Hay días donde la felicidad te invade un segundo y te emocionas. Intenté no mostrar mi cara de satisfacción al oír a la doctora decirme que como mínimo tendría que estar de baja hasta el siete de agosto. Sonreí y aguanté la tentación de comérmela a besos. Encima ahora ya no debo llevar la férula, sólo un separador de dedos de silicona que estropea el romanticismo de cualquier noche. Tanta adrenalina debía apaciguarla y nada mejor que darle un viaje a la Visa. Al final me decidí por un colorido bañador que marca, si cabe, aún más mis orondeces, y los uniformes de los niños (¡qué dineral!). Esta tarde me pasaré por la zapatería porque debo renovar todo mi calzado ya que es perjudicial que utilice zapatos deformados por mi antiguo juanete. ¡Alonso, por mi cumple, zapatos!, exclamé al enterarme. ¿Pero no te ibas a hacer la depilación láser de diodo?, contestó perplejo. Me quedé muda. Bueno, pues entonces zapatos y depilación, no vaya a ser que me quede traumatizada, expliqué tranquilamente. Mi emoción fue tal que al llegar a casa preparé con "el bicho" un delicioso arroz con leche y la tortilla de patata que le habían adjudicado a Diego para la fiesta del campamento. Diego, la próxima vez a ver si tienes más suerte al sacar el papelito de la chistera y te toca la latita de aceitunas, ¡que menuda gracia lo de la tortillita!, rugí mientras pelaba las patatas.
Esta mañana me he arrastrado como todos los días hasta la piscina, he estirado la toalla, me he preparado mi coca-cola light, he puesto los manguitos a Álvaro, nos hemos untado de crema de protección 30 y he sonreído al broncear mi ya bronceado cuerpo. Ay, qué suerte estar de baja aunque a veces tenga dolores...
viernes, julio 27, 2007
lunes, julio 23, 2007
Maruja guadarrameña
Esto de llevar vida de maruja me tiene emocionada. No paro. Estoy siempre liada y con cien mil actividades. Los niños absorben gran parte de mi tiempo, bueno, la mayor parte. Esta mañana, por ejemplo, me he ido con Álvaro a hacer la compra a Mercadona, luego, a buscar a Diego y a su amigo Alejandro (¡consiguieron plaza la segunda quincena de julio en el campamento!). Tras la comida, aprovechando que se habían quedado abducidos por la Nintendo y el último juego de Harry Potter, he aprovechado para rematar la limpieza del jardín (lo de tener residencia estival es agotador) y arreglar una mesa. A las cuatro y media, toque de corneta y puesta en fila. Chicos, ¿queréis ir al pantano?, les pregunté con tono autoritario. ¡¡¡Sí!!!, gritaron los tres emocionados. Guau, guau, ladró Kaos. Pues os dejo diez minutos para que recojáis y coloquéis el cuarto y los juguetes que están desperdigados por el jardín. No es justo..., musitaron con ojos de cordero degollado. Bueno, si cuando vuelva no está todo perfecto no vamos al pantano... A los diez minutos su "orden" lucía en sus dependencias y nos fuimos al prometido pantano de la Jarosa. Hace quince días descubrimos en la barbacoa que organizan todos los años Mayte y David, y a la que este año hemos asistido más de cuarenta personas (prometo fotos), un pequeño riachuelo en el que los niños disfrutaron como si estuvieran en el Acquopolis. Decidí repetir la aventura y allí me fui con todas mis fieras: Diego, Álvaro, Alejandro y Kaos. Gozaron tirándose por los toboganes de granito y retozando en el barro de los charcos cercanos. Kaos se esmeró en destrozar un tronco de cuatro metros de largo y yo dejé que mi pie descansara un poco de tanto estrés y disfrutara de su baja laboral.
Pero lo que me tiene loca, loca, loca es el préstamo de mi hermano y Virginia. No, no es un préstamo económico que este mes hemos cobrado paga extra, je, je. Es un préstamo que están degustando todos nuestros amigos residentes en Guadarrama. Y es que estoy enviciada, aunque mi primera experiencia fue catastrófica. Resuelvo la intriga: me han prestado la Thermomix. Un súper robot de cocina que hace de todo y del que todo el mundo me hablaba maravillas. Ahora ya puedo presumir de mi catálogo de comidas: purés, gazpachos, setas al ajillo, granizado de limón... Pero el primer día fue terrorífico. Llegué con el súper robot a casa y entre la emoción y las ganas de hacer alguna maravilla con la Thermomix me abstuve de leer con detenimiento el manual de instrucciones. Puse los ingredientes básicos del gazpacho, los trituré, añadí el agua y justo antes de dar al botón leí en el libro de recetas que el agua debía incorporarse más tarde. En fin, no creo que afecte mucho, pensé tranquilamente. Giré el botón de potencia y vi elevarse la tapa del robot, y sentí como mis camisa y mis tetas eran bombardeadas por gazpacho a presión, y la cocina varió su tono blanco por un tono rojo tomate, y desenchufé a toda velocidad la thermomix, y grité con risa histérica a Ana para que me ayudara a limpiar el desaguisado de casa. ¡Qué desastre! -pensé al mirar mi pie operado todo lleno de gazpacho-, pero ganaré la batalla. Ahora estoy encantada con "el bicho" (nombre familiar y cariñoso que he adjudicado al robot), ayer lucí mis artes con un delicioso granizado de limón que duró un suspiro en los paladares de Javier, Do, Isabel, Pablo, mi abuela, mi madre... Y mi Alonso, cuyas dotes culinarias tras doce años de matrimonio aún son desconocidas por mí, está pensando en aprender a utilizar "el bicho".
