Hay días donde la felicidad te invade un segundo y te emocionas. Intenté no mostrar mi cara de satisfacción al oír a la doctora decirme que como mínimo tendría que estar de baja hasta el siete de agosto. Sonreí y aguanté la tentación de comérmela a besos. Encima ahora ya no debo llevar la férula, sólo un separador de dedos de silicona que estropea el romanticismo de cualquier noche. Tanta adrenalina debía apaciguarla y nada mejor que darle un viaje a la Visa. Al final me decidí por un colorido bañador que marca, si cabe, aún más mis orondeces, y los uniformes de los niños (¡qué dineral!). Esta tarde me pasaré por la zapatería porque debo renovar todo mi calzado ya que es perjudicial que utilice zapatos deformados por mi antiguo juanete. ¡Alonso, por mi cumple, zapatos!, exclamé al enterarme. ¿Pero no te ibas a hacer la depilación láser de diodo?, contestó perplejo. Me quedé muda. Bueno, pues entonces zapatos y depilación, no vaya a ser que me quede traumatizada, expliqué tranquilamente. Mi emoción fue tal que al llegar a casa preparé con "el bicho" un delicioso arroz con leche y la tortilla de patata que le habían adjudicado a Diego para la fiesta del campamento. Diego, la próxima vez a ver si tienes más suerte al sacar el papelito de la chistera y te toca la latita de aceitunas, ¡que menuda gracia lo de la tortillita!, rugí mientras pelaba las patatas.
Esta mañana me he arrastrado como todos los días hasta la piscina, he estirado la toalla, me he preparado mi coca-cola light, he puesto los manguitos a Álvaro, nos hemos untado de crema de protección 30 y he sonreído al broncear mi ya bronceado cuerpo. Ay, qué suerte estar de baja aunque a veces tenga dolores...
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