"Lo siento, hoy no hay ningún vuelo a Dublín con esa compañía", me dice con tristeza el operario del Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid.
Cojo el móvil y llamo al teléfono de contacto que organiza la estancia de mi hijo en Dublín mientras Diego arrastra su maleta y carga su mochila. Alonso aparece sonriente después de aparcar el coche.
─Emma, ¿por qué estáis aquí solos?, ¿en qué mostrador debemos reunirnos con el organizador del viaje de Diego?
─Verás, amor, no te lo vas a creer, pero me he equivocado...
─¡Qué! ─gritaron a dos voces Diego y Alonso.
─Pues que me he confundido y el vuelo es mañana, a la misma hora pero mañana.
─¡Mamá, eres un desastre!
─Bueno, pero esta vez no hemos perdido el avión... ─contesto entre risas.
Y como en mi familia estos despistes son muy habituales, volvimos sonrientes a casa, nos cambiamos y, a dormir que es domingo y madrugar nunca nos sienta bien. Además, mañana toca visita al aeropuerto.
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