Y encima mi madre ha contratado el Adsl en Guadarrama ya que el vecino al que pirateábamos la línea ha desaparecido del mapa o la ha codificado para que no tengamos acceso (¡será idiota!). Así que ahora ya no debo desplazarme hasta el centro del pueblo para acceder a internet. Resumiendo: ahora gorroneo a mi madre la línea Adsl y de paso su ordenador portátil; a mi hermano y a mi cuñada, la Thermomix; y a... Bueno, será mejor que calle no vaya a ser que me quiten privilegios. Besos.
Pero lo que me tiene loca, loca, loca es el préstamo de mi hermano y Virginia. No, no es un préstamo económico que este mes hemos cobrado paga extra, je, je. Es un préstamo que están degustando todos nuestros amigos residentes en Guadarrama. Y es que estoy enviciada, aunque mi primera experiencia fue catastrófica. Resuelvo la intriga: me han prestado la Thermomix. Un súper robot de cocina que hace de todo y del que todo el mundo me hablaba maravillas. Ahora ya puedo presumir de mi catálogo de comidas: purés, gazpachos, setas al ajillo, granizado de limón... Pero el primer día fue terrorífico. Llegué con el súper robot a casa y entre la emoción y las ganas de hacer alguna maravilla con la Thermomix me abstuve de leer con detenimiento el manual de instrucciones. Puse los ingredientes básicos del gazpacho, los trituré, añadí el agua y justo antes de dar al botón leí en el libro de recetas que el agua debía incorporarse más tarde. En fin, no creo que afecte mucho, pensé tranquilamente. Giré el botón de potencia y vi elevarse la tapa del robot, y sentí como mis camisa y mis tetas eran bombardeadas por gazpacho a presión, y la cocina varió su tono blanco por un tono rojo tomate, y desenchufé a toda velocidad la thermomix, y grité con risa histérica a Ana para que me ayudara a limpiar el desaguisado de casa. ¡Qué desastre! -pensé al mirar mi pie operado todo lleno de gazpacho-, pero ganaré la batalla. Ahora estoy encantada con "el bicho" (nombre familiar y cariñoso que he adjudicado al robot), ayer lucí mis artes con un delicioso granizado de limón que duró un suspiro en los paladares de Javier, Do, Isabel, Pablo, mi abuela, mi madre... Y mi Alonso, cuyas dotes culinarias tras doce años de matrimonio aún son desconocidas por mí, está pensando en aprender a utilizar "el bicho".
Y encima mi madre ha contratado el Adsl en Guadarrama ya que el vecino al que pirateábamos la línea ha desaparecido del mapa o la ha codificado para que no tengamos acceso (¡será idiota!). Así que ahora ya no debo desplazarme hasta el centro del pueblo para acceder a internet. Resumiendo: ahora gorroneo a mi madre la línea Adsl y de paso su ordenador portátil; a mi hermano y a mi cuñada, la Thermomix; y a... Bueno, será mejor que calle no vaya a ser que me quiten privilegios. Besos.
martes, julio 03, 2007
Sigo viva
Aunque parezca mentira sigo viva. Sí, ya sé que como estoy de baja tendría que haber escrito con mayor frecuencia que antes, haber generado montajes fotográficos merecedores de un gran premio o haber relatado paso a paso todo lo que me ha sucedido, ¡pero no he podido! Y no es que esté tumbada en un lecho de dolor, ¡es que tengo a mis hijos de vacaciones! Bueno, más que hijos son lapas porque están todo el día a mi alrededor mimándome, mareándome y organizando mi vida: mamá, hoy al cine; mamá, hoy se viene Daniel a dormir a casa; mamá, a la piscina; mamá, vamos a pintar; mamá, al cumpleaños de Mónica... Así que cada vez que escucho "mamá" me pongo a temblar, aunque para temblores los de Alonso que este mes se ha ganado cielo ejerciendo de taxista y cumpliendo estoicamente mis órdenes (incitadas por los niños): Alonso, llévales al cumple, llévales al cine.... Y os preguntaréis (esto me lo digo yo a mí misma) ¿Y cómo es que hoy escribes en el blog? Tatatachánnnn!!!! Hoy escribo en el blog porque mis hijos, mis adorados hijos, han comenzado a ir al campamento y, aprovechando mi tiempo libre, me he colado en la sala que ha habilitado el ayuntamiento de Guadarrama (¡que ya me he trasladado a mi residencia estival!) de acceso gratuito a internet. Oye, que tiene mucho mérito, que me he venido a paso tortuga con mi muleta y mi pie ya está quejándose y martirizándome con sus latigazos de dolor. Aunque sufra, necesitaba un contacto con mis lectores o con mi persona. Seguiré colándome en esta sala, relataré mi caseras experiencias y, cómo no, volcaré fantásticas fotos. Besos y felices vacaciones a los que ya las estén disfrutando.
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