lunes, julio 21, 2014

Soy morena y a mucha honra


─¿Qué te vas a hacer? ─me pregunta al entrar la peluquera con el pelo tricolor y mucho desparpajo.
─Cortar y peinar.
─Vale, en cinco minutos te atiendo.
Me siento en la silla giratoria (o silla de tortura), saco del bolso mi Kindle, mi coca-cola light y noto como el malhumor me empieza a invadir. Lo confieso, odio ir a la peluquería, pero dos días al año acudo para que den forma a mis pelos de loca.
─¡Ay, hija, qué pelazo tienes!
El grito de la peluquera tricolor me hace abandonar la historia que estoy leyendo, le sonrío al estilo Gioconda y mientras peina mi melena espero la frase que me va a encabronar.
─Oye, nunca te has planteado cambiarte el color del pelo.
─No.
─Pues unas mechas te sentarían fenomenal y dulcificarían tus facciones.
Me contengo.
─No, gracias.
─En serio, estarías ideal y tu gesto sería más amable.
Mi barrera de contención está a punto de estallar.
─Me gusta mi pelo negro.
─Si yo no digo que no sea bonito, pero unas mechas claras...
─No, gracias. Soy morena, me gusta ser morena y no me importa tener facciones duras o cara de mala leche. El mundo está dividido en rubias, morenas, pelirrojas, castañas... Yo soy morena y jamás querría ser rubia.
─Bueno, solo era una sugerencia.
Omito contestar, retomo mi lectura y juro y perjuro que no volveré a la peluquería hasta dentro de seis meses. He dicho.

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