Termino el último libro de Dolores Redondo, "Ofrenda a la tormenta", con dolor. Siempre sufro al dar por finalizada una buena historia y más si cierra una fantástica trilogía. Para disipar la pena rememoro la celebración del cumpleaños de Álvaro con sus amigos en la pista de patinaje del Palacio de Hielo, la comida en casa y la tarde de juegos; la fiesta con la familia al día siguiente, los excesos gastronómicos y alcohólicos, las carcajadas... Mi sonrisa se pega a la cara hasta que...
─Mamá, ¿dónde está el celo?
─En mi escritorio, pero para qué lo quieres.
─Voy a poner en la pared de mi cuarto el póster del juego Farcry 4 Edición Especial.
─Ni se te ocurra.
─¿Por qué?
─Porque si pones celo salta la pintura al despegarlo.
─Pues lo pongo con chinchetas.
─He dicho que no, con ese póster rompes el diseño de la habitación.
─Pero si es mi cuarto.
─Pero es mi casa.
─No eres justa.
─Lo sé, la vida no es justa. Como mucho te dejo pegarlo detrás de la puerta.
─¡Pero entonces no lo veo!
─Sí, lo verás cuando cierres la puerta. Además, bastante que te he dejado poner esa estatua del elefante tan rara en la estantería.
─¡Pero si es Paga Min, el villano del juego, con un elefante!
Diego aprovecha para meter baza.
─Mamá, Álvaro tiene razón, la figura de su cuarto es fantástica y deberías dejarnos poner algún póster, es nuestro espacio. ¿A mí por qué no me dejas colocar el mapa de "El Hobbit"?
─He dicho que no.
─Pero, ¿por qué?
─Porque lo digo yo (esa frase de madre que todas decimos y sienta a cuerno quemado)
─No eres justa...
─Cuando seas padre comerás huevos, y, por ahora, no se cuelga ningún póster en la pared. Y no hay más que hablar.
─¡Esto es una dictadura!, ¡no hay derecho! ─exclaman al unísono.
─Venga, id a estudiar y dejad de refunfuñar.
─¡In-jus-ticia!, ¡in-jus-ticia!
PD. Dentro de mi injusticia me estoy devanando los sesos para ver cómo coloco algún corcho o soporte que no rompa con el diseño y cederles un mínimo espacio que refleje sus gustos... ¡Pero que ellos no se enteren!
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