domingo, julio 27, 2014

¡Abra la puerta!

Domingo, nueve de la mañana. Suena el timbre. Abro un ojo asombrada. ¡Pero si es domingo! El timbre insiste. ¿Es una pesadilla? ¿Nadie más escucha el impertinente sonido? Salto de la cama, salgo al jardín y unas voces me despiertan.
¡Policía!
Mi mente adormecida aún no es capaz de procesar. Al abrir la puerta entorno los ojos para engañar un poco a mi miopía y comprender qué está sucediendo.
─Disculpe, hay una avería en la calle y necesitamos que mueva los coches.
─Hmm, ─barrunto adormecida mientras me reflejo con mis pelos de loca en los cristales de espejo de las gafas de sol de los agentes─ pero no todos los coches son míos.
─Ya, pero hemos comprobado que estos dos sí. Si fuera tan amable... Vamos a cortar la calle y dejaremos esta zona de aparcamiento para el tránsito de los vehículos.
─Vale, me calzo y los muevo.
Instintivamente miro mis pies desnudos y compruebo que llevo las uñas de los pies pintadas.
─Tranquila, cuando pueda.
Entro somnolienta en casa arrastrando mi sueño. Me calzo, me coloco torpemente las gafas, localizo las llaves de los coches y los traslado a otra zona de mi calle.
Los agentes, súper despejados y sin legañas, me agradecen mi acción y el operario me indica que en breve cortaran el agua durante un mínimo de dos horas. Sonrío y me despido con un "muchas gracias, si necesitan algo más no duden en llamar". Un puro formalismo que oculta mi ira por despertarme un domingo tan pronto. Aunque lo peor está dentro de casa: ¡todos duermen y nadie se ha percatado de la aventura matutina! Manda narices.

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