sábado, diciembre 28, 2019

Cuento de Navidad (I)

Música de un autodidacta en el Belén

─A su perra le gusta la música ─comentó el hombre que caminaba por el paseo peatonal del parque a la dueña del animal. La perra, ajena a la conversación, movió el rabo al son de las notas musicales que se escapaban del minialtavoz oculto en la pequeña bolsa de plástico que sujetaba el anciano entre sus dedos.
─Lo que le encanta es llamar la atención para que le regalen unas cuantas caricias.
─Y también le gusta la música. Se lo puedo asegurar porque, aunque no sea un profesional, el ritmo siempre ha guiado mi vida. De pequeño me construí un laúd, poco a poco afiné mi oído y empecé a sacar notas. Los sonidos surgieron después de mucho esfuerzo. Aunque sea autodidacta y no haya tenido posibilidad de estudiar en un conservatorio, la música siempre me ha acompañado. En mi juventud organicé un grupo acústico con varios amigos, aprendí a tocar la guitarra eléctrica, actuamos en algunos locales... Era feliz, pero pasado el tiempo cada uno tomó su camino y yo me quedé con mi guitarra. Ella y yo. La crisis y mi mala situación económica me abocaron a tomar la decisión más errónea de mi existencia: la malvendí. Aún no lo he superado. Traicioné a mi guitarra, a mi gran amor. Mi espina clavada en el corazón. Y la mala salud me envejeció: tengo 72 años, pero aparento más de ochenta o noventa. Soy un viejo cascarrabias con muy buen oído. A su perra le gusta la música que suena en mi pequeño altavoz, ¿y a usted?
─A mí también ─contestó la mujer que aún no entendía por qué el hombre desconocido le estaba contando su vida. 
─Son mis "hijos" musicales. Llevo años componiendo. Ahora, gracias a la tecnología, tengo todas las canciones almacenadas en mi ordenador. Si no le importa me gustaría regalarle uno de mis CDs, así podrá escuchar mis creaciones y la próxima vez que nos veamos me comenta qué le han parecido.
─Ay, me va a disculpar, pero no llevo dinero. Cuando salgo a pasear a la perra solo cojo las llaves y el móvil.
─Señora, le he dicho que es un regalo. Cobro una pequeña pensión y con ella vivo muy dignamente. Eso sí, sería feliz si escuchara la música de este anciano hombre autodidacta, por favor.
─Muchas gracias, me emociona. Por supuesto que oiré cada una de sus melodías.
─Y no olvidé que en el papel están escritos los títulos y comentarios sobre cada canción. Que tenga una muy feliz noche y gracias por escuchar a este viejo músico.
─Ha sido un placer. Feliz Nochebuena.
   El hombre continúo su paseo y la mujer, con el CD entre sus manos, supo que acababa de vivir su adorable y musical cuento de Navidad. 

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