jueves, septiembre 09, 2010

Una gota, dos gotas... Se colmó el vaso

No hay profesión que se libre de tener algún inepto. El problema surge cuando indirectamente esa ineptitud te salpica y te hace perder el tiempo, la paciencia y la poca simpatía que aún queda del verano, que es más bien poca, la verdad. No sé qué sentirán el resto de los mortales pero a mí no me hace ninguna ilusión volver a ver a mis compañeros de trabajo. Así soy de arisca. En cambio, recuerdo que la noche anterior a la vuelta al colegio mi estómago se encogía por los nervios y la emoción de ver a mis amigas. ¿Habrían cambiado?, ¿qué novedades me contarían?, ¿se habrían enamorado? Ay, yo tenía que contarles tantas cosas: describirles con pelos y señales cómo había sido mi amor de verano, las fiestas locas, la emoción del último viaje... La tensión evitaba que me durmiera. ¡Qué tiempos! Ahora la vuelta me ahoga. Me siento como un vaso, de los grandes, de los de sidra asturiana, a punto de rebosar.

Plof, primera gota
La racha de roturas continúa sin piedad. Al coche hay que unirle el friegaplatos y la caldera. Y al microondas le ha dado por soltar de vez en cuando unos rayos siderales que me hacen temblar de miedo. Vamos, que está a punto de cascar. 


Plof, plof
Pese a mi caminata diaria de treinta minutos para llegar a trabajar, la aguja del peso se niega a descender... ¡por Dios, ten piedad, por lo menos una rayita!

Plof, plof, plof
Liset, la cuidadora de los niños, me llama dos días antes de volver a trabajar para contarme que está embarazada y debe hacer reposo absoluto. Antes de cortarme las venas llamo a mi adorada Ana. Ahora en casa además de mis hijos está Samuel, el bebé de Ana.

Plof, plof, plof, plof
Mis preguntas de septiembre: Con lo que cuestan los libros escolares, ¿por qué no los entregan forrados?, ¿por qué el papel aironfix siempre hace pompas?, ¿por qué todos los lápices del estuche están sin punta?, ¿quién esconde los sacapuntas y las gomas de borrar?, ¿quién arranca los botones del baby y descose los bolsillos?... Esas cuestiones que martirizan a cualquier madre maruja que quiere que sus hijos vayan el primer día de clase hechos un pincel pese a que a las cinco de la tarde aparezcan escondidos tras una capa negra de guarrería y los zapatos hayan perdido su brillo y el betún.

Plof, plof, plof, plof, plof
El complot familiar para que no me compre la moto me está aniquilando. ¿Es cierto que soy tan patosa?, ¿por qué todos temen que me caiga?... ¡Pero si este verano sólo he tropezado dos veces!


No es la original, pero queda bien para ilustrar

PLOF, la gota que rebosó
Entre tanto estrés, acudí con los niños a la cita en el hospital para hacer una radiografía a Diego y localizar las dos muelas que no aparecían en su dentición. Por suerte, aparqué bien el coche (¡que me mandaron al fin del mundo!)
-Huy, lo siento, este volante no vale, no puedo hacerle la radiografía -me explicó la enfermera con pelo negro de bruja y la raya mal pintada.
Evité bufar, sonreí y volví a la consulta de mi dentista para que me hiciera otro volante. De paso, me hizo otro de urgencia por si acaso.
Al coche y de nuevo, al fin del mundo.
-Huy, lo siento pero este volante tampoco vale.
Oí como caía la gota que me hizo estallar. Sentí la mirada perpleja de mis hijos y como mi boca gritaba desesperada.
-Me da igual que éste no sea el volante. Resérveme una habitación, saque un colchón, lo que quiera, pero no pienso salir de aquí sin la radiografía.
-Pero es que...
-Ni pero, ni nada, no soy médico, no hago volantes, ni sé qué procedimiento seguís, lo único que tengo claro es que me habéis hecho volver a mi centro por una mierda de volante, que llevo toda la tarde con los niños de un lado para otro por la ineptitud de alguien y que de aquí no me muevo sin la radiografía.
-Pues baje a atención al paciente.
-No, porque si bajo tú te irás y me quedo sin la puñetera radiografía.
-Pero...
-Si quieres bajo pero tú me acompañas. No tengo nada contra ti, sé que no es culpa tuya, ni mía, entiende mi desesperación.
-Te entiendo, pero es que te han dado un volante de interconsultas.
-Me da igual, yo no he hecho el volante, me lo han dado mal dos veces y aquí tengo otro de urgencias. Hablad con el otro centro de salud, que os lo envíen por fax, explicadles cómo hacer un volante... Mientras lo solucionáis espero aquí sentada con mis hijos.
La batalla fue dura, pero al final salí con la radiografía y un gran cansancio emocional.
-Mamá, nunca te habíamos visto tan enfadada, pero tenías toda la razón.
-Gracias, peques.

PD. Mañana los niños empiezan el cole. Diego está feliz por reencotrarse con sus amigos. Álvaro llora, no quiere hacer trabajos ni deberes.

4 comentarios:

  1. Ja, ja... me río por lo bueno del post, no por las gotas que te han ido desesperando. Homologable para el papel. Te daría una sección en Los Domingos para que subiera el nivel del suplemento. Ánimo, que después de la tormenta escampa.

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  2. Calla, calla, que me voy a ruborizar y ya sabes que yo soy muy tímida, je, je... ¿Seguro que al final escampa? No sé, tengo mis dudas.

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  3. Gracias por la parte que me toca de "compañero de trabajo". Me incluiré entonces en la lista de "conocidos".
    Besos y ánimo, que otra cosa no, pero fuerte eres un rato.

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  4. Ay, Luis, no me maltrates, que ya sabes que nosotros compartimos amistad y recinto laboral, pero prima más lo primero que lo segundo. Los que son mis amigos lo saben perfectamente y los que no, también (aterrados los tengo con mi mala leche, je,je)
    Besotes, querido "conocido"

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