sábado, abril 21, 2018

La cerveza, para mí


Por fin el sol ha hecho su aparición. Las mesas metálicas invaden las aceras de mi Madrid y las terrazas rebosan gente. Me encanta. Después de una leve caminata (maldita trocanteritis) nos sentamos para saciar la sed. El camarero, un chaval joven, toma nota de nuestras bebidas y aparece al rato portando una bandeja plateada circular con nuestro pedido y una amplia sonrisa.
    ─La jarra de cerveza para el caballero, la Coca-Cola para la señorita y unas patatas fritas ─dice con un tono jocoso que desmonta mi malhumor.
    ─Si no te importa es al revés: el tanque de cerveza para mí y la Coca-Cola para él ─le contestó hipnotizada por la espuma de la jarra.
    ─Ay, perdón, perdón...
La escena es habitual. La sociedad tiene tatuados una serie de estereotipos difíciles de modificar. Es necesario destruir los clichés entre hombres y mujeres para lograr la igualdad. Reconozco que nunca he sido una feminista reivindicativa porque, gracias a la educación que recibí en mi familia, jamás me he sentido discriminada por mi condición sexual. Al contrario, he gozado de una gran libertad: he viajado sola siempre que he querido, salgo con distintos grupos de gente sin necesidad de ir con mi pareja y desde bien joven he cultivado mi independencia y soledad. ¡Incluso soy la "manitas" de mi casa!
    Y, por si alguien tiene alguna duda: bebo, como, rįo, disfruto y al final de cualquier fiesta él conduce de vuelta (a buen entendedor pocas palabras bastan).
    La cerveza, para mí.

viernes, abril 13, 2018

Menos titulitis y más honestidad



En la última repisa de la estantería del pasillo de mi casa descansa una carpeta marrón. En el lomo, una pegatina con una sola palabra: Títulos. Y en el interior adormecen los diplomas que acreditan mis estudios. No pienso presumir de ellos, a nadie le interesan. Aunque puedo asegurar que cuando firmé el contrato con mi empresa tuve que presentar numerosos documentos oficiales que demostraban mi formación.  
     Los escándalos que salpican en este momento la vida pública española ante la falsedad en la obtención de másteres, carreras universitarias y demás titulaciones me tiene perpleja. ¿Cómo es posible que los partidos políticos no verifiquen los currículums de sus representantes? ¿Acaso nadie recuerda el caso Roldán, director de la Guardia Civil durante el gobierno socialista de 1986 a 1993, que aseguraba ser ingeniero industrial (falso de toda falsedad)? ¿Cómo a partir de aquel suceso no se instauró una política de comprobación académica? 
     Todo es sorprendente. Aunque es más vergonzoso que algunos políticos (izquierda, derecha, centro, radical de izquierdas o de derechas) tengan la desfachatez de mentir en sus curriculums. La ética y la honestidad son valores que deben primar en cualquier persona, y si además has sido elegido por los ciudadanos, con más motivo.  
    Menos titulitis y más honestidad, por favor.

domingo, abril 01, 2018

Semana horribilis


La nieve se desliza por el cielo de la sierra de Guadarrama. Después de una semana es hora de volver a la rutina. O más bien retomar la calma perdida. Pocos coches recorren la carretera. Entro en la redacción apresurada, con mis zapatillas deportivas, los rizos alocados y la nariz colorada por los rayos de sol que me broncearon en el rebosante Embalse de la Jarosa. 
    Antes de encender el ordenador, llega la pregunta de rigor. 
    ─Emma, ¿qué tal tus vacaciones? 
    Sonrío y contesto con una mentirijilla inofensiva, sin maldad, sin rencor. 
    Fenomenal ─mi engaño dura unos segundos, nunca me ha gustado mentir─. Fatal, ha sido una semana horribilis. Me ha abducido un agujero negro de percances.
   ─Anda, no seas exagerada.
   ─Bueno, solo te diré que el martes Yoda, mi adorada perrita, empezó a devolver sangre, que a las tres de la mañana nos tuvimos que ir al veterinario de urgencia; que después de mil pruebas y radiografías le pusieron un tratamiento para detener su hemorragia sangrante; que a las diez de la mañana volvimos porque no mejoraba y que, cinco días después, aún sigue enferma... Pobriña.
   ─Vaya...
   ─Y eso que no te he contado que el jueves al volver de un paseo por el pinar, pasé por delante de mi coche perfectamente aparcado y me lo encontré sin retrovisor y una rueda reventada. 
   ─¿En serio?
   ─Lo que oyes. Menos mal que la policía local me dejó una nota en el limpiaparabrisas para que me pasara por la comisaría y me dieran la información del conductor del coche que colisionó contra el mío. Y allí que me fui. Verás, resulta que Jacobo, el piloto del Mini Cooper, se despistó al mirar el móvil o subir el volumen de la radio y, ay, qué mala suerte, se estampó contra mi Focus. Me lo imagino superpijo, pero no me cae mal porque facilitó todos sus datos, que mi coche está a terceros y tiene más de quince años. Además sucedieron otras pequeñas historias, y grandes momentos, y vinos y risas. Pero cuéntame, ¿qué tal tu Semana Santa?
   ─Pues un poco más tranquila que la tuya. ¿Y tus lesiones?
   –Fatal, ahí sigo con mi esguince de rodilla, mi trocanteritis, mi fisio... Lo que te decía, horribilis