Rodrigo por ir a dar un paseo.
Calzamos a la tropa y salimos todos en tropel. Roberto nos adentró por un tétrico túnel, recorrimos un descampado y el olor fétido rompió la imagen bucólica y romántica. Tras una cuesta empinada, que Cayetana optó por no subir, llegamos a las vías y esperamos a que pasara el tren sobre unas monedas que habíamos colocado en los raíles. Al cabo de media hora, a punto de anochecer, los niños observaron felices sus planas monedas.
-Vámonos que va a oscurecer.
-Papá, me duelen las "piernicas"-se quejó Manuela.
-Roberto, si quieres salto la verja con Diego, Álvaro y Manuela y así atajo. -sugerí con esa eficiencia y confianza en mí misma que me caracteriza.
-Pero si tú no puedes saltar esa valla.
-¡Qué tonterías dices!, claro que puedo.
Al llegar a la verja comprobé que su altura era bastante elevada. Diego y Álvaro treparon como chimpancés, ayudé a Manuela y Diego la tomó en sus brazos para ayudarla a descender. Llegó mi turno. La distancia entre los hierros era perfecta para el tamaño de los pies de los niños, pero no para los míos.
-Ay, que no puedo trepar como vosotros. Además llevo bailarinas, ay.
-Venga, mamá, que tú puedes, inténtalo descalza. -me animó Álvaro.
-Tampoco puedo, me hago daño -sollocé.
Pensé en las risas de mi hermano cuando llegara. Tenía que saltar, no había marcha atrás, ya era casi noche cerrada, no podía volver por el otro camino y los niños ya habían cruzado al otro lado. Respiré profundamente, me dije "nena, tú vales mucho", ordené a mis lorzas que me siguieran, apoyé las manos, trepé malamente por la verja, salté y me quedé colgada sobre la valla. 
Aquí estoy con medio cuerpo inclinado hacia el lado de los niños y el otro en dirección contraria, un equilibrio imperfecto, un pánico perfecto.
-Diego, coge mis gafas, que se me caen.
No veo, no tengo fuerzas, estoy paralizada y temiendo que alguien me vea en semejante situación.
Los gritos de los niños martillean mis oídos: ¡venga, que tú puedes!, ¡sube la otra pierna!, ¡vamos, un poco más!...
De pronto a mi mente acuden los grandes deportistas (Rafa Nadal, Fernando Alonso, Diego Forlán, Del Potro...) y me insuflan energía para echar el resto, elevar la pierna (¿quién me ha puesto la valla encima?) y pasar al otro lado.
-¡Muy bien, mamá! -grita Diego-. Tranquila que yo te cojo.
-¡Ni se te ocurra que te aplasto! ¡Dadme las gafas que no veo nada!
-Un saltito y llegas al suelo.
Por fin topé con el mundo terrenal agotada, magullada.
Al rato aparecieron Roberto, Virginia, Rodrigo y Cayetana. Mi respiración ya estaba calmada y disimulé el dolor que tenía en mi muslo (mañana, cardenal amoratado).
-¿Has saltado la valla?
-Claro, Roberto, era súper sencillo. 

PD. Decidido, ya no me presento a "Pekín Express". Ay, con la ilusión que me hacía.


La prueba del delito


PD2.: ¡Por Dios, que con tanto golpe y tanto cardenal parezco una mujer maltratada! Menos mal que mi Alonso es un mirlo blanco (o eso dice otro mirlo blanco).

1 comentario:

  1. Por supuesto que somos mirlos blancos...
    ...jajajaja... buenísimo. Te daba una columna en Los Domingos.

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