─No me mires con esa cara, es muy serio lo que te estoy contando ─le susurro a media voz─. Siempre he creído que me sucedía algo extraño y anoche descubrí que existe un nombre para designar mi mal: padezco antropomorfismo. Sí, ya sé que piensas que exagero o que no es grave, pero admitir una enfermedad es un proceso complejo.
El viento sopla suavemente en el parque a primera hora de la mañana. El silencio nos acompaña unos minutos.
─Tú no eres la culpable ─continúo ante su impasibilidad─. Esta noche, mi insomnio y yo hemos llegado a la conclusión de que soy antropomorfa de nacimiento. Un desperfecto congénito que me acompaña desde mi más tierna infancia y se ha incrementado con el paso de los años. Desde que estoy contigo los síntomas han aumentado o puede que entraras en mi vida para disimular mi creciente antropomorfismo. Todo es posible.
El jardinero nos saluda desde la zona de las adelfas, esas temibles plantas venenosas que aún permiten plantar.
─Aún recuerdo ─relato sin parar─ a mi amor de juventud: mi calabaza, un Seat 131, mi primer coche... Aunque mis grandes amores antropomórficos fueron Neige, la mejor fox terrier; Kaos, el cariñoso bull terrier y Lucas, mi adorado felino. Venga, no te pongas celosa, que como tú no hay nadie, mi reina mora, mi Yoda, mi perrita schnauzer, mi amor... Ay, que desde que estoy contigo puedo ir hablando sola por la calle sin que la gente crea que estoy loca, que solo tú entiendes mis chaladuras... Sí, junto a ti soy una antropomorfa feliz y no me quiero curar de este gran mal.
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Antropomorfismo (del griego «ανθρωπος» «anthrōpos», «hombre», y «μορφη», «morphē», «forma»), haciendo referencia a un humanoide, es la atribución de características y cualidades humanas a los animales de otras especies, objetos o fenómenos naturales.
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