Hace tiempo que escribo en el blog, que relato los aconteceres de mi desastrosa y divertida familia. El humor se escapa en cada relato y la sonrisa o la risa hacen su aparición casi todas las veces. Sin embargo, hay veces que la vida golpea con fuerza, que desbarata el optimismo y elimina las energías de escribir. O, más bien, me resulta más difícil contar los problemas sin mis dosis de humor. Y esto es lo que me ha sucedido este verano. El jodido cáncer ha vuelto a resurgir de sus cenizas y ha invadido a mi abuela. Hace cuatro años pudimos con él: cuando insistió en acomodarse en su pecho. Y le vencimos. Pero ahora la situación es más complicada, el cáncer ha diseminado sus tropas por el ovario, el peritoneo, el pulmón... El muy capullo ha cambiado de estrategia y sus efectos secundarios cada vez son más visibles. El cansancio poco a poco está dominando a mi abuela. Y claro, quien no la conozca podrá pensar que a sus casi noventa y un años es normal que esté en casita descansando, pero ella jamás ha sido así. Sus inquietudes siempre la han mantenido despierta e inquieta. "Huy, Emma, esta tarde no puedo ir a tu casa porque tengo que acudir a ver una película japonesa que emiten en el Centro Cultural Galileo", me comentaba todos los jueves después de terminar de ver su adorada serie "Tiempos difíciles", de la que siempre se queja por la cantidad de anuncios que ponen en los intermedios. Y ahora se deja mimar. Nos mira con cara de felicidad y aunque no le hayamos dicho nada ella sabe lo que tiene. La semana pasada estuvo ingresada en el Ramón y Cajal porque la disnea no la dejaba dormir, ni moverse y su corazón sufría innecesariamente. "Espero irme pronto, con los niños, con vosotros, aquí me miman mucho...pero prefiero estar en casa", suspiraba a los cuatro días. Y por fin está de nuevo en la residencia estival: descansando, comiendo escasamente y disfrutando de sus biznietos.
En la puerta del jardín cuelga un cartel advirtiendo de la peligrosidad del perro (Kaos) y me estoy planteando sustituirlo por uno que ponga "Hospital de campaña". Parece una exageración, pero no lo es: mi madre tiene una infección en la boca que le ha generado un terrible flemón que trata con antibiótico; Álvaro ha sido invadido por una bacteria, tiene las piernas en carne viva como si fuera un leproso y, encima, no puede ir a la piscina porque es muy contagioso; Diego toma un jarabe para eliminar su tos seca; Alonso sigue enganchado a su aspirina plus que alivia sus jaquecas; yo tengo un herpes invasor en el labio y mi abuela observa con cautela el cajetín que le ha preparado mi madre con las distintas y numerosas pastillas que debe tomar cada día (¿seguro que todo esto son vitaminas?, pregunta con cara de incredulidad) .
En la puerta del jardín cuelga un cartel advirtiendo de la peligrosidad del perro (Kaos) y me estoy planteando sustituirlo por uno que ponga "Hospital de campaña". Parece una exageración, pero no lo es: mi madre tiene una infección en la boca que le ha generado un terrible flemón que trata con antibiótico; Álvaro ha sido invadido por una bacteria, tiene las piernas en carne viva como si fuera un leproso y, encima, no puede ir a la piscina porque es muy contagioso; Diego toma un jarabe para eliminar su tos seca; Alonso sigue enganchado a su aspirina plus que alivia sus jaquecas; yo tengo un herpes invasor en el labio y mi abuela observa con cautela el cajetín que le ha preparado mi madre con las distintas y numerosas pastillas que debe tomar cada día (¿seguro que todo esto son vitaminas?, pregunta con cara de incredulidad) .
¿Verdad que tendría que poner el cartel de "Hospital de Campaña"?
P.D.: Las mascotas están estupendas.
P.D.: Las mascotas están estupendas.
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